Heraldo-Diario de Soria

Asesinato en La Muedra: 'el Santoyo' mata a su novia de un disparo (1886)

Tras huir del lugar del asesinato, se le disparó la pistola cuando volvía para entregarse a la autoridad y hubo que amputarle un brazo

La Muedra solo puede fotografiarse cuando el nivel del embalse está muy bajo.

La Muedra solo puede fotografiarse cuando el nivel del embalse está muy bajo.HDS

Publicado por
José V. de Frías Balsa
Soria

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De la escalofriante suma de los aproximadamente 530 asesinatos y homicidios de los que tenemos referencias y documentación, relativos a los años comprendidos entre 1860 y 1963, recordaremos hoy el que tuvo lugar en el lugar de La Muedra en 1886. Ese mismo año se cometieron crímenes también en Carabantes, homicidio y disparo de arma de fuego, agresor Santos Caballero Blasco, de 40 años; Montuenga, homicidio y disparo de arma de fuego, agresor Vicente Aguarón Tobajas, de 25 años; Noviercas, homicidio, agresor Mariano Gonzalo Rodríguez, de 19 años; Retortillo, parricidio y aborto, agresor Bibiano Crespo García, de 24 años; Sauquillo de Alcázar, homicidio y disparo de arma de fuego, agresor Lucas Garcés Abián, de 29 años; y Vozmediano, homicidio, agresores los hermanos Manuel, Eustaquio y Fermín Rodrigo Domínguez, de 19, 21 y 23 años.

Los hechos a los que nos referiremos acontecieron en La Muedra, el domingo 12 de septiembre de dicho año siendo sus protagonistas Francisco Miguel Buberos, alias Santoyo, natural del lugar y vecino de Tardajos, de 32 años, y María Calzas Pérez, soltera, de 24 años. Ambos sostenían relaciones amorosas ilícitas y pactado su matrimonio con el consentimiento del padre de está, Miguel Calzas Martínez, desde mediados de junio y practicadas por él algunas gestiones para realizarlo.

Tanto a Miguel como a María les disgustaba que Francisco, en extremo apasionado, estuviese casi constantemente en su casa, la acompañara a todas partes y tuviera abandonado su trabajo de cestero, hecho, éste, por el que Miguel le reconvino en varias ocasiones sin que cambiara de conducta. El pretendiente, por otra parte, estaba disgustado que en la casa entrara un joven vecino de aquéllos, lo cual le había hecho saber al padre y al mismo joven, sin que por eso se alteraran la relaciones entre los novios porque María no era veleidosa sino formal y honrada.

El día 6 María hizo saber a Francisco su malestar por haber cobrado a su padre cierta cantidad, que le tenía prestada, estando tan próxima la boda, y manifestándole su intención de retrasar un año el matrimonio. Buberos, sacando una pistola, la amenazó con la muerte si lo hacía.

Éste, dicho domingo como de costumbre, estuvo por la mañana en casa de su novia y la acompañó al barbero, donde fue a peinarse con su prima María Pérez López y cuando concluyeron, mientras aquél hablaba con la madre de ésta, ellas, sin decirle nada, se marcharon a la dehesa de Miranda a coger endrinas. Cuando advirtió que se habían ido, fue a casa de la novia y recorrió el pueblo y las afueras sin encontrarla.

Averiguado su paradero, se bebió dos copas de aguardiente, sin embriagarse, machó a su casa, cogió una pistola de dos cañones que tenía cargada y algunas cápsulas y se dirigió hacia la dehesa en su busca. Las encontró, ya de regreso, en el sitio denominado la Calva, a un kilómetro más o menos de pueblo, y dijo a María «que estando para casarse debía manifestarle siempre donde iba», a lo que contestó «que entonces siempre iba a estar detrás»; replicando él «ya te puede privar». Y sin darse cuenta de lo que hacía se llevó la una mano a la faja, donde tenía la pistola, en cuyo momento la novia se agarró a la faja preguntándole que iba a hacer, sin que ésta bastara a contenerlo.

Sacó el arma e hizo un disparo sin causarla daño. Continuó sujeta a la faja y fue rechazada por el homicida, huyendo ella unos cuantos pasos si bien seguida por él hasta darle alcance. La derribó al suelo y, acto seguido, la descargó un tiro en la cabeza que la ocasionó la muerte a las pocas horas, cuyo proyectil, dándole en el parietal derecho, la fracturó el cráneo, atravesó la sustancia cerebral en dirección de arriba abajo y de atrás adelante, la fracturó el pómulo y el maxilar superior implantándose en el seno de éste de donde fue extraído al practicarse la autopsia a la interfecta.

Francisco huyó del lugar pero, resuelto a presentarse a la autoridad, cuando regresaba para hacerlo la noche del mismo día, al saltar una acequia se le disparó la pistola, que de nuevo había cargado y llevaba entre la faja, dándole el proyectil en la flexura del brazo izquierdo. El disparo le fracturó los huesos de la articulación del codo haciéndose precisa la amputación del miembro, herida de la que quedó perfectamente curado e inútil para el trabajo.

El 29 de enero de 1887 tuvo lugar el juicio del que fue ponente Francisco Roca de la Chica, presidente del tribunal. En él se condenó a Francisco Miguel Buberos, de buena conducta, sin antecedentes penales y considerando que el padre de la víctima no quiso ser parte en la causa, a la pena de catorce años y ocho meses de reclusión temporal, inhabilitación absoluta temporal en toda su extensión, a abonar las costas procesales y 2.000 pesetas por indemnización a los herederos de la interfecta.

Como estrambote a este artículo una corrección al pasado de 11 de septiembre. En la columna 1ª, párrafo 2º, donde se escribe fray Alonso de Oropesa, lo correcto es fray Alonso de Orozco.

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