El tiempo de Soria: el desaparecido reloj del Postigo y el de la Audiencia
El cronista de Soria y ex director del Archivo Municipal publica un libro con los dos relojes públicos que ha habido en Soria, un homenaje, dice, a la profesión de archivero
Tic tac, tic tac, tic... Y así años y años y después siglos. Desmontada en más de una ocasión y renacida para agrado ciudadano, mucho ha visto esta maquinaria desde que echara a andar en 1536. Sin pizca de altivez, aunque podría, mira a la ciudad el reloj de la Audiencia, sabedor de su idiosincrasia y de su suerte. Aquella que no tuvo el reloj del Postigo -desmembrado, descuartizado, olvidado-, muerto con el derribo de la Puerta del Postigo, o Arco del Postigo, justo donde hoy es la entrada de El Collado, entre Claustrilla y Puertas de Pro. Ambos relojes son los protagonistas del último libro publicado por el cronista de Soria y ex director del Archivo Municipal, José Antonio Martín de Marco, en lo que quiere ser, dice, «un homenaje a mi profesión, desconocida y difícil».
El libro lo escribió antes de jubilarse (2023), pero cuando llegó el asueto pensó en publicarlo a modo de reconocimiento a la profesión, confiesa, en referencia a El derribo de la Puerta del Postigo: su reloj. El reloj de la iglesia de La Mayor, luego reloj de la Audiencia, y un importante entreparéntesis: (Sus decimonónicos expedientes administrativos), como se lee en el título. Porque son precisamente expedientes encontrados y ordenados en el Archivo los que guían al autor -y por ende al lector- por los «avatares» sufridos por ambos relojes. «Los antecedentes históricos de los dos relojes públicos que había en la ciudad están en los expedientes administrativos del Archivo». Narran su vida y escriben la historia.
Es así como sabemos que «un gobernador cenizo» se empeñó en tirar la Puerta del Postigo, coronada por un reloj que avisaba al soriano del siglo XVI y siguientes de cuándo era la hora de comer. Aquel Arco del Postigo, cuenta Martín de Marco, «sería la entrada a una Soria monumental que se perdió. Los relojes públicos eran el sentir de la hora en la ciudad. Eran la hora de comer, de dejar de trabajar... Y sonaban, claro. Cuando se tiró la puerta y el torreón, esa parte de Soria se quedó sin sonido para hacer las cosas, sin hora». El disgusto vecinal fue -y así consta en expedientes- mayúsculo.
Maquinaria desaparecida
Lo quisieron poner en la iglesia del Salvador, incluso con una cuestación popular, pero el obispo de turno se negó y el reloj no se puso en ningún otro lugar, apunta el autor. «Desapareció, la maquinaria al parecer estaba muy desastrosa, al contrario que el de la Audiencia».
Guiado por las notas que él transcribió, cuenta el cronista que el reloj del Postigo estuvo hasta 1584 en la torre de Santo Tomé, en la iglesia de Santo Domingo, de donde los monjes se opusieron a la retirada, aunque de nada les sirvió porque fue finalmente trasladado al Postigo.
Sobre la documentación que más le ha llamado la atención al respecto, alude al derribo de la torre. «Derribar semejante monstruo de piedra tuvo que ser... Ahí hay bastantes expedientes, porque las casas estaban pegadas a él, había negocios y los afectados tuvieron que luchar con instancias porque las perdían. Entonces no era como ahora, que te dan algo a cambio».
José Antonio Martín de Marco sostiene que «fue un proceso larguísimo y doloroso» como se desprende de muchos expedientes con «tuyo-mío, tuyo-mío... Y es que el Ayuntamiento se oponía al derribo y a mover el reloj y el gobernador decía lo contrario. Fue entre 1863 y 1866».
Sabemos por la documentación de las «ficticias excusas» que planteaba el gobernador, «como que corría mucho el aire o que soplaba por el lado de una torre. Ahí están los afectados, los recursos que hicieron, los negocios que dejaron de funcionar...», añade De Marco.
Así, aporta documentación sobre todo ello: los informes técnicos del derribo, el presupuesto de demolición, la reparación de las casas laterales adosadas al Arco del Postigo y las instancias de los afectados, entre otra.
