Heraldo-Diario de Soria
Los jurados y cuadrilla de La Cruz y San Pedro el Domingo de Calderas de 1924.

Los jurados y cuadrilla de La Cruz y San Pedro el Domingo de Calderas de 1924.FAMILIA MUÑOZ LLORENTE

Publicado por
Joaquim Verde i Llorente
Soria

Creado:

Actualizado:

Este año hace un siglo que, en 1924, mis bisabuelos Alejandro Llorente Esteban y Dionisia Gamarra Ransanz fueron jurados (entonces titular y consorte) de la cuadrilla de La Cruz y San Pedro.

El día 8 de abril “Don Alejandro Llorente” era extraído a suertes jurado de una cuadrilla reciente, resultado de la unión en 1914 de las de La Cruz y parte de San Pedro. Lo era en un sorteo celebrado ante la Comisión Municipal Permanente (a raíz de la disolución de los plenos municipales por parte de la Dictadura de Primo de Rivera), quedando así recogido en el libro de actas de dicha Comisión. Encabezaba una lista de doce jurados que no sería la definitiva, puesto que diversas y sucesivas renuncias llevaron a nuevos sorteos los días 15 y 22 de abril. Finalmente, el 29, la Comisión resolvía que las juradurías vacantes fuesen proveídas por las respectivas cuadrillas; aceptando la donación y remisión de 175 pesetas por el jurado extraído (y renunciante) de Santiago y Las Casas para el sustituto que ésta eligiese.

El 18 de mayo, “bajo la presidencia del jurado don Alejandro Llorente, se celebró cuadrilla [de La Cruz y San Pedro] con asistencia de los vecinos que tubieron a bien en asistir, acordándose por unanimidad que se celebren las Fiestas con usos y costumbres”, como así queda recogido en el libro de actas de la cuadrilla. El “jurado entrante” se hizo cargo de los enseres de ésta y se procedió a la elección de los cuatros titulares y de los suplentes. También fueron consignadas “para gaitero 85 pesetas” y, además, se acordaron “100 pesetas para la compra de toro”; en la que sería la última de la historia por parte de las doce cuadrillas, puesto que desde 1925 los doce toros serán comprados por el Ayuntamiento de Soria. A continuación, se recoge la relación de los efectos de la cuadrilla, diferenciando entre los de la antigua cuadrilla de La Cruz y los de la de San Pedro, para pasar inmediatamente a la relación de los 142 vecinos que entraron en fiestas (entre ellos 19 viudas). Seguidamente tenemos los gastos de dicho año de 1924: 1.426,95 pesetas; de las cuales hay que destacar que 791,20 fueron para la compra del toro (a razón de 40 por arroba de un peso total del animal de 227,500 kg), 15 para arreglar la caldera y 1,25 para adorno de la misma. De los ingresos de los agés, el 28 de junio, según el acta: la cuadrilla obtuvo 93,55 pesetas; quedando un saldo deudor de 1.333,40, que debería acabar casi neto una vez recogidas las algo más de 1.300 pesetas previstas de los pagos de los vecinos para las tajadas (a 10,21 la entera, a 5,11 la media y “libre Martín de Pedro y secretario”). “Acto seguido se hizo el nombramiento de repartidores de caldera”, cuatro en total; y, “por último, se ha acordado reine el buen [h]umor como en años anteriores”. Interesantísimo ver que la “sesión o cuadrilla” del “Sábado Ajés” acaba con la anotación, “como de más interés”, de “la subasta de dos maromas” (provenientes de cada una de las antiguas cuadrillas), 16 años después de la afortunada prohibición del toro enmaromado por el ministerio de la Gobernación. La de La Cruz se subastó por 14 pesetas y la de San Pedro por 46, y “se acordó que, con lo que se sacó de las dos maromas, se comprara una caldera puesto que dicha cuadrilla carecía de ella”. Fueron designadas dos personas para realizar dicha compra y esa misma tarde “se compraron dos, una grande y otra pequeña, puesto que de los fondos o importes de las maromas dio para ello”. Y así se pudo disponer de ellas para la mañana siguiente, la del Domingo de Calderas, esta semana hace un siglo, inmortalizado en la fotografía que ilustra el presente artículo.

