SOCIEDAD
Una animación de leyenda
La tétrica historia de las ánimas becquerianas vuelve a la vida acompañada de recreación histórica, fuego y cientos de sorianos para llenar de misterio las márgenes del Duero
Soria revivió ayer la Noche de las Ánimas con toques ‘becquerianos’, medievales, tenebrosos y festivos. Cientos de personas acudieron primero el Rincón de Bécquer y después a la orilla del Duero para disfrutar de un festival que cumplió su trigésima edición mostrándose más arropado que nunca. Sólo un carro que acabó ardiendo en Mariano Granados rompió el guión de una noche de misterio, aunque gracias a los extintores de un local cercano todo quedó en anécdota.
La actividad comenzó con un pasacalles que partió desde la fuente metálica en la que se recuerdan los versos de Bécquer en su rincón homónimo. La mesnada de Oria Dauria caldeó el ambiente demostrando su pericia con las armas en una recreación histórica.
Monjes y títeres pusieron en marcha a la comitiva, no exenta de guiños templarios y acompañada por músicos de folk. A falta de tañedores de vihuela, las dulzainas y la percusión manual fueron trasladando a los presentes hacia el ‘padre’ Duero a través de las calles primigenias de Soria.
Una vez en el río, el propio Gustavo Adolfo en carne revivida dio la bienvenida a los sorianos en un enclave de agua, poesías y leyendas. Tras de sí, un coro gregoriano fue dotando de solemnidad al acto con sus armonías propias de otra época, conjugando con la imagen de los grupos de animación y dejando ecos de tiempos lejanos cerca del monasterio de San Juan de Duero.
Obviamente no podía faltar la lectura de la ‘Leyenda del Monte de las Ánimas’, en esta ocasión en la voz de Miguel Ángel Jenner. Para quienes gustan del cine doblado al castellano, enseguida reconocieron en su dicción a Jean Reno, Samuel L. Jackson o incluso al entrañable Pumba de ‘El Rey León’, aunque esta vez mutados en lúgubres renglones de unos de los representantes por excelencia del romanticismo. En un ambiente con toques tétricos, aunque este año bastante más cálido de lo habitual, los caprichos de Beatriz desfilaron junto a la desventura de Alonso. La semana que viene se cumplirán 155 años de la publicación de la leyenda, pero aún hoy -o mejor dicho ayer- es capaz de sobrecoger.
«La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria», comenzó el relato. «Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice».
Hay quien sospecha que de hecho Bécquer se inspiró en la tradición oral previa, y que de hecho la historia de las ánimas tiene raíces aún más sorianas de lo que parece. «Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche». El resto, mejor leerlo... o escucharlo a orillas del Duero.
Con algún brazo en carne de gallina y no precisamente por frío se procedió a preparar las ascuas para que los más valientes pudiesen saltar el fuego ritual para despertar unas horas antes de lo estipulado a las almas de los templarios. La luz volvió al Duero y con ella las ánimas regresaron a su monte y los cuerpos a su casa, que la prosaica vuelta al día a día aguardaba para la jornada de hoy.