Heraldo-Diario de Soria

CENTENARIA

Virgilia de Diego, posiblemente la mujer más longeva de la provincia de Soria

Acaba de soplar 109 velas y sigue en forma aunque con la complicidad de su silla de ruedas / Nacida en Fuentecantos, desde los cien vive en Barcelona, donde residen sus tres hijos, seis nietos y cinco biznietos

Virgilia De Diego en su 109 cumpleaños. HDS

Virgilia De Diego en su 109 cumpleaños. HDS

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MILAGROS HERVADA
Soria

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El mismo año que partió el Titánic y se hundió, Estados Unidos invadió Nicaragua, fue asesinado el presidente del Gobierno español José Canalejas y se fundó la empresa de cine Paramount Pictures también nació Virgilia de Diego, en Fuentecantos, exactamente el 27 de noviembre de 1912. Han pasado 109 años y sus tres hijos, seis nietos y cinco biznietos le hicieron una fiesta para celebrarlo con una rica tarta y la mejor compañía. «¿Estás contenta porque estamos todos aquí contigo?», le preguntó su hija mayor, Pilar Calonge. «Eso ni se pregunta», le respondió Virgilia, mostrando que todavía tiene la cabeza en su sitio, aunque las piernas las guíe ya una silla de ruedas desde los 102.

Virgilia de Diego, que posiblemente sea la mujer viva más longeva de Soria, vivió su centenario en la capital soriana y vio que ya era momento de emigrar a Barcelona, como hicieron años antes sus hijos. Ahora se encuentra en una residencia en la capital catalana y sus retoños, ya jubilados los tres, se turnan para no dejarla ni un día sola ni faltar a una conversación telefónica. «Toma su cafecito, que le gusta, todos los días, cuando la sacamos a dar un paseo, uno u otro», comenta la familia.

«Cuando le preguntas mucho para que hable, se da cuenta y te contesta que no se acuerda, porque se cansa, pero coordina», apunta Pilar sobre su madre, una mujer muy familiar y siempre pendiente de que los suyos fueran una piña. «Ella nos dice que hambre no pasó nunca pero que trabajó mucho. Empezó a disfrutar más de la vida cuando se jubiló». 

De hecho, entonces se dio al juego, pero del sano. Virgilia ganó muchos trofeos cuando ya estaba en el hogar del pensionista, primero de bolos jugando en la Dehesa y por toda la provincia de Soria participando en los diferentes campeonatos, y después en cartas, en concreto la brisca y el guiñote, señala la familia.

Pero hasta entonces, su mundo era Fuentecantos, donde comenzó en el mundo del tajo muy temprano, en torno a los 12 años, porque el sustento familiar eran las tierras y los animales y ella, segunda de siete hermanos, sólo uno de ellos chico, tuvo que ‘tirar del carro’ casi siendo niña. 

Virgilia no fue muy lejos a casarse. Encontró su media naranja también en Fuentecantos, Andrés Calonge, y tuvo su primer hijo con 33 años, mientras seguía siendo la tierra y el ganado la ocupación de lunes a domingo. 

Pero no todo era doblar el lomo. «Nos contaba que habían estado segando en el pueblo y se iban en yegua o andando a las fiestas de San Juan a la capital, pero primero habían dejado todo el trabajo hecho a mano. Y se acuerda de los carnavales, de que se disfrazaban en el pueblo...», narra su hija mayor sobre las historias de una mujer que «siempre ha buscado la unidad familiar».

Ahora hace ya 39 años que su marido la dejó y Virgilia vivió sola hasta que sopló 98 velas, en Soria capital, adonde se trasladó el matrimonio ya con la jubilación bajo el brazo. «Estaba perfecta, tenía una persona que la ayudaba pero ella se hacía la comida y no tenía problemas. Pasaba temporadas con nosotros en Barcelona, hasta que se fue a la residencia porque lo hicieron sus amigas», comenta su hija mayor. Porque ese grupo de buenas amigas que hizo Virgilia en Soria capital eran las compañeras de viajes y cartas, de largas charlas y confidencias. «Le dijeron, vente aquí, que estamos todas muy bien y a gusto», añade Pilar, y así lo hizo, con tan mala suerte que en apenas un año todas se acabaron marchitando y marchando.

Virgilia cumplió los 100 en la residencia Fuente del Rey y la Diputación provincial de Soria le hizo entrega del merecido ramo y le organizaron una fiesta. Celebración que repitió en su nuevo hogar, ese mismo año, ya en la ciudad condal, cuando el Ayuntamiento le regaló una medalla. Diez años antes el homenaje llegó de la mano de la Casa de Soria en Barcelona. «Estuvo bailando jotas como si tal cosa con la orquesta».

«Cuando vivía mi padre, venían en Navidad, pero al terminar las fiestas, mi padre siempre decía, ‘ya nos tenemos que volver a casa’, y así lo hacían porque tenían su ambiente en el hogar del jubilado. Vivían felices». Los 109 años de Virgilia la han hecho testigo de muchos momentos importantes en la historia de España, como la guerra civil. Recuerda que en Fuentecantos, había gente escondida en los pajares, «porque en el pueblo hubo muchas desavenencias por rojos», afirma Pilar, quien añade que le pregunta si va a ir a votar cuando toque y ella contesta, «me lo voy a pensar».  Está claro que no ha perdido el humor. Aunque la pandemia del covid sí ha minado un tanto su ánimo.

Ella que compartió tiempo con la famosa gripe denominada española en 1918, de la que se acuerda, ahora ha sufrido en su propia piel los estragos que el aislamiento puede hacer en el ser humano, mucho más en los mayores. Ha conseguido esquivar al virus, pero no a alguna de sus consecuencias. «Les aislaron en la residencia y estuvimos cuatro meses sin poder verla. Cuando al fin pudimos, no nos quería hablar, estaba enfadada», señala su hija sobre una situación que Virgilia no llegó a comprender, a sus 107 años, como tantos y tantos ancianos que han pasado meses de soledad. Poco a poco las aguas van volviendo a su cauce y sus hijos no la dejan ni un día sola. 

Virgilia no lleva gafas ni audífonos, le gusta su café de la mañana y se apunta a las bodas de todos sus nietos y resobrinos. Disfruta cuando comparte su tiempo con la familia y dice que su biznieta, de sólo tres meses, «ya va muy maja».  Su principal entretenimiento, además de estar con los suyos, son las actividades y manualidades de la residencia donde vive y donde no le falta nunca una visita. Es lo bueno de tener hijos jubilados. 

Es su descanso del guerrero, después del trabajo duro y del peso de ser testigo de más de un siglo de historia de la humanidad.

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