SOCIEDAD
«Investigué crímenes talibanes como fiscal en Kabul y quieren vengarse»
La angustia de Abdul, refugiado en Soria, por la situación de su familia en Afganistán, escondida y con un hermano encarcelado, le lleva a pedir ayuda al Gobierno
Abdul era fiscal en Kabul, Afganistán. 10 años de profesión en los que contribuyó a hacer justicia y a encarcelar a criminales talibanes. «Yo investigaba los crímenes cometidos y muchos talibanes acabaron en prisión, pero cuando los fundamentalistas se hicieron con el Gobierno los liberaron a todos y comenzó la venganza», recuerda este afgano de 33 años, residente en Soria, al que acaban de informar de que ya ha recibido oficialmente la condición de refugiado.
Él, su mujer y sus cuatro hijas ya están a salvo, pero el resto de su familia quedó atrás en su país y viven escondidos, temerosos de la ira de los fundamentalistas. «La mentalidad de los talibanes es que los que no son como ellos son infieles y quieren venganza», incide, y el hecho de que fuera un cargo público durante el anterior Gobierno, le sitúa en el punto de mira.
La última mala noticia les llegó hace una semana, uno de sus nueve hermanos, de 38 años, ha sido encarcelado. La gota que ha colmado el umbral del sufrimiento y que le ha llevado a marcar el paso y «dar publicidad al problema». Abdul quiere que su caso, como el de tantas familias que viven bajo el yugo de los talibanes, llegue a la opinión pública y sobre todo que los gobiernos ayuden a todos ellos a salir de esta situación insostenible, «que abran las puertas». «España está ayudando pero los plazos son muy largos», lamenta.
«La primera vez que detuvieron a mi hermano le torturaron –muestra una foto con su teléfono móvil donde se ve una espalda con marcas rojas– pidiéndole que confesara donde estaba yo y mi familia. Le dijeron que si no colaboraba alguna de sus hijas sería casada con miembros talibanes, y ya sabemos lo que eso significa. Ahora han vuelto a arrestarle y esta vez le han metido en prisión. Desde hace una semana no sabemos nada de él», cuenta angustiado este afgano-soriano que respira algo aliviado al constatar que los fundamentalistas no saben dónde se esconden sus sobrinas, tampoco sus padres ni el resto de la familia. «Están en varias casas y van cambiando para que no les descubran», explica Abdul, que insiste en pedir ayuda a los gobiernos para que acepten las demandas de refugio de todos ellos, como de tantas personas necesitadas de derechos humanos. Ya ha solicitado ayuda a la embajada de España en Pakistán pero sin éxito. La frontera pakistaní ahora está cerrada y aunque los afganos puedan llegar hasta allí, es imposible salir.
Cuando los fundamentalistas llegaron al poder por la fuerza, en agosto de 2021 –al abandonar el país Estados Unidos–, la vida de Abdul y de toda su familia, como la del resto del país, dio un repentino vuelco. Había llegado el momento de huir ante la amenaza real de la venganza por parte de los talibanes. La primera parada de Abdul, su mujer y sus cuatro hijas pequeñas –ahora de siete, tres las gemelas y dos años de edad–, tres de ellas bebés en el momento del éxodo, fue Pakistán, un país poco 'amigo' de los afganos parsis, como es su caso –los talibanes son de etnia pastún–. Tiempo de angustia y temores con la vista puesta en Europa, adonde llegaron las cartas del padre de familia para solicitar asilo en diferentes países. España les aceptó, y llegaron a Soria en agosto 2022.
Desde entonces han vivido como solicitantes de asilo, un trámite que ha culminado con final feliz. «Ya tenemos la tarjeta de refugiados», afirma con una sonrisa, ya que su intención y su deseo es quedarse en Soria. «Aquí estamos felices. En Afganistán sufríamos mucha intranquilidad, mi tensión subía mucho y tenía depresión. Ahora estamos preocupados por mi familia y buscamos una solución para ellos, por eso recurrimos a los gobiernos y también a todo el que pueda ejercer esa presión para que les ayuden», asegura. Su futuro más próximo pasa por aprender bien el idioma español –la entrevista es en inglés– y también un oficio, «electricista, fontanero, carpintero...», y esas tres palabras sí las pronuncia en español. Actualmente en Soria residen cuatro familias afganas y dos están todavía pendientes de la tarjeta de refugiados.
España le da garantías y Soria el espacio adecuado para criar a sus hijas. «Es una ciudad pequeña y todo está cerca, el colegio, el hospital, para hacer deporte...». Por ellas y lo que pudiera pasarles también huyó de Afganistán.
Mujeres
«Los talibanes no consideran que las mujeres sean humanas, las ven sólo como herramientas sexuales, para servir, siempre tapadas y sin poder relacionarse», resume el refugiado con gesto muy sobrio, y añade que los matrimonios concertados son moneda de cambio habitual desde que los fundamentalistas gobiernan en Afganistán:«A veces los utilizan para arreglar conflictos entre familias, cuando cumplen 11 o 12 años las casan. Esa práctica se llama ‘bad’», y hace notar la coincidencia de esta palabra con lo que significa en inglés, malo.
Él tiene nueve sobrinas que podrían sufrir esa suerte, mala suerte.