Heraldo-Diario de Soria

PANDEMIA EN SORIA

"Ingresó con hambre de un oxígeno que no era capaz de llegar a sus pulmones"

Es parte del testimonio de la jefa de la UCI del Hospital de Soria que recoge el libro 'Covid-19. Un año de pandemia en Soria' cuyo autor es el director de Gestión, José Luis Vicente

Hospital Santa Bárbara de Soria - Mario Tejedor

Hospital Santa Bárbara de Soria - Mario Tejedor

Publicado por
V.R.A.
Soria

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'Covid-19. Un año de pandemia en Soria' es más que un libro. Una recopilación de información, análisis, organización, sensaciones y experiencias personales cuyo autor José Luis Vicente Cano, director de Gestión del Complejo Asistencial Santa Bárbara de Soria, pretende que no olvidemos lo sucedido. «Se dice que 'quien olvida su historia está condenado a repetirla'. Bajo ningún concepto querríamos que esto sucediera. En nuestra provincia, el último año y, sobre todo los meses de marzo y abril de 2020, fueron de una crudeza tan enorme que es obligado recordarlos para que no caigan en el olvido». Pero «tampoco debemos permitir que quede en el olvido el esfuerzo continuado que vienen realizando los profesionales, ola tras ola y enfermo tras enfermo. El cansancio físico es considerable. Las secuelas psicológicas cada día mayores. Este libro pretende ser un merecido homenaje a todo el personal sanitario de esta provincia que se ha volcado en combatir este terrible virus. Nos gustaría que la sociedad se sintiera orgullosa de ellos porque han dado lo mejor de sí mismos. Y cómo no, el recuerdo más emotivo posible hacia esas víctimas que nos han podido superar la enfermedad que se ha cebado principalmente con los más vulnerables, nuestros mayores».

Un libro que cuenta con cerca de 70 colaboraciones de personas que han vivido, por una circunstancia u otra el virus en primera persona, editado por la Diputación Provincial del que se han imprimido cerca de un millar de ejemplares y que será presentando por el autor en las próximas fechas.

En febrero de 2020, planea ya la inquietud por las noticias que llegan. El 25 de febrero de 2020 se registra en Soria la primera petición de PCR (negativa) tras volver de Italia. El 27 de febrero salta el primer positivo en Castilla y León (Segovia) y el 28 de febrero se activa en Soria por primera vez el protocolo de sospecha por coronavirus por ingreso hospitalario (finalmente negativo). «La tensión iba en aumento pero ni en los peores sueños nadie podía imaginó la dimensión que adquirió la pandemia», explica Vicente.

Marzo de 2020 fue el mes de la explosión. El día 11 se produce el primer positivo de un paciente ambulante y el 16 se produce la primera víctima mortal, un hombre de 80 años con patologías previas. A partir de ahí, ha pasado más de un año y medio en el que hemos vivido diferentes olas siendo la llegada de la vacuna un pilar fundamental..

Además de muchos datos, cifras, estadísticas, tablas y balances este libro recoge multitud de testimonios de sanitarios que se han dejado la piel por luchar contra un virus que ha cambiado nuestra forma de vivir. La jefa de Unidad de UCI del Hospital Santa Bárbara, María José Fernández, explica: «Todo comenzó el 12 de marzo cuando tuve el dudoso honor de ingresar al primer enfermo en UCI con insuficiencia respiratoria por neumonía por SARS-Co V2. Fue todo tan rápido. El paciente que habíamos valorado en planta sentado sonriente en un sillón a los 30 minutos ingresaba en nuestro servicio con cara de terror, con hambre de ese oxígeno que no era capaz de llegar a sus pulmones, escoltado por sanitarios a los que solo se les veían los ojos, dejando atrás una familia que se despedía sin saber que era la última vez que lo iban a ver...». Por su parte, José Miguel Lozano, médico del equipo de REA (Anestesiología y Reanimación) apunta: «Las horas de desánimo llegaban en soledad, recordando cada ingreso, cada nombre, recoger pertenencias, móviles, cargadores enchufados, zapatos... La vida se había detenido para una persona. Sin saber si eran conscientes, les decía que se iban a dormir y que se despertarían curados; mentiras piadosas que luego me hacían llorar al hablarlas con el padre Alberto. Una preocupación para mí fue hablar con las familias, una labor psicológica que trascendía a la mera información clínica».

Francisca Chico y Dolores Lafuente, supervisoras de Área del Bloque Quirúrgico y de Quirófanos, respectivamente, indican: «Esta gran familia que trabajó para los demás está formada por personas de carne y hueso que también se cansan y necesitan un respiro para volver a dar lo mejor de sí. [...] También necesitan tiempo para llorar sus pérdidas personales. Que las hubo». El jefe del Servicio de Urgencias del Hospital, Enrique del Hoyo, también aporta su testimonio: «Fueron días y semanas trabajando con la incertidumbre de no saber bien qué agente infeccioso estábamos combatiendo, así como a veces cierto grado de frustración por la dificultad en el manejo y el tratamiento de los enfermos, que en muchas ocasiones fueron compañeros, familiares y a veces hasta nosotros mismos». María Ángeles Rubio, jefa del Servicio de Ginecología y Obstetricia, destaca: «Tuvimos que adaptarnos deprisa y hacer del área de Partos-Maternidad una burbuja, aislarnos del virus en la medida de lo posible y proteger a las embarazadas y sus recién nacidos (...). En medio de la muerte, en nuestro servicio se abría paso la vida y la teníamos que proteger, siendo los meses más duros de la primera ola, marzo y abril, los de mayor natalidad de todo 2020».

El libro también cuenta con el testimonio de un paciente que ingresó el 29 de marzo de 2020 durante los peores días de la primera ola, Ángel Reglero, que pasó 26 días en REA (UCI) intubado así como el de su familia. «Supongo que a causa de la denominada 'hipoxia feliz' había perdido ya la noción de todo. Todavía me llama mucho la atención el llegar a tal estado sin notar ninguna molestia fuerte o dolor, sin darme realmente cuenta de lo que estaba pasando. [...] Nunca podré agradecer ni una mínima parte que apostaran por mi vida ya que de lo contrario hoy no estaría aquí para contarlo». Sus hijas señalan: «Es muy difícil explicar todo lo vivido. Un virus que hacía un par de meses era una especie de eco lejano nos había explotado en la cara dejando a nuestro padre en una camilla intubado y crítico sin tan siquiera habernos podido despedir de él antes de que le durmiesen. Una pesadilla convertida en realidad con la familia separada por la situación de confinamiento. Miedo, terror, angustia, incertidumbre, impotencia, tristeza, culpa, rabia... Son muchos los sentimientos que vivimos esos días y unos iban solapándose con otros».

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