Heraldo-Diario de Soria

DÍA DE LA MUJER RURAL

«La gente se desanimará de la ciudad y verá el lujo que es vivir en el campo»

Rosana Romera y María Polo son dos de las mujeres que han apostado por formar una familia y crear un negocio en pueblos de menos de 50 habitantes

Rosana Romera y María Polo

Rosana Romera y María Polo

Publicado por
IRENE LLORENTE YOLDI
Soria

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Estudiaba Veterinaria en Zaragoza y los planes de Rosana Marijuán pasaban por marcharse a Madrid a montar una clínica una vez se licenciara. Nada más lejos de la realidad. Ese mismo verano aprendió a disfrutar tanto del pueblo de su padre, Aldehuela del Rincón, donde tenían una casa, que decidió que allí era donde quería vivir. Junto con su marido, Javier Ridruejo, también veterinario, apostaron por la ganadería de vacuno y allí formaron una familia con tres hijos. Ya llevan casi 25 años y Rosana asegura que no hay un día que no agradezca el giro que dio su vida lejos de la gran urbe.

Aunque ahora está de baja por una lesión en la espalda sus días en el pueblo pasan rápido con las vacas. El trabajo es continuo en una explotación de 300 animales, pero entre ella y Javier se apañan bien. Cuando vienen sus hijos siempre echan una mano, y ahora más que ella debe guardar reposo. 

Recién acabada la carrera Rosana se dedicó al porcino, primero en el centro de inseminación de la Diputación y Caja Rural en Almenar, y luego haciendo sustituciones de sanidad. Pero un día se plantearon capitalizar el paro y dar el paso con su propio ganado, pero de vacuno. Primero sólo vacas y luego ya ampliaron con un cebadero  que construyeron en el polígono ganadero de Sotillo del Rincón. 

Unos años después quiso diversificar el negocio, aprovechando el tirón del turismo en El Valle y en el año 2011 inauguraron la casa rural para 14 personas Los Albeytares, en honor a su formación, ya que significa veterinarios, los que curaban animales. 

La producción la vendían en su mayor parte a una gran superficie comercial, salvo unos pocos terneros que tenían como destino directo las carnicerías de Pinares y El Valle hasta que llegó la pandemia y, sin turistas por el confinamiento y el cierre de la hostelería, no conseguían dar salida a esa carne. Había que buscar una salida para estos terneros que hasta entonces se vendían en Soria, y se plantearon gestionar ellos mismos la carne de los dos o tres mejores terneros en forma de lotes de diez kilos a través de su insignia, Los Albeytares. 

Dos años y medio después la marca está consolidada y cuentan con una base de clientes conformada por más de 300 familias, la mayor parte de la provincia, pero también distribuyen por todo el territorio nacional.

También la pandemia pasó factura a la casa rural. Primero por el propio confinamiento y ahora porque es un establecimiento demasiado grande. “A la gente le está costando juntarse un número tan elevado”, indica Rosana, quien espera que esto sea algo transitorio para poder remontar el negocio. 

En el Día de la Mujer Rural Rosana hace balance de sus casi 25 años en Aldehuela del Rincón. El resultado le sale positivo, pese a los ‘peros’. Ha podido trabajar y criar a sus hijos en plena naturaleza. “Nuestra ilusión era vivir en el pueblo. Lo mejor es el paisaje que tengo cada vez que miro por la ventana de mi casa. Veo Valdeavellano y todo El Valle. Y desde la parte de arriba, hasta la sierra Cebollera. Es maravilloso”. 

Lo peor a su juicio es la dependencia del vehículo para cualquier mínima necesidad. Sin transporte público toca utilizar el coche a todas horas. Y con sus hijos más aún. “Al cole iban en autobús escolar hasta Almarza, pero tenían que salir de casa a las siete y media. Y para las actividades extraescolares y deportivas, o un cine o un teatro, no quedaba otra que ir a Soria. Me he pegado horas y horas de taxista, pero no me arrepiento”. Un sacrificio que confiesa que volvería a hacer por sus hijos. 

El otro gran problema en la zona es la cobertura móvil y de internet. “Si ya consiguiéramos esto sería un gran avance porque en este caso sí que se evitarían viajes totalmente innecesarios con las tecnologías de la actualidad”. Recuerda la cantidad de veces que ha tenido que llevar a sus hijos a Soria para hacer un trabajo porque no iba bien internet en el pueblo. Además, cree que si mejoraran las telecomunicaciones, habría gente que si tiene la posibilidad de teletrabajar sí se plantearía marcharse al campo. 

Porque de otro modo ve muy complicado luchar contra la despoblación. “Si vives en un pueblo pero tienes que desplazarte todos los días a trabajar y por carreteras como las de esta zona, con peligro de accidentes por animales o por heladas en invierno, al final te desanimas y te marchas a una ciudad donde haya todos los servicios”.

No obstante, no pierde la esperanza: “Si yo tuve esa reversión y he criado aquí a mi familia puede tenerla cualquiera. Confío en que la gente se desanime de las ciudades algún día y vea todo lo bueno que tiene vivir en el campo”.

María Polo recogió el testigo de su abuela en la piscifactoría de Vildé que hoy gestiona junto a su marido, una pequeña explotación acuícola que pusieron en marcha sus abuelos hace ya cincuenta años y que ella ha vuelto a lanzar. Allí vive con su marido y sus hijos, porque tenía “muy claro” que quería criarlos en el campo, y a día de hoy asegura estar “encantada”.

Las Fuentes de San Luis produce unos 1.000 kilos de truchas Arco Iris al mes, la variedad comercial, unas cifras muy alejadas de las que manejan las piscifactorías al uso, pero con las que no quiere competir. Y es que María ofrece una trucha que se cría en unas balsas con agua limpia procedente de un manantial que se encuentra en la misma finca, de modo que ni sabe a lodo como otras, ni hay que meter oxígeno en el agua, la mejor ventaja para atraer a unos clientes que valoran la calidad.

En este sentido defiende las explotaciones pequeñas, porque son mucho más sostenibles y más respetuosas con el medio ambiente, y aboga por trabajar para conseguir que seamos más conscientes de lo que comemos y de valorar los productos locales en aras de cuidar el planeta.

Aunque es madrileña de nacimiento siempre ha tenido mucha vinculación con Soria, donde vivían sus abuelos. Ellos fueron pioneros en la provincia al embarcarse hace ya cincuenta años en la explotación acuícola que pusieron en marcha en Vildé, al lado de Gormaz, donde también tenían ganado y agricultura. El contacto continuo con el campo le llevó a estudiar Biología y al finalizar se marchó primero de cooperante a Bolivia, luego a Perú y allí conoció a su marido. De vuelta a España la primera parada fue en Soria, donde pretendían pasar un año para ver el rumbo que tomaban sus vidas, pero el destino parecía querer que se quedaran. Ya llevan casi veinte años, han formado una familia y ya están diversificando el negocio en Vildé a través de Dueronatura, con actividades vinculadas a la naturaleza como pesca en lago, barbacoa, canoa por el Duero, mindfulness y más actividades educativas.

María también cree como Rosana que la principal desventaja de vivir en un pueblo es que “te conviertes en un esclavo del coche porque no hay opción de transporte público”, además del acceso a las nuevas tecnologías. “Me conecto a internet vía satélite y el teléfono tiene cobertura a duras penas. Hoy en día esto es básico si lo que se quiere de verdad es luchar contra la despoblación”.

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