GASTRONOMÍA
El Jueves Lardero acerca su consistencia grasa
El Carnaval llama a las puertas y su primer día es una celebración de chorizos, lomos y otras viandas
El Carnaval está llamando a las puertas y los desfiles y disfraces en las calles tienen su preludio en las salidas al campo del Jueves Lardero. El día en el inicio del ciclo que precede a la Cuaresma pertenece a esta costumbre, que en Soria se ha mantenido muy viva, especialmente en los jóvenes y si la temperatura acompaña, o al menos el sol. Pero ya sea en un paraje, en la mesa familiar o en alguno de los muchos establecimientos que adoptan un menú ceñido a la fecha, la carne es elemento esencial. El chorizo y el huevo del dicho son los acompañantes imprescindibles, y no se quedan en solitario, pues toda una panoplia de productos, como lomos o torreznos y costillas, se unen a los platos antes de pregones y estancias nocturnas.
El arraigo del Jueves Lardero ha mantenido viva la tradición, pese a un cambio social que difumina las más estrictas divisiones temporales de antaño entre el Carnaval y la Cuaresma, entre los días para despedir lo ordinario y los de una regulación dietética. Como se sabe, lo de Lardero hace referencia al tocino. Una comida de gentes con pocas posibilidades económicas. Y es que, por mucho contraste entre periodos, la carne no era en los tiempos estrictos algo accesible o común para la mayoría, que con lo más graso tenía su porción de cerdo, con prolongada conservación.
La literatura conserva en el ‘Libro de buen amor’ una huella muy elaborada del corte que suponía la Cuaresma en el medievo y que se prolongó durante siglos. En la pelea entre Don Carnal y la Cuaresma, el primero es «goloso» y la segunda habla de ayuno y penitencia. Don Carnal enrola en su hueste toda una serie de piezas y animales para el alimento. Allí figuran «ánsares, çeçinas, costados de carneros, piernas de puerco fresco, los jamones enteros», « puestas de la vaca, lechones et cabritos», «buenos faysanes, los loçanos pavones». Y no faltan los instrumentos culinarios como armas: « calderas, sartenes e cosinas». Don Carnal, el mundo entendido como lo que aparta de la divinidad, es atacado por puerros, la «salada sardina», verdeles y atunes en esta batalla humorística en la que Don Carnal es derrotado y se le manda penitencia. Toda una legión de manjares (mamíferos y acuáticos) desfilan por los versos, aunque muchos no serían comunes en las mesas populares.
Las brasas del Lardero, con los chorizos y todo tipo de alimentos grasos van a parar a una Cuaresma de hondo significado religioso. El recuerdo del ayuno y oración de Cristo retirado en el desierto es lo que conmemora el periodo que va a parar a la Semana Santa. Aunque se suele identificar con un abstenerse por completo de carne, el mandato se limita a los viernes del ciclo y el Miércoles de Ceniza. Posiblemente para muchos era la realidad, con orden o no.
Las tradiciones culinarias del Jueves Lardero se mantienen en las familias, aunque ya sin el marcado carácter de cambio de otros tiempos. También son muchos los establecimientos que establecen menús acordes, también con versión infantil adaptada en sus cantidades a la edad. Si bien los ingredientes característicos no pueden faltar, los hay que introducen preparaciones más complicadas. En otros casos se combinan con ensaladas para aligerar la carga grasa o, incluso, con algo de pescado (bacalao) para señalar el contraste de épocas y mantener una oferta deliciosa.
En el caso de los jóvenes, las estancias en el campo han virado en muchos grupos a reuniones de sociabilidad parecidas a botellones. El Jueves Lardero tiene, como los sanjuanes, un elemento de iniciación en este sentido y las autoridades no son ajenas a ello, con despliegues y recomendaciones para evitar que se venda alcohol a menores. En todo caso, también en los carros y bolsas figura la comida para hacer llevaderas las horas al aire libre. No falta el olor de humo de las hogueras donde el chorizo se asa y se mantienen así las tradiciones y el calor en una fecha en la que puede hacer mucho frío.