Un siglo después... Un servidor recuerda cómo mi madre me hablaba de pequeño de sus abuelos jurados, ¡y de sus padres! (mi abuela y mi abuelo, hijo de mis bisabuelos, también lo fueron, aunque sustitutos, de La Blanca en 1969). Cómo, en mis viajes de verano a Soria: estuve, creo que una vez, en los Sanjuanes (en Valonsadero, en la Plaza, en la cuadrilla de Santa Bárbara y en el parque más bonito del mundo: la Dehesa); aprendía cada año algunas sanjuaneras del cancionero (mi favorita La Saca); contemplaba los banderines de las peñas; e, incluso, aún recuerdo en la casa de mi abuelo el cachirulo y las banderillas de La Blanca de 1969. O cómo en la adolescencia me pedían en “el cole” que explicase las fiestas de la tierra de mi familia, y yo narraba que las de San Juan son como las de San Fermín, pero mucho mejores, ¡porque cada día es diferente!

Hace doce años hice mi segundo viaje en solitario a Soria para iniciar mi árbol genealógico... ¡Y este año he descubierto que mi primo segundo Alberto Llorente, mi primo quinto Jesús Soriano y mi tía quinta Pilar Gamarra han llegado, casualmente en las dos ramas que ascienden de mis bisabuelos, hasta finales del siglo XVI! Este mismo año... Un siglo después de 1924 en que, de vuelta a Soria por dos fatídicas circunstancias familiares, he recordado que fue justo hace cien años cuando ellos, Alejandro y Dionisia, fueron jurados de la cuadrilla de La Cruz y San Pedro.

Redescubriendo mágicamente la figura “los jurados”, de los que tanto había oído hablar de pequeño, desde la perspectiva de mi tesis doctoral: “Participació i representació polítiques a la Catalunya dels inicis del segle XVIII. Universitats locals, Cort general i Diputació del General”. En más de 2.000 páginas en catalán (gracias a Blanca, una madre castellana que me enseñó a amar la lengua catalana) he investigado quién podía participar en política en la Cataluña de inicios del Setecientos (justo antes de la anexión del Principado y de los demás reinos de la corona de Aragón al de la corona de Castilla con los decretos de Nueva Planta) en comparación a los demás reinos de España y de Europa. Pero la he dedicado, en castellano: “A la memoria de mi abuelo Zacarías y de todos mis antepasados castellanos”. Porque en Cataluña se olvida que, ¡antes que los catalanes (y que los aragoneses y los valencianos) los primeros que sufrieron el absolutismo castellano fueron los propios castellanos! ¿O hay que recordar que la corona de Castilla fue el reino de España más rico a inicios del siglo XVI, y quedó empobrecido a finales de la centuria, por el expolio al que la monarquía sometía a las ciudades castellanas, a través de unas Cortes de ciudades herramienta fiscal en beneficio de un rey legislador absoluto?

Dedicatoria que adquiere todo su sentido respecto a los jurados de las cuadrillas de Soria si tenemos en cuenta que, en el Principado de Cataluña, todos los estamentos ciudadanos (desde los patricios hasta los menestrales) que integraban el común o universidad (la comunidad política) participaban en el gobierno de la ciudad o villa (en unos oficios públicos colegiados que se renovaban anualmente a suertes, sin poder repetir mandato, ni poder ejercerse de nuevo sin haber sido antes fiscalizado). Ciudadanos que, a través de la representación política en una colegisladora Corte general de Cataluña, podían participar en la construcción del Estado desde abajo junto a los eclesiásticos y los caballeros (pagando los tres brazos del General o Generalidad de los catalanes todos los impuestos generales). Los caballeros y nobles, pero, estaban excluidos del gobierno local por no pagar los locales. Y, en aquellas ciudades y villas mayores donde querían entrar a gobernarlas junto a los demás estamentos, el común del que pasarían a formar parte sólo se lo permitía a cambio del pago de dichos impuestos. Por el contrario, la competencia política más importante de los jurados de cuadrilla era recaudar unos impuestos del reino que unos procuradores por la ciudad de Soria en las Cortes generales de Castilla, caballeros, elegidos por los doce linajes por turnos de tres, votaban en nombre de un común o estado llano excluido del gobierno de la ciudad (cuyas regidurías en toda Castilla eran vitalicias y a menudo vendidas, actuando los regidores más como señores colectivos que como representantes de la “república”, de la cosa pública, de la ciudad).