Hay expedientes curiosos, como el que narra la convocatoria del Ayuntamiento para las obras de derribo de la torre, fechado el 25 de octubre de 1865, que en el original aparece con el sello oficial, como la mayoría: «Las personas que quieran interesarse en la subasta de las obras de derribo del Arco denominado del Postigo de esta Ciudad, pueden acudir al remate que tendrá lugar en las Salas Consistoriales el viernes 27 del corriente y hora de las 12 de su mañana, bajo las condiciones que obran de manifiesto en la Secretaría de la Corporación», suscribe.
Son igualmente sugerentes para la lectura las cartas que se dirigen el alcalde, Lorenzo Aguirre, y el obispo, sobre la colocación del reloj en El Salvador. En una de las notas, el dirigente municipal le pide apoyo económico para ello, bajo el rótulo ‘Compra del relox y obras de reparación y elevación del campanario de la iglesia del Salvador’, con un coste de la intervención, según presupuesto, de 8755 y 5000 para el relox. No aparece especificada la moneda.
"Didáctica archivística"
No se conforma el cronista de la ciudad en recoger y presentar para su lectura las notas de los expedientes que narran la historia de ambos relojes. También, en el prólogo, explica al lector algo de «didáctica archivística» como las partes que tiene un expediente: la ‘carpetilla’ o guarda exterior; el extracto o resumen y los tres tipos de documentación que obran en él, la documentación original, la no original y la marginal.
Otro pelo le corrió al reloj de la Audiencia, para suerte propia y del resto. ¿Qué hacía este reloj en la torre de la iglesia de La Mayor, «medio escondido»?, debió de pensar el político de turno. Y sin mucho preámbulo, se trasladó desde la románica torre a la Casa Consistorial. «En las ciudades los relojes se ponían entonces en las plazas mayores y éste era un reloj bueno», comenta el ex director del Archivo y el tiempo le da la razón: se hizo en 1536.
El capítulo segundo del libro aporta datos sobre el presupuesto de la obra que tuvo que hacerse para la traslación del reloj y también acerca de la recomposición del reloj público, que se hizo en 1887. «Hay fotos que demuestran que no siempre estuvo como ahora. Al principio se hizo mucho trabajo en relojería, en sonido de las campanas, de recomposición. La automatización vendría más tarde».
Cierra este capítulo otros apuntes sobre este reloj que ya quisieran para sí los relojeros suizos y que cada año da dos horas emblemáticas: las 23 horas del Miércoles el Pregón, en fiestas de San Juan; y las horas del último día del año, dando paso al siguiente. Editado por el Ayuntamiento de Soria, el libro recoge documentos relativos a la relojería de la pieza y la automatización del reloj, así como unas ‘Memorias del Reloj de la Audiencia’, escritas y publicadas en su día por Miguel Moreno, cronista de Soria ya fallecido.
"Labor de chinos"
Martín de Marco pone encima de la mesa el quehacer de la profesión de archivero que, en su caso, supuso, a su juicio, la recuperación de la memoria de la ciudad: «Cuando yo entré al Ayuntamiento no existía archivo como tal. Eso lo tienen que saber los sorianos. Estaba todo desperdigado y en diferentes sitios». Recuerda «una labor de chinos, por años, por temas...» hasta conseguir el que es hoy un «muy respetado archivo. Igual hoy se valora más hacer una calle o una rotonda que recuperar la memoria de la ciudad. No sé. Entonces hubo que madurar la profesión de archivero».
Escrito por el que fuera delegado de Patrimonio en Soria, Carlos de la Casa, el epílogo incide en la labor investigadora del ex director del Archivo Municipal que «ha facilitado a la ciudadanía de nuestra capital conocer parte importante de sí misma, así como de diferentes aspectos y/o instituciones que han dejado su huella en nuestra tierra».
Sobre el futuro del reloj público en general y del único que hay en la ciudad en particular, Martín de Marco lo tiene claro: «Siempre habrá un reloj ahí y formará parte de la arquitectura urbana e industrial de una ciudad. Son patrimonio. Y por muchos móviles que haya, estará su sonido guiándonos. Este reloj tiene un cordón umbilical con Soria».
El libro es el título número 48 publicado por el cronista de Soria, bien como autor o coautor, amén de los artículos de opinión publicados en revistas especializadas y periódicos, como Heraldo Diario de Soria. Deja constancia de ello en el prólogo Martín de Marco, quien alude al principio y fin de su trayectoria laboral como «Alfa y Omega».