De los saludadores a la denuncia en Valdanzo por el burro con rabia
Durante siglos existió la costumbre de llamar a un saludador cuando un animal enfermaba de rabia y hasta cuando una persona la contraía al ser mordida
«Embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas». Es una de las dos acepciones de la palabra saludador, apenas usada en este siglo y poco en el anterior, pero con bastante tradición en la historia, aunque en estos momentos tenga una gran carga peyorativa.
«No obstante el actual matiz peyorativo, hay que recordar que la palabra saludador deriva de salud, y que según Corominas y Pascual se generalizó su uso a partir de los siglos XV y XVI. En su origen, por tanto, el saludador es aquel que trae salud a los afectados de un mal particular: la rabia». Así lo recoge un artículo de Manuel Solórzano Sánchez sobre los saludadores en España, en el que también se habla de Soria. Solórzano es enfermero, Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica y miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería, entre otros colectivos.
La información que aporta el citado artículo sobre los saludadores en la provincia de Soria está recogida, según hace constar, de las averiguaciones del veterinario y escritor soriano natural de Oncala Pedro Iglesia Hernández, «quien recopila y reúne diversa información al respecto», toda ella recogida en el libro Curanderos y exorcistas en Soria durante el siglo XX.
Así, en El Burgo de Osma no tenía saludador propio aunque sí lo utilizaba recurriendo a solicitar estos servicios en otros pueblos. «Así, en 1620, el propio Ayuntamiento pagó 2.555 maravedíes al saludador de Herreros que vino a saludar al ganado enfermo. En 1620 se documenta un descargo de 12 reales por ir de nuevo en su búsqueda. Y ya en 1667 se abonan otros 22 reales de la paga de fin de diciembre a Bartolomé Sanz, saludador y también vecino de Herreros. Datos todos que a la vez nos revelarían la tradición en saludadores de este pueblo soriano»,
El citado artículo también cita al Catastro de la Ensenada que, cuenta, registró cinco saludadores en la provincia de Soria a mediados del siglo XVIII. Uno de los pueblos donde figuraban saludadores era Deza, con dos, «a los que se consideraba cada uno 400 reales de vellón de utilidad». Eran Alejandro Lozano, con 6 hijos, y Pedro Manrique, con 7.
Mientras, en Berlanga de Duero estaba el saludador Antonio Groba, que tenía unos ingresos de 50 ducados al año, lo que venía a ser 550 reales de vellón. Esta persona tenía un hijo.
Otro pueblo soriano con saludador era Castilfrío de la Sierra, con Joseph Ruiz de Arrivas, «de utilidad al año 229 reales de vellón». Además de tener esta función, era mesonero. En San Esteban de Gormaz, el saludador que cita el blog era Felipe Sanz, a quien se regulaba «una utilidad o renta anual de 550 reales».
Obviamente, su ganancia era mucho menor que la de los profesionales sanitarios, como los médicos y los boticarios.
Los saludadores eran personajes bastante frecuentados y con tradición popular y social arraigada, aunque a mediados del siglo XVIII un Real Decreto dictara que no se recurriera a ellos. Tendrían que pasar años para que comenzara a producirse «un giro en el concepto de las enfermedades y en la práctica médica, tanto humana como veterinaria», coincidiendo con el descubrimiento del virus de la rabia por parte de Pasteur.
Así, según el blog, con información recogida del citado autor soriano, en la segunda mitad del siglo XIX ya apenas se contrataba a los saludadores en la provincia de Soria, al menos oficialmente y a pesar de los «numerosos brotes de rabia sucedidos». Las normas y protocolos aconsejaban recurrir a médicos y veterinarios, según fueses los afectados por la rabia humanos o animales.
La prensa de la época recogió episodios sobre el particular, como el ocurrido en 1907 en Valdanzo, donde el alcalde dio cuenta de que se había presentado un caso de rabia en un burro del pueblo, propiedad de un vecino, José Lobo, que era el molinero. Todo ello después del informe de la Junta de Sanidad de Valdanzo que dictó la muerte y cremación del animal y el asilamiento de todos los que hubiera en la finca. Pero el molinero se saltó a la torera la orden y prefirió contratar a un saludador ambulante, Alejo Sacristán. El hecho fue denunciado por el médico José Novor; el farmacéutico Manuel Gómara y el veterinario Mariano Hergueta Pascual, que ejercían los tres en el pueblo. Denunciaron al saludador por intrusismo y faltas graves al ejercer sin ningún título con el asno.