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Christine Lagarde y los retos del BCE
La ex directora gerente del FMI se convertirá el 1 de noviembre en la primera mujer al frente de la política monetaria europea
"Es un perfil original. No preside ningún banco central y había dicho públicamente que no era candidata a ningún puesto europeo. Pero encaja en su carrera. Tiene la costumbre de ser de las primeras”. Probablemente Christine Lagarde (París, 1956), que el 1 de noviembre será la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), habría esperado unas palabras menos mordaces de un compatriota que ocupó ese cargo entre 2003 y 2011, pero Jean Claude Trichet no mintió.
Responsable de la cartera de Economía de Nicolas Sarkozy entre 2007 y 2011, Lagarde fue la primera mujer en presidir el mayor gabinete americano de abogados, la primera ministra de Finanzas del G7, primera directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y muy pronto la primera al frente del BCE.
Desde su metro ochenta de altura se ha hecho experta en romper techos de cristal vestida de Chanel y es una abanderada de la contribución femenina a la economía mundial. Ha llegado a decir que si Lehman hubiera sido “Sisters” en lugar de “Brothers”, el mundo sería hoy probablemente diferente.
La revista Forbes la consideró hace un año la tercera mujer más poderosa del mundo y su nombramiento para suceder al italiano Mario Draghi el próximo 1 de noviembre logró la bendición unánime de París y Berlín, aunque las ambiciones presupuestarias de Emmanuel Macron y Angela Merkel sean diametralmente opuestas.
Lagarde asume la dirección de la política monetaria europea en un momento delicado. Tiene en el horizonte el espectro de la recesión, la incertidumbre sobre las consecuencias financieras del Brexit y la particular guerra comercial de Donald Trump como telón de fondo.
LUCHA INTERNA
Pero sobre todo se enfrenta a una lucha interna en la institución con sede en Francfort por la hostilidad de Alemania, Holanda y Austria a relanzar la compra de deuda y seguir bajando los tipos para contrarrestar el debilitamiento de la economía.
Como todo indica que Lagarde no se alejará mucho de la línea de su predecesor habrá que ver qué armas usa para llevar la paz al BCE y abordar asuntos pendientes como la unión bancaria que vacune a la zona euro frente a nuevas crisis.
Cuando el pasado septiembre pasó el examen del Parlamento Europeo les dijo a los eurodiputados que los desafíos que justificaban la actual política del BCE no habían desaparecido y que se necesitaría una política monetaria flexible durante un tiempo.
También se adentró en un terreno peligroso al considerar que había margen en algunos países para aumentar el gasto público y estimular así la economía.
Lagarde es abogada de formación, pero se ha hecho experta en vadear crisis financieras y en la del 2008 fue ella quien organizó desde Bercy el plan de salvamento de los bancos franceses y colaboró en el primer plan de apoyo a Grecia cuando el país amenazaba con arrastrar al abismo a toda la eurozona.
Posiblemente Atenas todavía recuerde a la directora del FMI aconsejando a los griegos en plena cura de austeridad que todos tenían que pagar impuestos y comportarse “como adultos”.
CULPABLE DE NEGLIGENCIA
En ese curriculum que le ha llevado a ocupar la cúpula de las grandes instituciones financieras internacionales hay no obstante un borrón. El que puso en 2016 la justicia francesa al considerarla culpable de negligencia en un proceso de arbitraje para indemnizar al empresario amigo del ex presidente Sarkozy, Bernard Tapie. Un asunto que le costó al erario francés 400 millones de euros. Lagarde fue dispensada de cumplir la pena. Le salvó su personalidad y su reputación nacional.
Hija de profesores, nacida en Havre, completamente bilingüe, vegetariana y de carácter disciplinado, esta antigua campeona de natación sincronizada es una militante infatigable de la paridad. Tiene dos hijos y desde hace trece años su pareja es el empresario francés Xavier Giocanti.