Bordadoras en la Soria de los siglos XVI y XVII
La mujer soriana ha contribuido a enriquecer el patrimonio artístico histórico de la provincia
Con motivo de la reciente celebración internacional del Día de las mujeres, consideramos oportuno dar a conocer el nombre de algunas de ellas que, desde este apartado rincón de España, contribuyeron a enriquecer nuestro patrimonio artístico. Patrimonio que, por un mal entendido «agiornamento» del concilio ecuménico Vaticano II, se ha visto mermado considerablemente.
Hemos escrito, en otro lugar -«El arte del bordado en Soria durante los siglos XVI y XVII», en Revista de Soria, 76 (2012) pp. 85-104-, como era manifiesto que el oficio del bordado estaba en manos de artífices masculinos. Durante dichas centurias tenemos documentada la actividad de cerca de doscientos trabajadores en él, aunque no hayamos encontrado, hasta hoy, apoyo documental sobre la existencia de un gremio que les uniera. No obstante tenemos referencias de algunas bordadoras, si bien no a nivel profesional, que realizaron trabajos para sus monasterios, para ciertas personas o aderezaron y adobaron ornamentos de varias iglesias de la diócesis. Cabe suponer que esta singular manifestación artística se ejerció en los conventos femeninos, aunque no de una forma comercial y sí «ad usum privatum». Protocolos notariales y libros de fábrica dejan constancia de arreglos hecho por las carmelitas descalzas de Soria y las concepcionistas de Berlanga de Duero, «que ya no están y estaban antes» por haber sido trasladadas a Ágreda.
Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665), autora de primorosos bordados que se exponen en el museo del convento concepcionista de esa villa. La Venerable, en carta remitida a sor María de Cristo, una de las fundadoras del convento de Madrid, la escribe, en 1628, «ahora, he comenzado a bordar un cielo, que creo saldrá bonito». Y un año después la pide «me haga merced de enviarme unos dibujos para unos frontales y frontaleras muy buenas, porque ha de ser la broca de oro fino». Obras suyas son -según Manuel Peña García- un juego de casulla y un frontal de altar, en seda de colores, y un vestido para la Virgen de los Mártires.
Isabel de Arnedo a la que, según el libro de carta cuenta de la iglesia parroquial de El Salvador, de Soria, en las aprobadas el 12 de agosto de 1577, se le dieron y pagaron 44 rs. de un frontal de red forrado en bocací colorado.
Isabel González, natural de El Burgo de Osma, estuvo en casa de María Morales, vecina de dicha villa, «para que la enseñase a labrar, hacer costuras y pintar». María la dio de comer durante siete años y la llevó a Soria sin recibir cosa alguna. Francisco Morales, su hijo, asegura, en su testamento, de 14 de mayo de 1663, que «se me está debiendo todo lo que la dicha mi madre gastó con la dicha Isabel» y manda se cobren al racionero Juan García de San Juan 140 ducados, a razón 20 cada año, «que es lo menos que le puedo pedir por razón de lo susodicho». Labrar, según el Diccionario de Autoridades, consistía en «hacer y ejecutar con la aguja diversas labores en la ropa blanca»; mientras que el de la Real Academia señala era «coser o bordar, o hacer otras labores de costura».
Inés Iñiguez, religiosa en el convento de Santa Clara de Soria, de la que asegura el fantasioso fray Gregorio de Argáiz, en su despistado manuscrito del archivo catedralicio de Osma, fechado en 1660, que «los más de los días no comía ahorrando la ración, con licencia de la prelada, para alhajas de la sacristía y de la iglesia en la cual hizo dos altares colaterales, ornamentos, corporales y otras cosas curiosas en que se ocupaba los ratos que no acudía al coro y a la oración en la cual era tan continua que cuando la buscaban no iban a la celda sino al coro […] Murió con grande opinión de santa día de las Once Mil Vírgenes, de quien fue muy deuda».
