Esclavos del móvil
Castilla y León es la sexta comunidad con más casos de uso problemáticos de teléfonos móviles según un estudio de un grupo de científicos especializados en salud mental / «Cuando me siento mal, cojo el teléfono para sentirme mejor»; «me preocupo si no estoy disponible, me siento perdido», reconocen algunos
Si se termina la batería del móvil y empieza a ponerse nervioso; si al tener el teléfono móvil apagado siente «miedo a estar perdido» o se preocupa cuando no está disponible, tiene un problema.
Cada vez son más los usuarios esclavos de sus dispositivos móviles. Un último estudio revela que uno de cada cuatro castellanos y leoneses hace un «uso problemático» de su teléfono. Este mal empleo «ha aumentado de forma alarmante en los últimos 10 años», según alerta la investigación efectuada por un conjunto de científicos especializados en salud mental y publicada en revistas internacionales, como Plos One.
La conclusión fundamental es que «se produce un uso anómalo e indebido, que existen indicios de que [el móvil] provoca en mucha gente el ansia desesperada o la necesidad compulsiva de utilizarlo e implica una pérdida del control de uso».
El panorama nacional dibujado por estas investigaciones sitúa a Castilla y León como la sexta Comunidad con más población que mantiene «una relación anómala» con su dispositivo. Un 24,5% se encontraría en esta franja crítica, aunque de éstos sólo el 8% padece realmente una situación problemática y un 16% presentarían varios factores que los colocan en una posición de riesgo. Únicamente uno de cada diez usuarios se confiesa ocasional.
La distribución por comunidades deja a Extremadura como el territorio con más incidencia de este problema, al contar con un 30,8% de los usuarios que efectúan un uso excesivo de su terminal, mientras que en segunda posición se encuentra Castilla-La Mancha, seguida de Andalucía, Galicia y Murcia.
En el otro extremo, en el de las comunidades libres de usuarios compulsivos y dependientes del teléfono, aparecen La Rioja, Baleares y Cantabria, como se observa en la infografía que acompaña a esta información.
Castilla y León también se encuentra en el grupo de las zonas más enganchas que la media nacional, donde este mal uso ‘sólo’ afecta a una de cada cinco personas.
Uno de los autores, Fernando Rodríguez, coordinador de la Red de Trastornos Adictivos del Instituto de Salud Carlos III y profesor de máster sobre drogodependencias en la Universidad Complutense de Madrid, precisa que los datos para este análisis se tomaron con «proporcionalidad geográfica al tamaño de la población de cada una». y avanza que su labor de profundización continuará con sucesivos estudios que analizarán más variables para desentrañar nuestra relación con la tecnología telefónica.
Lo que ya aprecian es que para el 25% de castellanos y leoneses señalados en este análisis «nunca hay tiempo suficiente para el teléfono, cuando se siente mal coge el teléfono para sentirse mejor, le quita horas de sueño, se preocupa si no está disponible y se siente perdido», según revelan los propios encuestados.
Fernando Rodríguez indica «el teléfono ha penetrado en la vida de estas personas haciendo que ésta gire alrededor de él de una manera que no coincide con la de la mayoría».
Entre los factores analizados están distintas variables, como «los pensamientos recurrentes, el uso excesivo, las alteraciones del humor cuando un terminal de datos no está disponible, problemas o perturbaciones en la vida cotidiana», todos ligados al abuso del teléfono. Pero hay más.
Para dirimir si existe «pérdida de control», se fijan en si el móvil causa «problemas derivados del abandono progresivo de las actividades, o si de convierte en un recurso para compensar un estado de ánimo».
En un contexto en el que la vida virtual de algunos les roba varias horas al día, los autores vinculan estos hábitos a la necesidad de estar conectados, de sentirse incluidos, por «el deseo inducido por el contexto social».
Explica Rodríguez que han hallado una relación directa con algunos rasgos. Los estudios determinaron que entre las personas que utilizan de modo preocupante su teléfono se encuentra con frecuencia cuadros de «ansiedad, depresión, consumo de alcohol o impulsividad».
Sobre las características distintivas de quienes viven más enganchados a su dispositivo, explica que la edad resulta fundamental y son los que se encuentran en la horquilla de los 16 a los 25 años quienes más responden a este perfil.
De hecho, Rodríguez apunta a que en muchas ocasiones esto genera conflictos en el ámbito familiar, sobre todo con los adolescentes, «que pueden estar conectados a todas horas», y asegura que «hay que dar voz a los padres porque muchos sufren disputas continuas. «El límite en la utilización en las horas de uso puede generar enfrentamientos entre progenitores y menores».
Otro de los hallazgos de este estudio consiste en la relación inversamente proporcional al nivel educativo. «Hace unos años, cuando aparecieron estos teléfonos quienes tenían mayor poder adquisitivo accedían a ellos, y a menudo el mayor poder adquisitivo suponía mayor nivel de estudios. Era un factor de vulnerabilidad que tus padres los tuvieran».
Sin embargo, Fernando Rodríguez reconoce que en la actualidad esto ha cambiado y «hay más acceso y más facilidad de tener un terminada de calidad».
En sintonía, uno de los estudios recoge que «el nivel de educación mantiene una relación inversa, en la que la educación superior disminuye la probabilidad de uso problemático de teléfonos, en comparación con niveles educativos más bajos».
Estas investigaciones no encuentran resultados del todo concluyentes respecto al género –aspecto en el que profundizarán en próximos proyectos–, pero sí apuntan que «ser hombre, tener un nivel de educación más bajo, usar el teléfono con una tasa diaria más alta en horas y tener una edad de hasta 35 años aumenta la probabilidad de ser un usuario problemático». Rodríguez añade que el tipo de aplicación influye porque «la mujer es más de chatear y el varón más de hablar».
Pese a estas conclusiones que alertan de una situación que puede causar «problemas de salud y sociales», Rodríguez descarta que se deba «demonizar la tecnología, igual que no se demoniza una copa de vino, pero su consumo inadecuado, sí». «Es beneficiosa, pero requiere de un control y una formación, sobre todo si hablamos de menores. Si no somos capaces de educar en su uso, pagaremos las consecuencias», advierte. «El caballo de batalla es que el teléfono es un elemento que irrumpe en la vida cotidiana, pero la tecnología es necesaria».
Los objetivos que da por cumplidos esta investigación pasan por determinar la «prevalencia de usuarios problemáticos y su distribución en el país», por tener una visión de la dimensión de este asunto, y por «demostrar que el problema está ahí, que se puede estudiar y llegar a tener un control antes de que se desmadre aún más», señala Rodríguez.
El abuso del móvil no está reconocido como una adicción y son muchos los facultativos que indican que no debe emplearse esos términos. Sin embargo, Rodríguez indica que en el momento actual resulta «necesario que se realicen estudios en diferentes países para aclarar si es una adicción o sólo un comportamiento anómalo». Pese a la controversia al respecto, este experto en adicciones añade que «lo que está claro es que si a algo se parece este problema es a una adicción».
Los cuatro estudios están rubricados, además de por Fernando Rodríguez, por José de Sola, psicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Hernán Talledo, de la Universidad San Ignacio de Loyola de Lima (Perú) y Gabriel Rubio, psiquiatra del hospital
universitario 12 de Octubre de Madrid.