Patrimonio
La eterna penitencia de San Juan de Duero
El emplazamiento junto al río, la amplitud térmica , su arenisca, las filtraciones y la lluvia amenazan al enigmático monasterio hospitalario de 800 años que cautivó a Bécquer y que ahora pide una actuación urgente
El propio emplazamiento, el clima soriano, el uso de la piedra arenisca, la lluvia o las filtraciones del subsuelo son los factores que amenazan la supervivencia de una de las joyas del patrimonio de Castilla y León. El monasterio de San Juan lleva más de 800 años acompañando el curso del Duero, junto a la ciudad de Soria, fue ‘musa’ de Gustavo Adolfo Béquer y ahora mira con esperanza que el equipo de trabajo creado bajo el liderazgo del Ministerio de Cultura desarrolle un plan que garantice su preservación.
Fue el pasado 1 de abril cuando se fragua la creación de ese grupo de trabajo. Es un avance significativo tras un par de años de conversaciones entre la Junta y el Estado por los bienes de titularidad estatal que están bajo gestión de la Comunidad. Además del Gobierno central y autonómico, también participan la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) y las entidades locales, Ayuntamiento de Soria y Diputación. El objetivo es analizar su situación actual para plantear las intervenciones necesarias. 20 años han pasado desde la última actuación en el enigmático conjunto.
El director general de Patrimonio de la Junta, Juan Carlos Prieto, confirmó que ya se ha producido una primera visita con responsables del Instituto de Patrimonio Cultural. Será esta institución la que arranque con la fase de análisis del monumento, sobre todo centradas en las cuestiones del nivel freático.
Al templo le afectan una «conjunción» de factores tal y como recuerda el exdirector del Museo Numantino y autor de varias publicaciones sobre el monasterio, Elías Terés. El primero a tener en cuenta es la propia ‘edad’ de San Juan de Duero. Otra clave es su construcción en piedra arenisca y cómo le afectan las filtraciones, el agua de lluvia o el clima. «Siempre ha existido un problema de erosión por el agua, a lo que se suma la afectación por el clima y las filtraciones del agua subterránea», explica Terés. La piedra absorbe el agua y la amplitud térmica tan típica de Soria provoca que lo que se congela por la noche se rompa durante el día, provocando «que la piedra se exfolie y se rompa». La arenisca «es muy porosa» lo que acentúa esa acumulación de agua en su interior. La lluvia también afecta y es que el agua «busca su camino» deslizándose por un material «deleznable». Se han buscado soluciones «para frenar» el deterioro ante la complejidad de «detenerlo».
El propio emplazamiento del monasterio juego en su contra. El nivel freático provoca continuas filtraciones a la propia cimentación del complejo monástico. Hace años era frecuente incluso que el claustro se anegase aunque hace tiempo que ese fenómeno no se produce. Terés indicó que se realizaron estudios para conocer el nivel freático en la zona comprobando que «el agua está muy nivelada». «Es imposible evitarlas porque la cimentación, que es de banco corrido, está en contacto con el nivel freático». Por eso, la participación de la CHD se antoja «esencial». Prieto lo resume en una frase: «El Duero tan querido, está claro que tiene una afección sobre San Juan», indicó.
El doctor en Arquitectura, José Miguel Ávila Jalvo, que celebra la posibilidad de intervención, recuerda su artículo publicado en 2022 en la revista de la Real Academia de Bellas Artes con un «análisis constructivo» del monasterio. Uno de los puntos que analiza es la inundabilidad de la zona. «Aunque hoy rezume agua, hay que pensar que si eligieron para cementerio este terreno es porque en aquella época debía estar seco y que el nivel freático estaba por debajo de las sepulturas», explica el citado autor. Su conclusión es que el «agua ha ascendido» desde su construcción. Ávila cita por ejemplo la construcción de la presa de Los Rábanos en 1963 «que elevó la lámina del río a cotas que explican que actualmente aflore».
