SOCIEDAD
Tres décadas sin el Árbol de la Música ‘original’
La grafiosis sentenció a un emblema centenario de Soria en 1992 y su sustituto cumplirá este invierno 25 años
El Árbol de la Música quizás no sea uno de los grandes atractivos turísticos que encabezan las guías de Soria, pero sin duda es uno de los símbolos de la capital. Quien más quien menos ha escuchado a la Banda Municipal subida a su copa –al templete, para ser exactos–, ha correteado de niño alrededor intentando auparse, ha paseado plácidamente a su vera o ha disfrutado de los «alegres farolillos multicolores» que canta la sanjuanera.
En estas fechas se cumplen dos efemérides clave para comprender la historia de este monumento vegetal. Por un lado, hace ya 30 años que el olmo original, de casi cuatro siglos, acabó talado víctima de la grafiosis. Por otro, se acerca el primer cuarto de siglo del árbol actual, tercer ejemplar que ocupó la ubicación en cosa de cinco años dado que en segundo no terminó de arraigar en el parque.
La historia de este árbol se remonta a finales del siglo XVI o principios del XVII. La teoría más extendida es que el olmo original se plantó en 1611, aunque también hay quien considera que podría ser de la plantación de 1594 (la Dehesa era precisamente eso, una dehesa boyal para el ganado) o incluso un poco anterior dado su diámetro. En todo caso, si no era de tiempos de Felipe II lo era del III.
Conocido inicialmente como Árbol Gordo, a finales del siglo XIX se instaló unas estructura de madera para albergar conciertos, y con ello pasó a ser el Árbol de la Música. El templete de metal, que parecía definitivo, se instaló el 16 de septiembre de 1924 para convertirlo en uno de los puntos clave de la vida social de Soria.
Para entonces la dehesa boyal era ya el gran parque de la capital y en torno al árbol se arremolinaron durante décadas atracciones, desde los conciertos a un pequeño zoológico –más bien una 'casa de fieras'–, establecimientos hosteleros donde tomar un refrigerio, paseos bien definidos e iluminados... Era un eje de la vida soriana.
Pero los años 80 del pasado siglo XX trajeron a un terrible enemigo, la grafiosis. El hongo que la causa golpeó con fuerza al patrimonio emocional de Soria. El olmo de Machado o ejemplares centenarios de la Dehesa que acabaron en astillas lo vivieron en su madera. El Árbol de la Música no se libró.
El 5 de febrero de 1992 se ejecutó su sentencia de muerte, firmada desde el 7 de enero de ese año. En medio de una gran expectación, aún mayor cuando los niños salieron del colegio y se fueron acercando a verlo, el gigante cayó trozo a trozo. Tenía según la teoría más extendida 381 años. Según otras, estaba más cerca de los 400.
Visto en la distancia puede parecer exagerado, pero en la Soria de aquella época fue una auténtica conmoción. Sus trozos llegaron a embutirse en metacrilato para conformar llaveros y pisapapeles que se vendieron en los comercios sorianos durante los meses siguientes porque todo el mundo quería tener un recuerdo del espectacular olmo y su sentido. Aún en la actualidad aparecen periódicamente en los portales de compraventa.
El Ayuntamiento se apresuró a tapar la cicatriz. Un roble 'sesentón' de Valonsadero fue el primer elegido. Se colocó entre ciertas críticas porque, después de ver durante siglos el robusto olmo, a muchos ciudadanos les pareció desangelado. Pero la naturaleza ni siquiera dio la oportunidad de que medrase. En cinco años, el segundo Árbol de la Música salió como había entrado, pero cobrándose el alto precio de derribar el templete.
El tercer Árbol de la Música llegó el 12 de marzo de 1997, pronto hará 25 años. Era un castaño de indias de flor rosa que llegó desde tierras teutonas con 31 años de edad, por lo que festeja por ahora sus primeros 56 años con casi media vida bajo el sol de Soria.
Era un árbol, sí; llenaba el vacío, sí; pero sin su estructura y con su estrecho porte fue mirado con cierta tristeza al inicio. La paciencia tuvo su premio. San Saturio acababa de celebrar su edición de 2010 cuando el templete se volvió a colocar y poco a poco las notas de los pájaros se alternaron con los vientos de la Banda Municipal.
El castaño parecía estar a gusto y, aunque le queda mucha fotosíntesis por hacer, ya empieza a evocar a aquel olmo secular. Uno se fue hace 30 años pero sigue en la memoria. El otro llegó hace 25 y seguramente lo supla para las generaciones futuras de sorianos.