Heraldo-Diario de Soria

¿Existieron en Calatañazor y Gormaz talleres de bordado?

El oficio estaba en manos de artífices masculinos, aunque también se ocuparon en él algunas mujeres.  Está fechados en los siglos XVI y XVII
 

Magnífica casulla, de la primera mitad del siglo XVII, digna de cualquier museo y detalle con el escudo del donante sin terminar de bordar. JUAN CARLOS CERVERO VADILLO

Magnífica casulla, de la primera mitad del siglo XVII, digna de cualquier museo y detalle con el escudo del donante sin terminar de bordar. JUAN CARLOS CERVERO VADILLO

Publicado por
JOSE VICENTE DE FRÍAS BALSA
Soria

Creado:

Actualizado:

No es verdad, como se ha escrito, que en el patrimonio cultural de la Iglesia «el material textil es uno de los más abundantes». La realidad es muy otra, pues es poco lo conservado y esto debido a la reforma litúrgica del concilio Vaticano II (1962-1965), en el contexto del mal entendido «agiornamento» de la Iglesia. Tampoco lo es que la provincia no cuente «ni con estudios preliminares que aborden el análisis histórico de las piezas, ni de descripción de sus motivos ornamentales e iconográficos». Remitimos al artículo que publicamos en «Revista de Soria» en 2012, «El arte del bordado en Soria durante los siglos XVI y XVII». Contamos, además y en busca de editor, con datos biográficos de unos 298 bordadores y cordoneros que, durante esos siglos de la edad de oro del bordado español, ejercieron la profesión por estas tierras en las que, al decir de un obispo oxomense, «hasta los páramos son santos».  

Pero vayamos al tema. Ya en 1660 se hace eco el fantasioso y crédulo fray Gregorio de Argáiz, que llegó a El Burgo de Osma llamado por Juan de Palafox y Mendoza para escribir las «Memorias ilustres de la Santa Iglesia y Obispado de Osma», de la posible existencia de unos talleres de bordado en Calatañazor cuando escribe que «en tiempos que estaban los Moriscos en España tenía mucha vecindad por la mucha riqueza y trato que había en las tapicerías de seda y lana que se obraban en ella». 

Nicolás Rabal se hacía eco, al respecto y refiriéndose a un tapiz timbrado con el escudo del obispo Pedro García de Montoya (1454-1474), «de una antigua fábrica de sedas que hubo en tiempos en la pequeña villa de Calatañazor, de donde procederían, según él, cinco grandes cuadros, arreglados con retazos, según se cree, de unos magníficos tapices de seda con realces de plata y oro que representaban la Sacra Familia y los apóstoles. Y añade: ignórase hasta el sitio donde estuvo esta fábrica y la época en que floreció; pero todos convienen en que existió realmente, y por tradición se señalan como de aquella fábrica los ternos de que están llenas la Catedral y muchas iglesias de la diócesis». 

  A finales del siglo XVIII, Juan Bautista Loperráez Corvalán, al tratar del arciprestazgo de Gormaz, informa que «por los años de mil quinientos treinta y tres había en esta villa, según consta de instrumentos, muchos Bordadores de seda, conservándose aun en las Iglesias del Obispado algunos ornamentos trabajados en ella». El hecho de no haber llegado a nuestros días los instrumentos aducidos por el historiador, que regaló a la Real Academia de la Historia algunos manuscritos sustraídos del archivo de la catedral de Osma y del municipal de Soria, nos empujan a dudar muy mucho de su existencia. 

 Pero ¿existieron esos talleres? Juan Cabré Aguiló opina que no y argumenta su aserto en datos copiados del inaccesible archivo catedralicio que «desvanecen en parte la existencia en el siglo XV de una célebre fábrica de ornamentos sagrados, en la villa de Calatañazor, a la que alude Rabal». En contra, «pueden alegarse, además, muchas referencias en los libros de fábrica de la Catedral oxomense, a los viajes que hacía todos los años el Canónigo fabriquero a las ferias de San Esteban de Gormaz, Medina del Campo y Valladolid, para proveer a la Catedral de todos aquellos enseres indispensables para el culto». Asegura que cuando visitó la villa, en 1911, le «confirmaron la misma tradición, llegando al extremo de indicarme el sitio en que estaba la fábrica y ruinas que se conservan de ella».   

