SOCIEDAD
La alta demanda vacía el ropero solidario de la Iglesia Evangélica
Apelan a las donaciones ciudadanas para seguir ayudando a los más necesitados
Haz el bien sin mirar a quién. El refrán viene al pelo para resumir la labor que desde hace casi 15 años viene realizando el ropero solidario de la Iglesia Evangélica, que ayuda a todo el que lo necesita, sin preguntar cuánto ni para qué. «Al que nos pide le ayudamos», resume Raquel Martín sobre el modo de actuar en el ropero, hasta donde llega la solidaridad de mucha gente. Pero tal y como llega se va.
La avalancha de demanda que están teniendo este año, sobre todo con numerosos extranjeros solicitantes de asilo, pero también españoles que llaman a su puerta porque necesitan un abrigo, una manta o una sartén, está dejando el almacén de ropa bajo mínimos, por lo que lanzan una petición de ayuda para que los donativos puedan seguir dando respuesta a tanta necesidad.
«Hoy –por ayer–, nos hemos quedado ya sin sábanas, sin mantas y sin cazadoras», constata Raquel, después de atender a una media diaria de unas 30 personas desde el mes de octubre. El ropero, en la calle Morales Contreras 17, sólo abre los miércoles pero han tenido que ampliar horarios. Además, el ropero que tienen abierto en Almazán y al que solían abastecer, tampoco puede dar respuesta a todas las peticiones.
En un contexto de crisis inflacionista, con el elevado coste de la energía y una guerra a las puertas de la Unión Europea, una manta o un edredón es un tesoro y son muchos los que acuden al ropero solidario para tratar de hacerse con prendas de abrigo, aseguran sus responsables.
«Está llegando mucha gente nueva procedente de muchos países, más que otros años, y se encuentran en invierno sin una cazadora o un jersey. Necesitan sábanas, mantas, también utensilios de cocina», indica Raquel, quien explica que muchos de sus usuarios llegan a través de Cruz Roja, también de otras organizaciones que trabajan con refugiados como Apip Acam o Cepaim. Bajo el paraguas de la ONG permanecen como solicitantes de la condición de refugiados pero cuando llega el momento de dar el salto a un piso por cuenta propia surgen necesidades tan básicas como cazuelas, sartenes o un edredón para las frías noches del invierno soriano. «Les dan el piso, la comida y a veces vales de compra, pero vienen aquí para ropa de abrigo o utensilios de cocina», explica Raquel.
Además de los ciudadanos ucranianos que siguen llegando a la provincia, desde la Iglesia Evangélica evidencian que son muchos los extranjeros que recalan en Soria de diferentes países. Proceden de Venezuela, de Colombia, Honduras, también de Bulgaria, además de Marruecos, Mauritania, Argelia, y por supuesto también españoles a los que la crisis económica afecta igualmente. «Nosotros no les preguntamos nada, sólo su nombre y qué necesitan», resume como el modus operandi. Además, los que llegan profesan distintas religiones y para la Iglesia Evangélica nunca ha sido una cuestión a mencionar. «Muchos son musulmanes, otros ortodoxos, católicos... nosotros no preguntamos», añade Raquel, quien insiste en que lo único que buscan es satisfacer las necesidades de quien acude a ellos, y para eso requieren de la solidaridad ciudadana.
El género que llega en peores condiciones, rota o sucia, también se aprovecha porque lo destinan a la empresa Granito de Tela de Cáritas que lo canaliza para elaborar otros productos como colchones o rollos de tela. La solidaridad es una cadena.