Heraldo-Diario de Soria

Secretario General de Podemos CyL y candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León

El desafío de la repoblación

Publicado por
Pablo Fernández
Soria

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LOSDATOS DEMOGRÁFICOS de Castilla y León hace tiempo que son escalofriantes, en su interminable descenso. La Comunidad agoniza en su conjunto, con algunas provincias en situación casi de no retorno. No voy a dar números, porque son sobradamente conocidos y todos sabemos la salud demográfica concreta de nuestra ciudad o pueblo o provincia. Las estadísticas de población, implacables, están al alcance de cualquiera, en internet, a tiro de clic y de ratón. Y son tan unidireccionales (solo hacia abajo, sin picos de subida) que se entiende muy mal la indiferencia hacia el fenómeno de los distintos niveles de gobierno. La despoblación, que no solo afecta a Castilla y León, sino a buena parte del territorio español en su conjunto, es el mayor y más grave de nuestros desequilibrios. Pero, y este es el gran drama detrás del drama, no parece preocupar gran cosa a los gobernantes. La razón (o sinrazón) es sencilla: «no tiene solución». Desde las alturas de los despachos enmoquetados y los informes macroeconómicos; desde los centros de poder apiñados en la escasa pero poderosa España próspera (Madrid y poco más de media docena de otras grandes ciudades, el litoral levantino y catalán; etc.) lo que se ve es un país ficticio y reducido a cifras que muestran pujanza y desarrollo, con los altibajos propios de cualquier economía occidental. Desde ahí arriba, desde esa ficción macroeconómica, la despoblación viene a ser como un fenómeno climatológico adverso concentrado «solo» en la España que sobra, que ya no es necesaria, que se ha quedado obsoleta en el nuevo orden económico del siglo XXI. Eso y no otra cosa explica la pasividad de las diferentes Administraciones ante la inmensa tragedia colectiva que es la despoblación de áreas cada vez más extensas del país y de Comunidades casi al completo, como Castilla y León. Lo que debería ser emergencia a todos los niveles y prioridad absoluta de cualquier gobierno, se queda en preocupación aparente que se despacha con generalidades o creación de figuras sin contenido o vistosos planes sin la más mínima concreción.

Pues bien, si queremos afrontar la despoblación en serio, sin retóricas huecas o propuestas sin contenido, lo primero es reconocer el drama en toda su dimensión. Y lo segundo examinar con frialdad las causas que la producen. Solo así será posible frenarla, anularla, revertirla y poner en pie otro tipo de políticas que nos permitan empezar a hablar de repoblación, como única forma de acabar y dar la vuelta a la presente agonía demográfica. Para empezar, la despoblación no tiene nada de fenómeno natural, o histórico, o «atmosférico». No es verdad, contra lo que quieren creer los gobernantes viejos (de ideas), que los pueblos (y las ciudades pequeñas) mueran porque ya no tienen sentido económico, porque todos queremos vivir en las ciudades grandes y porque solo en estas es posible hallar sustento y salarios. Mírense los países de nuestro entorno. ¿Sufre la federal y descentralizada Alemania la despoblación galopante de grandes áreas o regiones? ¿Han oído que eso pase en Francia, país más centralista y jacobino? ¿Y en Reino Unido, Suiza, Dinamarca…? Ojo, no niego que haya zonas en riesgo de despoblación en cualquiera de estos países. Las tierras altas de Escocia, por ejemplo, sufren el fenómeno, y desde hace décadas mantienen programas especiales (y exitosos) para combatirla. Y Suiza mantiene su ganadería de montaña gracias a una serie de ayudas e incentivos para que los ganaderos no se desanimen ni se vayan. Pero no sé de ningún país desarrollado que tenga en despoblación galopante zonas geográficas tan extensas como Castilla y León, o como la «España vacía» en su conjunto. Y lo que es peor: sin hacer nada. Ningún país que sea desarrollado, repito. Por desgracia, entre los países pobres sí abundan dramas como el nuestro. ¿O por qué creen que tantos y tantos se juegan la vida cada día cruzando el océano en patera, si no es porque se han quedado sin lugar de origen y sin tierra que pueda sustentarlos?

