Sociedad
Prudem, el motero con esclerosis múltiple que recorre toda España llega a Soria
Ha sido recibido por representantes de la asociación Asoem junto al Hospital Virgen del Mirón. "En estos días que he estado fuera de casa he llorado más que en toda mi vida", señala Prudencio Macías
Prudem nació como Prudencio Macías, pero desde que tiene esclerosis múltiple y decidió visibilizarlo para tratar de ayudar a que se conozca y comprenda más la enfermedad, optó por añadir las siglas de una realidad que ya le va a acompañar el resto de su vida.
Prudem anda ahora en plena «proeza». Así calificó el psicólogo el hecho de que recorriera 50 metros caminando en su trabajo, cuando sus piernas ya eran presas de la esclerosis, y ha asumido el nombre para definir el periplo que le está llevando por todas las provincias de España con un fin, mostrar lo que es la enfermedad autoinmune y degenerativa del sistema nervioso central, que sufren más de 50.000 personas en el país, y compartir con muchos de ellos el día a día de su desarrollo. Piensa recorrer todas las asociaciones de afectados de esclerosis múltiple para compartir con ellos la experiencia. Este martes ha llegado a Soria, al Hospital Virgen del Mirón, donde ha sido recibido por representantes de la asociación soriana Asoem.
Salió de Jerez de la Frontera el 16 de octubre porque allí tiene amigos que le apoyan, pero no porque naciera ni viva en la localidad gaditana. Él es alavés, de Llodio, y reside con su mujer y sus hijas en Málaga.
Sin embargo, su corazón ya está repartido por todas las provincias por donde ha pasado sobre la moto de tres ruedas que le lleva, en solitario, de una punta a otra. Recordando su etapa de motero de juventud, la moto es ya una parte de él, que en parado cambia por el bastón o la silla eléctrica.
Ha estado ya en Andalucía, Levante, Cataluña y en Aragón. Antes de llegar a Soria pasó por Teruel y Guadalajara, y ahora marchará Pamplona, para acercarse a la casa de sus padres donde hará un descanso.
«En estos días que he estado fuera de casa he llorado más que en toda mi vida», y tiene ya 52 años. Hace un máximo de 150 kilómetros diarios. Y es que su objetivo es visitar a los afectados de la enfermedad en las asociaciones de las distintas provincias y los recibimientos están siendo de emocionantes para arriba, conociendo infinidad de casos de una enfermedad que denominan de las mil caras porque a cada paciente le afecta de manera diferente. «Quiero sacar en conclusión que la unión hace la fuerza», recalca, confesando que todo esto le «retroalimenta».
Lo que le ha llevado a iniciar este proyecto que ha denominado Embárcate es precisamente mostrar lo que es la enfermedad, en su caso degenerativa, y hacer entender a la sociedad en su conjunto, y a las administraciones en particular, lo que significa padecer esclerosis múltiple. Él, como muchos otros, no se atrevió a informar a su empresa de lo que le ocurría. «El miedo» a las consecuencias les paraliza. En enero de este año tuvo que dejar definitivamente de trabajar, «después de dos años muy duros», y esta ruta en moto ha sido la manera de sacarle «de la cueva» en la que se encerró tras la baja laboral, que ha acabado en incapacidad permanente.
La experiencia le está llevando «de ocupa», como él mismo afirma. Y lo que se lleva es más que un sitio donde dormir. Uno de los momentos más emotivos que de estos más de 40 días de viaje se lo lleva de Valencia «Fina y Pepe me acogieron en su casa. A ella le pasó de repente y en sólo tres años está postrada en una cama. Quiero que esas realidades también se visualicen», señala Prudem, poniendo de manifiesto que siempre hay que seguir luchando pero a veces es muy difícil.
Él es optimista y una vez fuera de la «cueva» quiere buscar el lado positivo de las cosas. «He llorado mucho pero eso evita que orines tanto, porque la incontinencia urinaria es uno de los efectos de la enfermedad», comenta entre risas.
Otra de las experiencias que nunca olvidará es el recibimiento en Cuenca donde un grupo de moteros le salió al encuentro y le acompañó en la entrada a la ciudad: «Mila, que me ayuda a coordinar la ruta desde Jerez, me avisó, en Cuenca sí que vas a llorar, pero no me imaginaba la sorpresa».