¿A quién encargaron los señores de San Leonardo el retablo de la iglesia?
El autor de tan bella obra es Martín Martínez, maestro escultor y arquitecto más notable del taller de El Burgo en el periodo comprendido entre 1636 y 1668
Hasta el momento ningún historiador del arte, que sepamos, ha escrito quién es el autor del magnífico retablo mayor de la iglesia parroquial de San Leonardo, sito en la villa del mismo nombre. Echando mano de la oportunidad que nos brinda la celebración de sus fiestas, el próximo día 22, festividad de Santa María Magdalena, resumimos los documentos que nos desvelan tal incógnita. Y lo hacemos con el recuerdo a dos amigos que allí nos dejaron: Carmelo Rubio de la Iglesia y Teodoro de Miguel de Miguel.
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Los protagonistas de nuestra página son el madrileño Martín Martínez y Juan Manrique de Lara (1508-1568) y Ana Fajardo (+ 1567), su 2ª esposa, de cuyo matrimonio nacieron Antonio Manrique de Lara (1563-1611) y Juana Manrique de Lara (1566-1631). Ésta casada, en 1592, con Manrique de Lara, conde de Valencia de don Juan, que al enviudar, en 1593, sin consumar el matrimonio, tuvo estrecha amistad con Francisco de Rojas, III conde de Poza. Aunque casado, «la amistad de ambos se estrechó tanto que, por el año de 1600, sumando a su afectiva unión la cercanía de habitaciones, nació de ambos una hija que se llamó Dª María de Rojas Manrique de Lara». Criatura a la que ella presentaba como sobrina si bien, más tarde, acabó reconociéndola como lo que era: su hija.
Fue la condesa consorte de Valencia la que, el año 1628, ordenó empezar las obras de la iglesia de San Leonardo, como lo había mandado su padre en 1570. Encargo que, al parecer, no había podido llevar a cabo su hermano Antonio, a quien se le adjudicó una hija natural, si bien declaró en su codicilo que María Manrique «no es mi hija, aunque por respeto de un amigo mío, la han tenido en esa opinión».
En los trabajos del templo intervinieron, entre otros, Pedro Núñez, cerrajero de Vinuesa; Juan de Estrada, maestro de obras, vecino de Madrid; Pedro Diaz de Palacios, maestro de cantería y carpintería y alcalde de San Leonardo; Francisco Alvarado, también maestro de obras, vecino de Adal, quien asegura que «la obra de la iglesia desta villa está por acabar según la obra de la capilla mayor que mandó fabricar el Sr. D. Antonio Manrique de Lara, señor que fue desta villa, y luego la Sra. condesa de Valencia Dñª Juana Manrique de Lara, su hermana y testamentaria»; Domingo de Pontones, maestro de obras, vecino de Hermosa, y otros.
El 18 de septiembre 1645 Martín Martínez, residente en San Leonardo, «a cuyo cargo está hacer el retablo de la capilla mayor», confesó haber recibido 1.657 rs. de Diego Ruiz de Mijangos, administrador del estado de la villa a cuyo cargo estaba la cobranza de los juros y censos pertenecientes a las capellanías y obras pías de esa capilla. Dos años después, el 12 de marzo de 1647, le dio otros 2.433 rs. y 17 mrs. Y el 13 de agosto de 1648, le abonó 1.066 rs. y 17 mrs., que con los 2.433 rs. y 17 mrs. anteriores «importa lo que ha tiene recibido hasta hoy día de la fecha» 3.500 rs. Hacemos constar que en esta última cantidad no se incluye la primera entrega, sin que sepamos cual es el motivo de no hacerlo.
Habrá que esperar varios años para volver a tener noticias del pago de esta obra. Será el 29 de febrero de 1652 cuando Antonio Valdés de Herrera, obispo de Osma (1641-1653), patrón de la mencionada capilla y capellanías dotadas y fundadas por Antonio y Juana, apodere al madrileño, a la sazón vecino de El Burgo de Osma, para cobrar 5.000 rs. que «se le están debiendo de la obra del retablo de la capilla mayor de dicha iglesia parroquial de dicha villa de San Leonardo que ha hecho y asentado y que se ha visto y dado por buena […] Y de lo que recibiere y cobrare pueda dar y otorgar su carta o cartas de pago, finiquito y lasto y las demás que fuere necesarias». El maestro, el 16 de abril, sustituía el poder de su señoría a favor de dicho Diego Ruiz de Mijangos, vecino de la villa de Madrid, para que, en su nombre, los recibiese.
Martín Martínez, esposo de Antonia Martínez de Mesones y al enviudar de Dª María de Peralta, es el artista más polifacético y significativo de su época en la diócesis de Osma en los campos de la escultura y arquitectura, en la doble vertiente de tracista y ejecutor. Profesiones en las que gastó sus días, al menos, durante treinta y dos años, desde 1636, en que se hallaba haciendo el retablo mayor del convento de Guijosa, a 1668 cuando trabajaba en el cuarto-palacio que el II conde consorte de Castrillo, García de Avellaneda y Haro, hacía en la cabecera de la iglesia monacal.
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El ámbito territorial en el que desarrolló su actividad, en no pocas ocasiones para el citado conde, es amplísimo, abarcando toda la diócesis. Así lo ponen de manifiesto sus obras ubicadas, en su día y hoy, en las localidades sorianas de Alcubilla de Avellaneda, El Burgo de Osma, Casarejos, Cubillos, Gallinero, Guijosa, San Leonardo, Vinuesa…; y en las burgalesas de Aranda de Duero, Campillo, Coruña del Conde, Gumiel del Mercado, Guzmán, Hontoria de Valdearados, Peñalba de Coruña, Pinilla Trasmonte, Quemada, Quintana del Pidio, Valverde…
El nombre del autor de este retablo lo veremos, y lo verán, publicado como inédito en algún libro, revista o folleto de ámbito local, sin citar la procedencia. No será la primera vez que nos copien, lo que ha ocurrido recientemente dando como inéditas unas noticias que publicamos, en «Diario de Soria», el 11 de junio de hace la friolera de 25 años. No se debe mentir ni engañar a los lectores, tampoco adjudicarse méritos ajenos, si es que lo son.