Nuestro problema y la causa primera de tanta despoblación es la suma de dos fatalidades: una economía dominante sustancialmente deshumanizada y una casta política de ínfima categoría. La primera es eso que se viene llamando neoliberalismo, aunque ultraliberalismo sería un término más adecuado. Esta teoría económica, ferozmente ideológica, que hoy domina el mundo desarrollado, busca la maximización de beneficios para cualquier gasto o inversión. Los máximos beneficios se obtienen, con igual inversión, allí donde hay más gente concentrada. Eso lleva a que las grandes empresas tiendan a instalarse en los grandes focos de desarrollo y en las mayores concentraciones de gente. Si a ese fenómeno añades unos políticos que no quieren, no pueden o no saben, paliar los efectos negativos de esas progresiva concentración; y que, a mayores, deciden amplificarlo invirtiendo la mayor parte del dinero público en las mismas zonas «porque socialmente es más rentable»; y que dejan sin servicios básicos esenciales las zonas menos pobladas (ni Sanidad, ni Educación, ni Internet, ni medios de transporte)… Pues dos y dos son cuatro. Basta con que ambas políticas, la económica y la cortoplacista y miope de los gobernantes, se extienda en el tiempo para que el colapso demográfico sea un hecho en las áreas menos pobladas y por tanto «menos rentables» tanto para los grandes negociantes como para los pescadores de votos.

Ha llegado el momento de decir basta, de dar un golpe en la mesa, de alzar la voz y utilizar el voto. Se acabó la resignación. La despoblación tiene causas y se pueden erradicar. Es posible, es deseable y es imprescindible otra política económica que ponga en su centro, no la obtención de beneficios sin límite, sino a las personas de esta Comunidad, de la España vaciada en general. De hecho, las empresas responsables saben desde siempre que solo con las personas (o clientes) en su punto de mira preferente hay futuro para su negocio y para la vida en general. Por ello con otros políticos al frente, que sepan modular inversiones, aplicar incentivos y pensar en todos a la vez, estoy seguro de que podría empezar a revertirse la primera de las causas de la despoblación. Por supuesto que con eso no bastaría, dado el nivel de destrucción demográfico alcanzado. Cuando el paciente agoniza, hay que ser muy contundentes e incluso agresivos. Desde nuestra llegada a los Cortes, en Podemos Castilla y León venimos trabajando con intensidad en lo que entendemos que es el reto de los retos. Nuestro programa electoral va a recoger la más completa batería de medidas integradas contra la Despoblación. Desde la ya conocida RRR (Renta Rural de Repoblación) que evite, junto a medidas complementarias de discriminación fiscal positiva para el mundo rural, la muerte de más pueblos; pasando por un Plan que garantice los servicios básicos esenciales a todos, vivan donde vivan; y hasta un diseño general de Gobierno autonómico que ponga la despoblación en lo más alto de sus prioridades, de modo que todas las medidas y esfuerzos de las consejerías en los próximos años tengan, ante todo, esa prioridad. Y siendo muy conscientes, además, de que todo eso seguirá siendo insuficiente si no se consigue que el propio Gobierno central, que la Unión Europea, que las demás Comunidades afectadas por el mismo drama, se impliquen en la batalla y nos ayuden a convertir la deprimente despoblación actual en una repoblación que vuelva a llenar de vida todas y cada una de nuestras provincias, todos y cada uno de nuestro pueblos y barrios, nuestra extensa y hermosa Comunidad. Castilla y León tiene un potencial sin parangón, un patrimonio histórico artístico, natural y cultural como no hay otro en este país. Unos productos, geminados de nuestro sector primario, degustados en todos los rincones del planeta… Hemos de ser capaces de poner en valor las inigualables virtudes de esta tierra, reivindicar lo nuestro y hacernos oír a todos los niveles.

La gran batalla de Podemos Castilla y León, de aquí a mayo, y sobre todo de mayo en adelante, si Castilla y León nos brinda el apoyo suficiente, será la lucha contra la despoblación, el desafío de la repoblación. Es un combate a vida o muerte. Literalmente. O peleamos o nos extinguen. No tiene mucho sentido seguir fingiendo (como va a hacer los demás partidos) que no pasa nada y que se puede prometer lo mismo aquí que en Madrid o Barcelona o el próspero arco levantino. O sea, como si tuviéramos garantizado nuestro futuro. No es así. Ya hay demasiados pueblos muertos. Ya son excesivos los campos abandonados, las comarcas que languidecen y las zonas urbanas que se han ido apagando. O votamos Repoblación en mayo o seguiremos gobernados por las políticas despobladora de todos estos años. Aún estamos a tiempo, aún está en nuestras manos. Ánimo y siempre en pie. ¡Podemos!

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