Heraldo-Diario de Soria
Jesús Bárez durante una comparecencia en el Ayuntamiento de Soria. HDS

Jesús Bárez durante una comparecencia en el Ayuntamiento de Soria. HDSHDS

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Mercedes Molina
Soria

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Redactar esta breve pero sentida semblanza de la trayectoria de vida de Jesús Bárez, me produce un sentimiento contradictorio. De rechazo, es muy pronto para asimilar su ausencia, y hablar de él en pasado, pero a la vez, me satisface profundamente expresarle mi reconocimiento público. He pensado mucho la palabra que fuera más acorde con su personalidad y sobre todo con sus actos y creo no errar cuando la elegida ha sido “integridad”. El diccionario español determina una serie de calificativos que se le pueden aplicar de forma estricta y que no significo, para no caer en un discurso vacío, por ello he preferido transcribir una reflexión de Ortega mucho más acertada “Una sociedad donde cada individuo tuviera la potestad de ser fiel a sí mismo, sería una sociedad perfecta. Qué significa lo que llamamos un hombre íntegro, sino un hombre que es enteramente él, no un zurcido de compromisos, de caprichos, de concesiones a los demás, a la tradición o al prejuicio”. En definitiva, un hombre que tiene una posición ante la vida conforme a unos principios y Jesús Bárez, fue un hombre íntegro. Por ello, no solo quiero expresar un sentimiento por su ausencia, sino la admiración y el respeto que merece.

A lo largo de 37 años formó parte de la corporación municipal de la ciudad de Soria, contribuyendo por su dedicación, compromiso y servicio público, al valor y a la necesidad del buen político, como principio esencial de la grandeza Institucional. Las Instituciones permanecen, las personas estamos de paso, pero nuestra responsabilidad, cuando asumimos formar parte de ellas, es trascendental, puesto que somos quienes les otorgamos una determinada impronta. Propercio decía que no acaba todo con la muerte. Añado, si permanecemos en la memoria colectiva, por nuestras cualidades profesionales y personales. Jesús, sin darnos cuenta, ha pasado a formar parte de esa memoria ejemplar en el Ayuntamiento y en la ciudad de Soria.

El día que tomó posesión el actual alcalde, tuve una larga con versación con él, referente a este principio descrito asociado a los tiempos que estamos viviendo, en el que los deterioros Institucionales son cada vez más protagonistas. Hablamos de actitudes personales poco ejemplares; de que apenas se piden responsabilidades, que no importan ni la falsedad, ni los bulos que desacreditan a las personas o sus hechos, incluso significamos que con frecuencia se alaba y valora, a quien no merece consideración alguna. Su reflexión final se sustentó en la trascendencia de los comportamientos personales, garantes del ejemplo y de la huella en cada momento. Siempre existen versos sueltos que se apartan de comportamientos colectivos poco ejemplares y que por ello significan que el “buen hacer” es nuestro mejor legado. Nunca pensé que iba a ser el fundamento de su despedida.

Jesús Bárez fue uno de esos versos sueltos que se mantuvo fiel a sí mismo y sus principios fueron el eslabón de una cadena de vida que se proyectó en su profesión y como servidor público. Desde muy joven se caracterizó por su compromiso social, en un momento difícil de la Historia reciente de España, el final de la dictadura franquista y la transición a la democracia, que coincide con su ingreso en la Universidad, para cursar los estudios de Filosofía y Letras, ejerciendo desde muy joven su labor como profesor en el gran Instituto “Antonio Machado”, mi Instituto. Una etapa corta pero que forjó una parte importante de su personalidad, creo que nunca dejó de ser Profesor, por el valor constante que otorgó a la formación, al conocimiento y a la cultura, para construir una sociedad mejor, responsable y con criterio. Por la importancia del humanismo, frente al materialismo, como base de una vida asociada al compromiso con unos determinados valores: la defensa de las libertades, el respeto, la conciencia de las desigualdades y por ello el reconocimiento de los excluidos y los más débiles. Por la trascendencia de lo público en el desarrollo y evolución de un Estado, como garante de la igualdad de oportunidades y por supuesto con la responsabilidad de cada individuo.

Han sido números los testimonios que han ensalzado su trayectoria de vida y esencialmente su gran obra, persistiendo una coincidencia que también asumo: la identidad cultural que ha determinado en la ciudad de Soria. Como dicen ahora una marca imborrable sustentada en la creación artística actual, dando voz a cuantos debían ser escuchados, a través de su “enclave del agua” y de la música en general en sus muy diferentes manifestaciones; de las jornadas sobre poesía, de exposiciones diversas sobre arte contemporáneo con proyección urbana, de conferencias y debates sobre temas de actualidad. Pero también sobre el reconocimiento permanente de quienes, en el pasado, tuvieron a Soria, sus paisajes y sus gentes, como referentes para su creación artística o cultural, o sobre acontecimientos determinados por la sociedad soriana en el tiempo, que no debían ser olvidados. Soria es cultura.

Tuvo una vida coherente, íntegra y plena de compromiso, cualidades que emanaban de un hombre bueno, que supo afrontar sus dificultades con serenidad, incluso su enfermedad luchando hasta el final para vencerla; que, si bien evolucionó como persona, como profesional y como político mediante un aprendizaje constante, mantuvo sus principios esenciales, No hubo cambios. La ciudad de Soria y la corporación municipal se lo han reconocido, su adopción es un hecho y si como decía Cicerón “la vida de los muertos está en el recuerdo de los vivos“, Jesús Bárez permanecerá, por su legado, entre nosotros. Recojo un epitafio antiguo: “No murió, se fue”.

Mercedes Molina Ibáñez

Catedrática Emérita del Departamento de Geografía de la Universidad Complutense de Madrid

Ex Decana de la Facultad de Geografía e Historia y ex Vicerrectora de la Universidad Complutense de Madrid.

Hija predilecta de la ciudad de Soria.

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