Crítica Musical
Concierto inaugural del Otoño Musical Soriano
La Orquestra de la Comunitat Valenciana, bajo la dirección de James Gaffigan, y con el pianista Javier Perianes como solista, fueron los encargados en la tarde de ayer, jueves 5 de septiembre, de dar el pistoletazo de salida a esta trigésimo segunda edición del Festival Otoño Musical Soriano, el acontecimiento que, sin lugar a dudas, marca el devenir cultural de nuestra ciudad en estas fechas, punto de encuentro entre melómanos y profesionales, todos ellos, de una forma u otra, versados en el arte de las Musas.
Como es habitual en este evento, no faltaron los discursos de las autoridades, en este caso de la Viceconsejera de Acción Cultural de la Junta de Castilla y León, Mar Sancho, y del Alcalde de la capital, Carlos Martínez, remarcando el valor de la música y su poética, y con unas palabras en recuerdo y memoria a nuestro eterno y querido Concejal de Cultura, Jesús Bárez, además de a José Manuel Aceña, director del Festival.
Para esta ocasión, el programa ideado por Gaffigan, invertía el orden tradicional preestablecido desde el siglo XIX, dando comienzo por la Sinfonía nº. 3 en Fa Mayor, op. 90, de Johannes Brahms, para, en la segunda parte, dirigir la magistral interpretación de Javier Perianes como solista en el Concierto para piano y orquesta nº. 3 en Do menor, op. 37, de Ludwig van Beethoven, y finalizar con la Obertura Leonore nº. 3, en Do mayor, op. 72a, también del genio de Bonn. Este planteamiento no dejó indiferente al auditorio, incluso en lo que se refiere a cuestiones de logística, como la salida del escenario del piano, y la consiguiente reubicación de la orquesta, para concluir con la Obertura. Asimismo, es digna de mención la importancia conferida al número 3 en este repertorio, cifra de un gran significado y simbolismo.
Por otra parte, fue todo un lujo poder contar de nuevo, en la presente edición del Festival, con la presencia del célebre pianista Javier Perianes, en una interpretación caracterizada por la sensibilidad y sutileza, además de con su impecable técnica, con las que consiguió crear una atmósfera mágica, casi etérea, en la abarrotada Sala “Odón Alonso” del Palacio de la Audiencia, y que no se vio limitada a la versión que ofreció del aludido Concierto nº. 3 de Beethoven, sino de la que también se pudo disfrutar en el bis que brindó ante los insistentes y calurosos aplausos del público, la Serenata Andaluza, de Manuel de Falla, con la que, sin duda, hizo las delicias de los allí congregados.
En lo que respecta a la orquesta, podemos destacar una sonoridad plena, definida por la unidad, empaste y afinación de una sólida sección de cuerda, además del juego de matices y colores que presentó, al mismo tiempo que es necesario hacer especial mención a los solistas de flauta y oboe. Como anécdota, cabe señalar la salida de escena del trompeta segundo en la Obertura, para realizar la llamada desde fuera de escena y su posterior vuelta al escenario; si bien es cierto que Beethoven lo concibió de este modo, visualmente es un procedimiento que puede distraer al auditorio de esa contemplación estética de la obra de arte, y que podría haber sido paliado por otro trompetista que ya estuviera situado en esa posición.
Ante la ovación final del público, James Gaffigan ofreció dos bises, las Danzas Húngaras nº. 1 y nº. 5, de las veintiuna que compusiera Brahms, en una muy personal versión, quizá caracterizada por un tempo ligero en demasía, teniendo en cuenta las indicaciones metronómicas que el compositor hamburgués especificó en la partitura de ambas, Allegro molto y Allegro, respectivamente, y que, aun con una dirección clara y depurada a lo largo de todo el concierto, su efusividad en los movimientos pudo parecer un tanto excesiva, lo que no desmereció este extraordinario comienzo del Festival.