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Crítica musical

Soledad Atienza Valero

Eterno Jesús Bárez. In memoriam

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Era completamente inconcebible que nuestro querido Jesús Bárez no tuviera su homenaje en esta edición del Festival, la primera en la que lamentamos su ausencia tras su fallecimiento el pasado 8 de febrero. Las emotivas palabras del Diputado nacional y Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de la capital soriana, Luis Rey, preludiaron el concierto de la tarde del viernes, emocionadas palabras que, sin ninguna duda, suscribimos todos aquéllos que, en mayor o menor medida, tuvimos la gran fortuna de conocer a Jesús. No quisieron perderse este tributo su inseparable y querida compañera, Nieves, así como los dos hijos de ambos, Sergio y Pablo, a esta personalidad que tanto ha hecho por Soria y su cultura, cuya obra ha quedado inacabada, pero con un legado que permanece.

Precisamente, esa idea de obra inconclusa es la que confería cohesión al programa del pasado viernes, con la Sinfonía nº. 8 en Si menor, D 759, “Inacabada”, de Franz Schubert, y de la cual únicamente compuso dos movimientos, y el Réquiem en Re menor, K. 626, de Wolfgang Amadeus Mozart, que el genio salzburgués no pudo finalizar debido a su prematuro fallecimiento, y una de las composiciones más emblemáticas de la Historia de la Música, en esta ocasión en la reorquestación efectuada por Richard Maunder.

La interpretación corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Navarra, bajo la batuta de su director titular, Perry So, y la participación del Orfeón Pamplonés, a cargo de Ígor Ijurra, en el Réquiem. En lo que respecta a la orquesta, si bien es verdad que se produjeron ciertos desajustes en algunas entradas y leves problemas de afinación puntuales, como el acorde inicial de la “Inacabada” en el viento madera, en líneas generales, la interpretación fue correcta, alcanzando, en otros momentos, y en contrapartida, una gran calidad en la ejecución. Por otra parte, se puede establecer un paralelismo con la intervención del Orfeón en el Réquiem, dado que, aun con pequeños problemas similares en algunas entradas y de afinación, como en el caso de las sopranos en el Confutatis, esta agrupación logró elevadas cotas de expresión. No obstante, hemos de tener en cuenta que el espacio del escenario de la sala “Odón Alonso” no favorece a formaciones tan numerosas como la que pudimos escuchar en este concierto, puesto que no resulta cómodo para los intérpretes, lo cual puede repercutir en la interpretación.

En lo que respecta a los cuatro solistas vocales que intervinieron en el Réquiem, Sofía Esparza (soprano), Beatriz Oleaga (mezzosoprano), José Luis Sola (tenor), y David Cervera (bajo), cumplieron su papel a la perfección, totalmente empastados y compenetrados entre sí. Por otro lado, el trombón solista en el Tuba mirum también tuvo una intervención certera.

En cuanto a Perry So destacó por su energía y claridad en la dirección, con unos tempi ligeramente rápidos en algunos de los números del Réquiem, pero para nada fuera del contexto de la obra mozartiana. Entre éstos, mención especial merece el Rex tremendae, ágil a la par que incisivo, ya no sólo en el tempo, sino también en la precisa dicción del Orfeón, y en perfecta sintonía con el texto, así como en otras de las partes más dramáticas, como en el caso del Dies irae. Esta fuerza y vivacidad en la batuta cristalizó en tutti potentes en los momentos climáticos de ambas obras, lo que derivó en una prolongada ovación final, en la cual, tanto los solistas vocales como ambos directores, agradecieron estos aplausos con varias salidas de nuevo al escenario.

Sin duda, una gran conmemoración para una figura imperecedera. Gracias por tanto, Jesús.