Sociedad
El aumento de familias de acogida vacía la lista de menores en espera
«Quería aportar mi granito de arena para poder dar una estabilidad emocional, afecto y cariño, unas risas y mimitos», explica una madre acogedora tras una convivencia de 5 años
Situación «sorprendente y grata», como la define desde Cruz Roja la psicóloga del programa de acogimiento de menores, cuya responsabilidad es de la Junta de Castilla y León pero gestiona la organización humanitaria. Y lo dice porque en los últimos meses el número de familias de acogida se ha duplicado en Soria, con ocho activas actualmente, que se han convertido en el hogar de nueve pequeños, con edades entre los cinco y los 13 años.
Este aumento ha permitido dejar a cero la lista de espera de menores en la provincia de Soria, aunque aún siguen aguardando niños en centros de otras provincias de la región. «Aquí ya no tenemos a nadie esperando, hace unos días gestionamos una acogida de urgencia, pero estamos en coordinación con otras provincias», recuerda desde Cruz Roja María Rodríguez, cuya labor, junto a la trabajadora social Marta Ferradal, es preparar a las familias para el acogimiento y valorar su idoneidad para dar este paso. Siempre hacen falta familias en reserva para afrontar futuras necesidades.
Todos los niños que actualmente se encuentran en acogida en la provincia lo hacen a tiempo completo, es decir, «como un miembro más de la familia», excepto uno inmerso en ese proceso pero aún en acogimiento parcial -sólo durante los fines de semana y festivos-.
Se trata de menores tutelados por la Junta de Castilla y León que sufren situación de desamparo por diversas circunstancias familiares, «que no ven cubiertas sus necesidades», y llevan sobre sus espaldas una corta vida poco favorecedora para un desarrollo personal sano.
«La vida ya tiene sus golpes cuando eres mayor, pero es tan importante tener una infancia y una adolescencia mínimamente feliz que lo hice para poder ayudar y aportar algo a algún niño para que tuviera ese afecto que normalmente no ha podido disfrutar de una manera más convencional o estable», resume Ana, una madre acogedora desde hace cinco años, ejemplo de una feliz por ambas partes basada en el afecto y la confianza. «Quería aportar mi granito de arena para poder dar una estabilidad emocional, afecto y cariño, unas risas y mimitos», matiza sobre lo que le llevó a dar el paso.
El objetivo cuando los menores entran en el programa de acogimiento es volver con su familia biológica siempre que sea posible, «porque existen carencias que pueden ir mejorando», explica la psicóloga de Cruz Roja sobre la posibilidad de retorno. Del mismo modo, aunque no es la finalidad, también puede derivar en la adopción.
Los acogimientos pueden ser temporales, por un tiempo de dos años, o permanentes, en teoría hasta que el menor cumpla los 18, momento en que dejan de ser tutelados por la Junta de Castilla y León, pero no son raros los casos en los que pasar de esa edad no supone ningún cambio en la estructura de la familia que ya se ha fortalecido con todos sus miembros, de acogida y biológicos.
Las familias actualmente activas son tanto de concepto tradicional, madre y padre, como monoparentales, la mayoría sin hijos propios, ya que sólo una los tiene.
«Son niños que de alguna manera han tenido sus heridas porque despegarles de su familia biológica y con sus vivencias tiene que ser durísimo. Y si en tu niñez tienes heridas, seguramente vas a funcionar por una cuerda floja y puede ser que vayas bien encaminado o repitas estereotipos con los que te han educado», apunta Ana, valorando la labor que hacen los educadores en los centros, «pero no pueden dar esa exclusividad que todas las personas en la etapa de la infancia o adolescencia necesitamos».
En Soria actualmente existen tres centros para niños de diferentes edades, de cero a seis, de seis a 12 y de 12 a 18, cuando dejan de pertenecer al sistema de tutela de servicios sociales.
Los menores pasan un periodo de acoplamiento al comienzo de la acogida, una lógica adaptación que por término general fructifica, aunque puede darse el caso de que no haya compatibilidad y acabe frustrado. Son los menos.
Las familias tienen tendencia a solicitar niños de corta edad y son muchas las que se inclinan por los más pequeños, pero la adolescencia, siendo una etapa de cambio, también despierta interés.
Ana reconoce que al principio de la relación se produce una situación «complicada pero superbonita. Le intentaba dar una estabilidad, una habitación propia, pero sobre todo un sitio donde tener confianza, un lugar donde poder reír, donde ser feliz, que se pudiera expresar con tranquilidad y saber que todas las emociones que pudiera sentir pudieran ser compartidas de manera natural».
Después de cinco años el proceso de la confianza está superado. «Fue bonito cuando le dijo a su hermanita que se podía fiar de mí: Fíate de Ana, tranquila, le escuché». «Ah, y me encanta recordar la primera vez que se rio a carcajadas limpia, ya en modo sentir confianza, cuando me tiré un pedo», bromea esta madre acogedora que está viviendo una experiencia de aprendizaje e intercambio de cariño mutuo.
«Me ha enseñado a gestionar emociones, porque él de pequeño lo ha tenido que hacer. Ambos agradecemos la espontaneidad y la tranquilidad, paz y serenidad de poder vivir en un ambiente estable, con respecto a una norma, afectos, comportamientos, educación...».
Lo más gratificante, asegura, ayudar en la felicidad del niño, que pueda vivir situaciones de alegría o tristeza, pero sabiendo comprender siempre habrá alguien ahí « para poder reír, llorar, aconsejarle, comentar, explicarle cómo funciona la vida». Casi nada.