Heraldo-Diario de Soria

CULTURA

Los monjes de San Juan de Duero reviven con Oria Dauria

La asociación ofrece la primera de las dos recreaciones históricas para este puente

Un arquero afina su puntería a orillas del Duero.-MARÍA FERRER

Un arquero afina su puntería a orillas del Duero.-MARÍA FERRER

Publicado por
Antonio Carrillo
Soria

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Las voces de los Templarios (y de algún Hospitalario a tenor de sus cruces) resonaron de nuevo ayer en las inmediaciones del monasterio de San Juan de Duero de la mano de la asociación de recreación histórica Oria Dauria. Gracias a un campamento instalado es sus inmediaciones -la edificación original no guarnece como antes- se pudo mostrar al público con rigor cómo pudo ser la vida y la guerra en aquella época, si es que alguna vez se desligaron en la orden de los monjes guerreros.

Si la Noche de las Ánimas la leyenda de Bécquer ya había recordado a los antiguos moradores de las márgenes, ayer fue la historia quien los trajo de nuevo a la vida. Ataviados con las capas blancas de su orden y protegidos por sus cruces, desiguales entre monjes como a buen seguro fueron marcadas hace siglos, los actores combinaron explicaciones, recreaciones e incluso talleres de tiro con arco para que la actividad fuese aún más entretenida.

Arropados al comenzar la jornada por una mística neblina, numerosos sorianos y turistas desafiaron al fresco mañanero formando un primer grupo de más de medio centenar de personas. Hubo incluso visitantes que se vieron gratamente sorprendidos por la actividad y pospusieron hora y media su visita a los arcos de San Juan de Duero para empaparse primero de la historia de sus moradores de una forma muy gráfica.

La cita, que tendrá un nuevo pase mañana, estuvo organizada por el Ayuntamiento de Soria en colaboración con la Asociación Oria Dauria y la Asociación de Esgrima Antigua. El objetivo fue acercar una representación histórica de las órdenes militares vinculadas a este enclave junto al monasterio de San Juan de Duero a modo de campamento de custodia.

Con ello se pretendía es aprovechar estas fechas de mayor presencia de visitantes para incrementar la oferta turística y paralelamente ofrecer a los sorianos actividades complementarias para estos días festivos en las que se unió la vistosidad con el rigor histórico y la pedagogía sobre las raíces de la ciudad. El campamento estuvo formado por un destacamento de una decena de personas que representaron una vigilancia in situ del acceso al convento ayudando al paso al templo a peregrinos y defendiendo la ciudad y el camino del ataque de salteadores.

La recreación configuró varias carpas a modo de estancias en las que los soldados pudieron protegerse, calentarse, preparan los alimentos, guardar sus armas o velar por la seguridad del monasterio. Nueve siglos después de su construcción y tres desde que sus últimos moradores lo dejasen, la vida cotidiana regresó al Duero.

Para aprovechar todo el despliegue se realizaron diversas actividades y recreaciones correspondientes a la rutina en un campamento de una orden militar, como los entrenamientos con armas -esta vez no había enemigos-, los momentos de esparcimiento o la hora de la comida.

Tampoco faltó el tiro con arco, una de las escasas armas que siguen generando afición en Soria desde aquella época, si bien las poleas actuales y la fibra de carbono volvieron a convertirse en maderas y cordajes, con puntas bastante más romas, que las carga el diablo.

Los monjes guerreros siguieron encandilando a los visitantes hasta que cayó la noche y tocó retirarse a reposar. Detrás quedaban cientos de fotografías, otros tantos visitantes y sorianos ilustrados, y la recuperación de un pasado del que aún hoy Soria se muestra orgullosa ante sus turistas.

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