En cualquier caso, es interesantísimo observar las analogías: entre los jurados de las cuadrillas, y los “jurats”, “consellers”, “paers” o “cònsols” colegiados de toda la ciudad o villa; entre los cuatros, y los “consellers” que integraban el “Consell estret” (Consejo estrecho) y asesoraban aquéllos; entre el secretario (con funciones de tesorero), y el “escrivà” y el “clavari” (éste segundo el que tenía las “claus” o llaves de la “caixa”); entre los revisores de cuentas y los “oïdors de comptes” (es gracioso observar como el nombre de los primeros hace alusión a “ver” las cuentas y el de los segundos a “oírlas”); y, la más importante, entre la asamblea o cuadrilla de vecinos y el “Consell general”.

Y, para seguir honrando a todos mis antepasados castellanos, y especialmente a mis bisabuelos y a las dos muy recientes pérdidas, he asistido por primera vez al Catapán, al Lavalenguas y a La Compra. Disfrutando ahora de mis primeros Sanjuanes de adulto, ¡entrando en fiestas como simpatizante de la cuadrilla de mis bisabuelos! Nunca olvidaré las fotos que me hice con sus sucesores y el bastón después de tomar posesión del cargo, ni de estar solo con los toros en Cañada Honda. Ni, aunque no me gusta que los maten, haber vuelto, por mis bisabuelos, a la Plaza el Viernes de Toros recordando aquel gorro de papel de periódico (pero pasándomelo mejor en El Pregón, en La Saca, en Los Agés, en Las Calderas y en Las Bailas). Porque no tenemos que olvidar que es gracias a todos nuestros antepasados que vivimos. Como tampoco olvido a mis abuelos jurados Gabriel Llorente Gamarra (el Macario del Chozo) y Felipa García Escalada (la Pipa), ni a todos mis tíos que también lo fueron: a mis tíos abuelos José Llorente Gamarra y Luesinda López López (del bar “La Alegría del Puente”, jurados de La Cruz y San Pedro en 1964, ahora también hace 60 años) y Alejandro Llorente Gamarra y Desideria Lorenzo Rubio (jurados de Santa Catalina en 1969); a mis tíos segundos Calixto Llorente Lorenzo y Josefa de la Mata Marín (jurados de Santo Tomé, San Clemente y San Martín en 1987); y, especialmente, a mi tío Jaime Redondo Ruiz y a mi tía Rosa Tejero García-Escalada, que fueron jurados de Santa Bárbara ese mismo año, el de mi nacimiento, y a su hijo, mi primo Diego Redondo Tejero, al que se volverá a honrar en la Plaza el Viernes de Toros. Y a mi tío Gabriel y a mi prima Carol. Espero que estéis juntos en un lugar mejor.

Muchas gracias, finalmente: a Quique, presidente de Nuestras Fiestas de San Juan, por haber hecho posible este artículo; a Eduardo, archivero municipal, por la labor que hace y porque sin su ayuda no lo habría podido escribir; a la Joyería Beltrán y a Digicrom por permitirme encargar el bastón de mando y el diploma de mis bisabuelos; a José Luis, “el Coris”, secretario de Festejos, por haberme pasado el contacto de la segunda empresa; a los jurados de La Cruz y San Pedro, Juan y Ana María, y a su secretaria Mari Mar por su amabilidad y paciencia; y a todos los compañeros de cuadrilla por su acogida.

¡Vivan las doce cuadrillas y todo el común de los hombres y mujeres buenos (incluyendo los doce linajes)!

¡Vivan las Fiestas de la Madre de Dios o de San Juan y la ciudad de Soria!

¡Y viva Castilla!

Joaquim Verde i Llorente es doctor en Historia por la Universidad Pompeu Fabra

tracking