Ana Martínez entra, el 25 de agosto de 1623, al servicio de Juan Montes Sanz (+ 1640), entallador y ensamblador, y de Gerónima Méndez de Villavieja, su 2.ª mujer, vecinos de El Burgo de Osma. Ésta, durante un año, «como maestra que es de enseñar a coser y labrar», debía enseñarla «de manera que no se haya de ocupar en otra ninguna cosa» obligándose, a la vez, a darla de comer y cama. Francisco de Salas, bordador, como curador de Ana, por el trabajo de Gerónima, se comprometió a pagar, de los bienes y hacienda de la menor, 30 ducados; y a dar lo necesario de lienzo de seda, hilo y agujas «para la dicha labra y costura y lo que así labrare y cosiere en todo el dicho año se ha de entregar al dicho Francisco de Salas para que […] se lo guarde para su aprovechamiento». Gerónima había servido mucho tiempo a D. García Rivero de Espinosa y a Dª Ana de Brizuela, su mujer, vecinos de Medina del Campo, y ésta, agradecida, mandó se la diesen, para ayuda a su casamiento, 40 ducados, que valen 15.000 mrs.
Francisca Picardo, aunque en la documentación se la llama Picarda, por eso de feminizar el apellido en las mujeres. Hija de Juan Picardo, autor, con Juan de Juni (c. 1506 - + 1577), del retablo mayor de la catedral de Osma. Por el pleito y causa que sostuvo contra el rector y colegiales del Colegio Universidad de Santa Catalina, extramuros de El Burgo, en 1576, por cierta cantidad que le estaban debiendo a su padre del «tumbulo y enterramiento del buen obispo don Pedro de Acosta y de la Madalena questá en el trascoro» de la Catedral, conocemos que se sustentaba del dinero que la reportaba coser, labrar, y con la limosna que recibía de Francisco de la Vega (c.1531-1585), bordador, en cuya casa la daban de comer. En el «Padrón de los vecinos clérigos y legos esentos y no esentos que tiene la villa del Burgo», de 7 de agosto de 1560, se la cita viviendo en la casa del citado bordador, sita en la Calle Nueva. Más noticias al respecto en nuestro trabajo, «Nuevos datos sobre el escultor Juan Picardo, autor de la Magdalena del trascoro de la Catedral de Osma (Soria)», Celtiberia, 98 (2004) pp. 267-284.
María Rosa de San José, que tomó hábito el 17 de diciembre de 1741 en el convento jerónimo de San Román de Medinaceli, del que, en 1764, fue priora. Hija de Ambrosio Romero, preceptor de la cátedra de Gramática de la villa. Tuvo fama de santidad y la llamaban «Santa Madre», conservándose como reliquia su cráneo en la Sala de Trabajo. Deseando ser religiosa bordó -informa Marcos Nieto Jiménez- una mitra para Fray Jose García, obispo y señor de Sigüenza (1727-1749), y al presentársela le preguntó qué deseaba. Respondió que el dote para ser religiosa «y al tiempo de responder que quería ser carmelita, se le borró de la memoria y dijo que quería ser monja en San Román, lo que nunca había pensado, y el Prelado la dio un abrazo, diciéndola que se alegraba se quisiere ir a su convento». El caso es que escribió a la comunidad para que la propusiesen y admitiesen, lo que se verificó el mismo día, y ofreció pagar el dote y demás gastos. El franciscano había sido propuesto para las mitras de Osma y Málaga, a las que renunció.
Magdalena Sánchez Ruiz, hija de Juan y Melchora, difuntos, tutorizada, desde el 1.º de octubre de 1625 por Francisco López, tundidor, y Quiteria del Buey, todos vecinos de Ágreda, puso, el 14 de mayo de 1626, a la susodicha «con persona que le enseñase a labrar y hacer cosas de labor» por tiempo y espacio de un año.
Y para finalizar, en 1634 se documenta, en Candilichera, a Agustina de la Peña y oficiales, a las que se abonaron 172 rs. por aderezar la capa y casulla, lienzo para sobrepelliz y seda y bocací y demás recados y todas las hechuras. Y en Alconaba, en 1641, se pagaron 8 rs. a Ana Ibáñez, vecina de Soria, por el aderezo de unas albas.