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Editorial

León y Burgos, ante su propio reto y exigencia de implantar Medicina

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La junta, en consenso con los rectores de las cuatro universidades públicas de Castilla y León, ha hecho lo que tenía que haber hecho hace tiempo, aceptar el órdago del victimismo y lloriqueo constante de las universidades de León y de Burgos para instaurar en sus aulas los estudios de Medicina. Y esta vez no se ha andado con zarandajas. No lo ha fiado a largo plazo. Lo ha puesto a la vuelta de la esquina. Si León y Burgos quieren y tienen los mimbres en 2026, dentro de dos años los primeros futuros médicos empezarán en sus aulas. Es de suponer que tienen los mimbres y las capacidades, después de años y años a la Junta rogando. Estaría bueno que ahora pusieran excusas para retrasar la puesta en marcha o no tuvieran un proyecto serio, riguroso y fiable.

A cambio, las universidades de Valladolid y Salamanca han cosechado la autorización para implantar Farmacia en el campus pucelano y Veterinaria en el charro. De lo que no se puede albergar duda alguna es que estas dos lo van a hacer. Eran grados codiciados por ambas para fortalecer sus estudios en el ámbito de la salud y la sanidad. Es decir, de este acuerdo de las nuevas facultades de Medicina en la Comunidad, saldrán fortalecidas sin ningún género de dudas las dos universidades que ya las tienen. Las de León y Burgos tienen mucho camino por delante para bregar. Lo primero que tienen que conseguir es contar con equipos docentes de calidad para que sus estudios estén a la altura de las dos veteranas facultades que ya existen. Pero ya no tienen excusa para el lloriqueo porque la Junta, con su presidente a la cabeza, les ha aceptado el órdago, en el seno de un consenso de rectores nada fácil de alcanzar y que se ha ido labrando con prudencia y con tiempo antes, mucho antes, del encuentro. Sea como sea, y más allá de las crítica improductiva, ha sido Mañueco el presidente que ha autorizado la implantación de las facultades de Medicina en León y Burgos. Y eso que es salmantino. Lo cual no le hace nada sospechoso. A la oposición no le queda otra que reconocerlo, aunque le cueste. Porque la realidad es más tozuda que la retórica cansina.

Vamos a ver ahora si las universidades de León y Burgos están a la altura de sus propias exigencias. De momento, no consta que cuenten con un proyecto ni una hoja de ruta clara y eficiente para la puesta en marcha de los estudios. El tiempo les apremia. Vamos a ver si están a la altura o han sido víctimas de su propio victimismo. Cualquier jugador de mus sabe que el riesgo de los órdagos reside en que te los acepten.