EL LADO OCULTO
Lo oculto en La Merced no es sólo Tirso de Molina
Esculturas, cuadros y retablos desaparecieron del convento de Almazán donde se supone están los restos del fraile
Lo afirman las crónicas históricas de la villa y publicaciones que trascienden lo local: Tirso de Molina falleció en Almazán y sus restos descasan en el convento de La Merced. ¿Dónde? No se sabe. «Mañana mismo comenzaba a buscarlos si me dejaran». Las palabras del alcalde (ex delPP y Cs y hoy no adscrito), José Antonio de Miguel, pueden sonar a chanza pero no lo son. El comentario del dirigente municipal es una caricia a la mucha proyección que supondría para la villa encontrar los restos del padre Gabriel Téllez, del que este año se cumplen 370 años de su fallecimiento. Sus restos no es lo único que permanece sumido no se sabe dónde, aunque no en el olvido. Esculturas, retablos, cuadros y otros enseres que conformaban el patrimonio histórico artístico del convento están en paradero desconocido. Así lo hace constar el cronista de la villa, José Ángel Márquez, en uno de los artículos que ha escrito en torno al convento de La Merced, creado al amparo de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de cautivos, que también este año está de aniversario: ocho siglos se cumplen en este 2018 de su función, tal y como recordaba Márquez en un sesudo reportaje publicado en el especial de fiestas de Almazán con motivo de la Bajada.
La desaparición y dispersión del patrimonio histórico del Convento de La Merced de Almazán es una pormenorizada exposición sobre la historia del convento en la villa, desde su creación documentada en el año 1299. Los monjes se asentaron en un solar cercano al Duero en lo que luego se fue convirtiendo en un complejo con edificios monásticos, coro, iglesia, huertas... «Durante siglos la comunidad vivió tranquila en la paz de claustro, dedicada a rendir culto a Santa maría de la Merced, y a recabar donativos para liberar presos», relata Márquez en su artículo que sitúa en el siglo XVII el momento en que los frailes emprenden una ardua tarea de renovación monástica de todo el edificio «borrando todo rastro de construcción medieval».
La actuación comenzó a principios de 1629 con la concesión de permisos necesarios «para vender una hacienda en el camino de Tejerizas para financiar la obra, encargada al afamado maestro de obra Martín Solano». El nuevo convento sería mucho más grande que el anterior. Fue en el siglo XVIII en que la orden alcanzó con la iglesia y el convento de Almazán su «máxima prosperidad», hasta que en el año 1839 comienzan a subastarse las propiedades de los mercedarios. Algo más de un siglo después, en 1949, el Estado adquirió lo que quedaba por vender, la iglesia, parte del coro, el claustro y el patio...
El artículo se detiene en los bienes muebles de todo el conjunto y las obras que un día hubo en él, citando fuentes en todo momento, en el ánimo de «perseguir y desvelar el paradero de algunas esculturas, retablos, cuadros y otros enseres que conformaban el patrimonio histórico-artístico del convento». Parte del mismo se localiza en templos de la villa, otra parte, ilocalizable. Vano intento el del cronista en dar con él; no así la divulgación que hace el autor de la historia del convento y sus bienes en el año de las conmemoraciones antes citadas, la única reseña en este sentido publicada.