EDUCACIÓN
Los comedores escolares reducen a la mitad sus desperdicios con su proyecto
Cada comensal tiró a la basura de media 15 gramos de comida al día tras el trabajo de concienciación que ha realizado Ausolan Igmo para promover un consumo responsable
El proyecto educativo que ha llevado a cabo la empresa Ausolan Igmo en los 18 comedores que gestiona en la provincia para promover un consumo racional y responsable de los alimentos ha conseguido rebajar a la mitad sus desperdicios, y al finalizar el estudio se situó la tasa de despilfarro en el 8% frente al 15% de antes. La coordinadora de centros de Soria de Ausolan Igmo, Chiara de Luca, cree que se trata de un trabajo de concienciación que se debe aplicar en los comedores desde el principio de curso para incidir más en los comensales y reducir los desperdicios a todos los niveles de la cadena, desde que el alimento entra en la cocina hasta que se sirve en el plato. Y es que lo que se ha comprobado con el proyecto es que en el comedor escolar el despilfarro de alimentos está relacionado con el hecho de que la comida se sirve pero luego no es consumida.
«La primera labor de concienciación se ha dirigido a los 1.400 comensales que acuden diariamente a los 18 comedores que gestionamos, y al término de las actividades hemos comprobado que la mayoría han intentado terminar lo que se les echaba en sus platos», explica De Luca. Así, en unas instalaciones para 140 escolares se ha obtenido una media diaria de 15 gramos por persona, teniendo en cuenta un menú de unos 80 gramos del primer plato y de 150 gramos del segundo, más otros 125 gramos de una pieza de fruta o un lácteo. Aunque la coordinadora de centros valoró la cifra como muy positiva, su reto es minimizar aún más los desperdicios. Lo cierto es que el menú influye y mucho en la comida que se tira. Un día de sopa con fideos y albóndigas apenas quedan seis gramos de desperdicio en el plato; sin embargo, cuando hay crema de verduras y pescado, el derroche se multiplica por cuatro y se eleva hasta los 24 gramos por comensal. El problema es que los menús están muy limitados por la Junta de Castilla y León en el pliego de condiciones de la adjudicación, señala Chiara de Luca, de modo que es muy difícil variar los alimentos. Sí cree que se puede incidir en modificar su elaboración, pero eso queda ya de tarea pendiente para el curso que viene.
Además, si se consigue ampliar en el tiempo el proyecto educativo se puede incidir también en los pedidos a los proveedores, algo que en los quince días no se ha notado. «Con más plazo se puede reprogramar las peticiones de los alimentos para evitar en este sentido comprar menos», añade la coordinadora de centros.
Esta actuación se enmarca dentro de un convenio que firmó a finales del año pasado la Consejería de Educación con todas las empresas adjudicatarias de los comedores escolares de los centros públicos para llevar a cabo actuaciones que contribuyan a reducir los desperdicios alimentarios, todo aquello que se desaprovecha a pesar de tener todavía valor como recurso nutritivo para las personas. Son tanto todos aquellos restos de comida que tiramos como los que se echan a perder o se caducan en la nevera y no hemos podido consumir. Pero en un contexto actual, donde cerca de mil millones de personas padecen hambre en todo el mundo el derroche alimentario supone un grave impacto social y económico que todos los agentes sociales quieren evitar. Se trata de concienciar al personal de la empresa, profesorado, alumnado y a sus familiares de la importancia de reducir la cantidad de desperdicios desde la sensibilización, para lograr un cambio de hábitos de consumo. «Hemos hecho ver a los niños la importancia de que se terminen lo que se les pone en el plato. Se tienen que concienciar de que aunque no les guste tienen que comérselo porque hay muchos niños que no tienen nada para comer, quieran o no».
De Luca indicó también que hay otra parte de desperdicios que se generan por las bajas en el número de comensales sin previo aviso a la organización, pese a que en cada reunión de los comedores escolares con los padres los centros insisten en recordar. De este modo, también se pueden realizar los pedidos ajustándose al número de comensales y a la plantilla de menús, rotar y aprovechar los productos almacenados en la despensa o nevera para no tirar por caducidad o en mal estado, concienciar a los proveedores para que sirvan las cantidades pedidas en buena conservación y traslado de los productos, adecuar los gramajes y las raciones a las necesidades concretas de cada niño e incluso apoyar programas de sensibilización en torno a una compra racional y formación de los consumidores en los propios colegios.