Crítica Musical
Concierto de clausura FOMS: Mnozil Brass
La 32ª del Otoño Musical Soriano llegaba a su fin el pasado viernes, después de tres semanas de conciertos y actividades, de la mano de Mnozil Brass. Para este evento, el principal auditorio de la capital dio la bienvenida a esta agrupación austriaca con la totalidad de sus localidades vendidas, siendo uno de los conciertos más demandados de este Festival que ya termina, y con un ambiente festivo, en consonancia con el espectáculo que se prometía. El ensemble de instrumentos de viento metal presentaba un programa conmemorativo de sus treinta años en los escenarios, Jubilée! 30 años de Mnozil Brass, y visitaba Soria diez años después de su primera intervención en el Festival, justamente cuando celebraban su vigésimo aniversario.
Si tuviéramos que resumir con dos palabras lo presenciado en la tarde del viernes éstas serían calidad y diversión, y es que la tónica general fue el gran contenido humorístico que entusiasmó al público en las dos horas ininterrumpidas de espectáculo, en las que los integrantes de este ensemble de viento metal, Thomas Gansch, Robert Rother y Roman Rindberger a la trompeta, Leonhard Paul, Gerhard Füßl y Zoltan Kiss al trombón (Paul también a la trompeta baja), y Wilfried Brandstötter, a la tuba, dieron muestra de sus dotes interpretativas, virtuosísticas además, pero no únicamente con sus respectivos instrumentos, sino que también cantaron y actuaron, con una puesta en escena que emanaba alegría y buen ambiente. En cuanto a la calidad, tanto técnica como musicalmente, sólo podemos indicar que son increíbles y resulta extraordinario que siete instrumentos sean capaces de llenar, con su masa sonora, una sala de conciertos de la manera en la que ellos lo consiguen: fuerte, muy fuerte, pero nunca con un sonido descontrolado o grotesco, sino que siempre están perfectamente empastados y afinados, aunque, igualmente, no podemos dejar de hacer mención a los momentos más líricos y delicados.
En cuanto al programa en sí, lo más significativo fue la alternancia entre un repertorio más clásico, como la “Danza de los Caballeros”, del ballet Romeo y Julieta, de Serguéi Prokófiev, o el último movimiento de El Verano, incluido en el conjunto de los conciertos para violín que comprenden las “Cuatro Estaciones”, de Antonio Vivaldi, junto a otras pertenecientes al mundo del rock, como The final Countdown, de la banda Europe, o Highway to Hell, Hell bells o Back in Black, de AC/DC, todas ellas arregladas por Gansch y Paul. Pero, sin duda, el plato fuerte, y que arrancó las carcajadas a los allí congregados, llegó con el
número final, un clásico de este septeto de metales, que ya pudimos presenciar en 2014, en el cual, el trombonista Leonhard Paul, sentado en una silla, es el encargado de digitar con cada una de sus manos las trompetas de Thomas Gansch y Robert Rother, mientras éstos tocan, y de los trombones de Gerhard Füßl y Zoltan Kiss, pero moviendo la vara con cada uno de sus pies, sobre una base del tuba Wilfried Brandstötter, y con Roman Rindberger que aparece en escena para retirar y volver a incluir la silla sobre la que está sentado Paul, mientras éste se apoya en sus dos compañeros trombonistas.
Un final apoteósico para esta 32ª edición del Festival que no defraudó a los asistentes, un público más variopinto de lo habitual en otros conciertos, dadas las características del espectáculo, que despidió en pie prácticamente en su totalidad a esta agrupación, y, por lo tanto, al Otoño Musical Soriano hasta su próxima edición, ya en 2025.