En su «Catálogo monumental de la Provincia de Soria» ya se había hecho eco de la tradición. En este importante trabajo afirma que «dato positivo de su existencia no se ha hallado en Calatañazor pero [Bienvenido] Calvo Hernández, en una Memoria premiada en un certamen literario de Soria de 1905, inédita, nos asienta y confirma la importancia de esta fábrica “por el número y calidad de bordados y tasadores de seda que tenía la Catedral, extremo que se atestigua con documentos (por él hallados) existentes en Osma”. Dice también que el Obispo D. Pedro de Acosta, dio gran impulso a esa fabricación a juzgar por existir en muchos ornamentos de la Diócesis su escudo. No lo he visto por mi parte». Si en realidad existieron es algo que, hasta hoy, no ha sido verificado y dudamos mucho que algún día se haga. 

Hay constancia en la provincia, al menos desde 1508, de talleres en los que se ejercía esta ocupación, si bien las noticias sobre bordadores en Soria no son muy abundantes en la decimosexta centuria. Sí en la primera mitad del siglo siguiente percibiéndose, a partir de esta fecha, un gran vacío documental, acaso motivado por cierta decadencia del oficio. Queda patente que este arte estaba en manos de artífices masculinos. No obstante, tenemos documentadas algunas mujeres que se ocuparon en él tal y como puede leerse en «Heraldo-Diario de Soria» de 16 de marzo de 2022.

No hemos encontrado, por otra parte, referencias sobre la existencia de un gremio de bordadores, ni tampoco de sus ordenanzas. Los maestros de los que tenemos noticias llevaron a cabo numerosos trabajos para iglesias, ermitas y capillas particulares que tenían necesidad de ornamentos para los actos cultuales. En menor cantidad, para algunos ayuntamientos, como los de El Burgo de Osma y San Pedro Manrique. Para nobles, hidalgos y personas de cierto nivel social ostentaron el patronazgo de capellanías. También las cofradías solicitaron sus servicios.

Es característico del panorama soriano, por lo general, la pobreza de ornamentos de las iglesias rurales y la gran necesidad que había de ellos, dada la fragilidad del material de que estaban fabricados y su continuo uso. Partiendo de esta situación se entiende que, durante el siglo XVII, las parroquias contrataran piezas y que pocas fueran las visitas pastorales en las que no se ordenara hacer y aderezar ornamentos para el servicio del culto. 

Refiere el precitado Argáiz que el obispo Antonio de Valdés (1641-1653), «en visitando las Iglesias de el obispado trahía hecho memorial a casa de todo lo que necesitaba cada una: y luego hacía comprar las telas que eran menester, lienços y manteles para ornamentos, albas y altares, y unas veces mandaba se lo llevasen, para que los hiciesen cada una; otras veces no se fiaba de la diligencia de los curas y mayordomos; sino que se cortaban y hacían en casa y en su presencia pagando él todas las hechuras, y las Iglesias el coste de las telas, si estaban sobradas en las fábricas; pero si estaban pobres todo lo pagaba él las telas, los portes y las hechuras, y parecia su palacio algunas veces tienda de mercader, o casa de sastres». 

De los materiales empleados para la confección de las ropas litúrgicas: damasco, tafetán, seda, terciopelo, bocací, oro, burato, anjeo, brocado, brocatel, etc., se abastecían los maestros «brosladores» en los establecimientos comerciales de El Burgo de Osma, Soria y feria de San Bernabé en San Esteban de Gormaz, aunque también hay constancia de su adquisición en Madrid, Toledo…

tracking