DESDE 2004 SIN OBRAS
Desde hace unos 20 años no se han hecho obras para la conservación de San Juan de Duero. Las últimas, con una dotación de unos 40.000 euros, se destinaron a hacer labores preventivas en la corona de la arquería. Terés recuerda que la pretensión con aquella modesta intervención buscaba paliar los daños del agua de lluvia «reconduciéndola» hacia el exterior. Esas obras fueron la respuesta de la Junta a un intento de restauración, en el que también participaba el Gobierno, pero que se quedó a medias.
Aquel intento de colaboración fracasó, pero muestra que ya desde principios de los 2000 se conocía el estado calamitoso de San Juan. Incluso, el Instituto de Patrimonio Histórico Español cuenta con un proyecto de conservación del claustro elaborado por Juan Antonio Herráez que confirma que ya desde el año 2000 se hicieron «una serie de observaciones y recopilación de información para obtener un primer análisis sobre el estado de conservación y los procesos de deterioro detectados». En ese documento se alude a las «notables transformaciones» del cauce del Duero «siendo de especial relevancia la elevación del nivel freático producida por el azud levantado a mediados del siglo XX».
Este proyecto evidencia el papel esencial que debe jugar la CHD en las labores ya que es necesario actuar sobre el entorno del monasterio. «Es necesario tomar medidas correctoras en los niveles del Duero a su paso por San Juan, los arcos llevan 800 años y el Duero toda la vida, pero el nivel no es el mismo, hay que conseguir alinearlo», subrayó el responsable de Patrimonio de la Junta apostando por «conjugar el curso del río con la conservación de un elemento patrimonial de primera categoría»
Herráez ya destacaba que los procesos de deterioro están relacionados «directamente» con «factores del medio como inundaciones frecuentes, la profundidad del nivel freático, las condiciones de intemperie y las características particulares del monumento» a la vez que advierte que «sería inútil y hasta contraproducente intervenir directamente para la limpieza y consolidación de la piedra sin actuar en el entorno».
Patrimonio insiste en esa tesis. Primero es necesario «actuar en el origen» del problema para después poder acometer una restauración ‘tradicional’ en los elementos del propio monumento. «Cuando se recupere el nivel, se podrá hacer una actuación», señala Prieto. Calcular su coste, sin los estudios, es tarea imposible.
Soluciones
En los últimos años se ha lanzado todo un catálogo de ideas o propuestas con el fin de mitigar el deterioro de San Juan. Se ha abordado la posibilidad de cubrir por completo el claustro o techar tan solo las arquerías. También se planteó en torno al 2004 una ‘cámara bufa’, es decir, instalar una especie de muro que redujera las filtraciones al subsuelo procedentes del lecho del río.
El documento de Herráez vuelve a ofrecer pistas sobre la complejidad y la necesaria participación de la CHD ante actuaciones que incluso, podrían alterar la fisonomía del Duero. Herráez destaca que la recuperación del nivel del río a niveles de principios del siglo XX requieren «la colaboración decisiva de la Confederación» y cita tres grandes objetivos. En primer lugar disminuir la altura del azud del Molino de Enmedio. Quizás la más importante sea «el ensanche del cauce en la zona de influencia del monumento» de la que advierte tendrá «importantes repercusiones ecológicas y paisajísticas» y por último aboga por la «recuperación de la vegetación de galería de la margen del río».
Prieto también pone el foco en el azud, recordando en este punto la necesaria participación del Ayuntamiento al ser una concesión municipal. «Creo que en el siglo XXI tenemos medidas y tecnología suficiente para resolverlo», insiste.
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Desde Trycsa, empresa especializada en recuperación de Patrimonio, advierten que «no hay receta» para este tipo de monumentos y que todo pasa por un estudio exhaustivo de la situación del monumento. Jaime Represa insiste en que se trata de una construcción de «gran calidad» como demuestra su mantenimiento tras 800 años. «Hay que estudiar mucho, las soluciones que se hayan utilizado en un sitio no tienen porqué valer aquí, cada piedra es diferente», manifestó.
«La luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo, cuando, al entrar en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro a la margen del Duero, Manrique exhaló un grito leve, ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de júbilo», escribió Bécquer en Rayo de Luna. Hoy el grito, desesperado, es de San Juan de Duero.