Heraldo-Diario de Soria

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El 15 de junio de 1990 fallecía asesinado en Valladolid el coronel del Ejército, Manuel López Muñoz. Un comando del GRAPO esperaba en la puerta de su domicilio al militar hace ahora 34 años y tras varios disparos acababa con su vida a primera hora de la mañana. El pasado miércoles, el ayuntamiento de Valladolid y por boca de su alcalde, anunciaba que una plaza en la capital de la comunidad autónoma llevará el nombre de esta víctima del terrorismo. Carambolas de la vida, hicieron que uno de los hijos del coronel asesinado terminara echando raíces en Soria, convirtiéndose así en un soriano más y en un buen amigo del que esto escribe. Manuel López Represa, fue Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León en Soria con los últimos gobiernos de Juan Vicente Herrera. Casualmente hace unos meses, Manolo, que es como sus amigos lo llamamos, participaba en unas jornadas educativas bajo el lema: “Testimonio de Víctimas de Terrorismo en las Aulas”.  Un programa educativo del gobierno regional que pretende acercar a los jóvenes el testimonio y vivencias de víctimas del terrorismo en nuestra región. Centros educativos de San Leonardo de Yagüe, Almazán o la propia capital, fueron testigos de ese testimonio tan necesario en nuestros días. Hoy muchos jóvenes desconocen que la barbarie terrorista ha hecho mucho daño en nuestro país. Y no hace tanto tiempo, aunque no lo parezca. El testimonio de Manolo, a buen seguro, habrá despertado la conciencia de muchos estudiantes sorianos que quizás jamás habían oído hablar de los momentos más oscuros y sombríos de nuestra democracia. Familias rotas por el zarpazo de la peor cara del ser humano no pueden ni deberían caer jamás en el olvido. Desgraciadamente, estos últimos días hemos asistido a una nueva infamia contra la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas del terrorismo y que deberían, por encima de todo, prevalecer en nuestro marco constitucional. El gobierno de España, conformado por un conglomerado de hienas sedientas de su trozo de carne, ha decidido traspasar una línea roja más, posibilitando —para mantenerse en el poder—, la salida anticipada de quienes tanto terror y sangre derramaron por suelo español. Vergonzosos sucesos éstos, no solo para las víctimas, sino para cualquier español de bien que ve —que vemos—, cómo la degradación más absoluta se ha colado en las instituciones del Estado dejando a su paso un olor nauseabundo a cloaca. Una plaza, una calle o un monumento a las víctimas, es siempre una forma de honrar su memoria y la de sus familiares. Pero si a este reconocimiento no le sumamos el de mantener la dignidad de su recuerdo intacto —y además algunos equiparan con medidas capciosas y miserables a los verdugos con las víctimas—, el daño será irreparable y moralmente imperdonable. MEMORIA, DIGNIDAD Y JUSTICIA. Todo lo demás, sobra.

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