¿Por qué gritan tanto las grullas a su paso por el Moncayo?
«Las aves buscan comunicarse, vuelan de noche, con niebla, y entre ellas se avisan pasa saber dónde están», explica un monitor medioambiental de la sierra
¿Por qué gritan tanto las grullas a su paso por el Moncayo? Esa es la pregunta que se hacen los vecinos de la sierra y los naturalistas.
La peculiar orografía del monte provoca el caos y obliga a estas aves migratorias a agudizar sus gritos para recuperar la formación.
Como cada mes de octubre, miles de grullas pasan estos días por los cielos del Moncayo en su largo camino desde Europa Central hasta el sur de España, donde pasarán el invierno. Su griterío habitual se ve alterado a su paso por el Moncayo, donde las perfectas formaciones en V se ven alteradas provocando el griterío de estas aves viajeras.
Los gritos de las grullas tienen su explicación. «Lo hacen para comunicarse, vuelan de noche, con niebla…y entre ellas se avisan para saber dónde están», explica Andrés Omeñaca, monitor medioambiental del Moncayo. Además, «avisan para ir sumando pequeños grupos por el camino porque les gusta ir en grandes bandadas».
En esta época del año, coincidiendo con las setas y las bellotas, «hacen la migración en forma de V, que es una estructura muy ordenada y organizada de viajar. Las más mayores van en la punta, en la proa porque son las veteranas, las que hacen el recorrido todos los años». Las más jóvenes se colocan detrás y «el sonido que emiten es distinto».
Pero sus gritos se ven alterados sustancialmente a su paso por el Moncayo, en un ruidoso jolgorio que viene dado por la especial orografía del monte. «El Moncayo es una elevación importante entre el Valle del Ebro y las estepas cerealistas castellanas, sin duda es uno de los grandes obstáculos que tienen que sortean». Un hito importante en el camino que «o rodean o tienen que coger altura para sobrevolarlo».
Y eso conlleva cambiar la técnica y romper la formación. «Buscan corrientes térmicas para elevarse, como hacen los buitres», o bien «vuelan en círculos para coger altura y sortear este macizo de más de 2.000 metros».
El cambio de ritmo provoca un pequeño caos entre las aves cuyas guías tratan de reordenar a base de graznidos que son contestados por el resto de grullas despistadas que tratar de volver a encontrar el paso.
Las grullas que pasan por el Moncayo viajan al sur en busca de más comida y mejores temperaturas. Muchas de ellas harán parada en la Laguna de Gallocanta. Su destino final serán los humedales de Extremadura y Castilla La Mancha.