Sociedad
«La música está ahí para todos»
La compositora Paloma Peñarrubia destaca la importancia de las bandas sonoras en el cine
«El papel de la música en el cine está reconocido a medias», lamenta Paloma Peñarrubia, esta compositora para cine, publicidad y artes escénicas que ha compuesto la banda sonora de la película Secaderos, que se proyectó en San Esteban de Gormaz dentro del ciclo Cine y mujeres rurales que alcanza su VI edición. Explica esta compositora malagueña que varía mucho el presupuesto que se destina a esta parte de la obra cinematográfica, pero que no suelen ser muy altos en comparación «con el papel tan importante y relevante que tiene en muchas ocasiones», cuando incluso en ocasiones trabajan más personas en una banda sonora orquesta que las que podrían precisarse en el resto del rodaje. «Al final es un papel de autoría que llega a tener muchísima importancia», explica Peñarrubia, por lo que reclama que «se debería valorar más».
Señala que las bandas sonoras pueden estar compuestas únicamente por música que se ha creado exprofeso para la película por un compositor o puede contener canciones o piezas de otros autores, así como una mezcla de ambos, aunque en ocasiones el público se fija solo en las canciones que son más reconocidas, porque sean de un artista famoso, relegando a un segundo plano el resto de la banda sonora que se ha compuesto para el film.
Para Paloma el recorrido ideal de un proyecto cinematográfico es que el compositor musical comience a trabajar en la película antes de que se ruede, desde la fase de guion, porque «hay un momento de análisis muy importante», explica puesto que «la música tiene un arco dramático y muchas funciones dentro del discurso narrativo», añade. Después de ese proceso de conocer qué tipo de música debería acompañar a cada trama y contrastar con el resto del equipo el estilo y la instrumentación, que varía en función del presupuesto, llega el momento de desarrollar el leiv motiv o realizar la escaleta, saber cuántos temas se van a incluir, aprobar bocetos, realizar las variaciones pertinentes, escribir partituras, trabajar con los intérpretes, grabar, mezclar y posproducción, en definitiva «un viaje larguísimo con muchas fases y encuentros con los distintos departamentos con los que tienes que dialogar», resume.
A sus 39 años recuerda cuando comenzó en la música, con 11 años, cuando se matriculó en el Conservatorio para realizar estudios elementarles, después, a las 16 años aprendió software y producción, «lo que me permitió componer con mis propias herramientas», enfocándose en el papel del instrumentista. Pero no dejó de formarse y estudió sonido «para poder hacer en mi casa mezclas y hacerlo todo totalmente independiente», logrando ya crear sus propios proyectos.
Autodidacta como es cree que es factible que directores puedan ser capaces de, como el caso de Amenábar, crear su guion, su banda sonora y dirigir, «no lo veo incompatible y no tienes porqué estar ilimitado, si eres un apasionado», reconociendo que «la música está ahí para todos, no hay un camino ni está restringido para nadie».
Y ese sueño hacia las bandas sonoras lo tuvo con 14 años, cuando un día «solé con hacer música de cine, pero pensaba que no era para gente como yo», rememora haciendo referencia a que le parecía un logro inalcanzable, «como de otro universo y más para una persona que solo había estudiado grado elemental», recuerda. Y entonces surgió esa película que hizo «click», Los amantes del círculo polar, dirigida por Julio Medem y con música de Alberto Iglesia, que le supuso un premio Goya por la banda sonora. «El misterio que impregna, soy muy fan de Alberto, pero esta banda, en concreto llegó a tener tanto impacto en nuestra historia cinematográfica, porque le da ese toque de cuento, misterio, imposible y romántica que me encanta», explica. Así que su adolescencia, mientras otros escuchaban música grunge, ella se centraba en las bandas sonoras, de hecho uno de sus primeros CD fue de la banda sonora de la película Go «muy de los 90» y quedó impactada con la de Estigmata, de terror absoluto o con Alien.
Y así, desde la pasión y la formación, comenzó su camino profesional, haciendo trabajos para cortos de amigos u obras de teatro y relacionándose con muchos creadores, «hacer mucho me abrió muchas puertas», mientras compagina sus encargos en proyectos cinematográficos con un proyecto personal que comparte con un amigo especialista en artes digitales. Surge así Bromo, la parte más personal y creativa de Peñarrubia, cuyo último proyecto es Signali, sobre la especulación espacial actual, donde, antes de comenzar a desarrollar las imágenes, ya había pensado que «esto es una banda sonora para una película de espacio» y como no suele haber presupuesto para películas de ciencia ficción espaciales, apuesta por hacerlo a través de Bromo. Aunque a veces la suerte está de su lado, como le pasó con Isósceles, que entró el proyecto de esta producción, con música de jazz electrónico muy experimental, y cuadró y pudo hacer «la banda sonora que tenía en mi cabeza», reconoce.
Algunos de sus trabajos ya han sido reconocidos no solo por el público sino también por la crítica o los académicos y de hecho está nominada a los Goya por Secaderos a mejor canción original y ha recibido la biznaga de plata por Bajo la piel del lobo y por Oficios del cine, así como un premio en Washington por la banda sonora de Secaderos o el premio en la Fashion Film de Nueva York por un spot experimental de moda, algo que hace que, además de la satisfacción personal, ayude a no tirar la toalla y mejorar su caché, porque se tiene que luchar con cada proyecto y así, los premios «te avalan un poco».