SOCIEDAD
Verena, la primera mujer resinera
Una joven de Matamala se estrenará en la resina esta próxima campaña, un oficio casi desaparecido pero con posibilidades de futuro que ha empezado a recuperarse
No será a mucha más altura de los 1,60 metros que se aleja del suelo por donde Verena hará sangrar al pino. La fuerza en este caso no está en altura ni siquiera en la resistencia o en la capacidad, sino en el empuje y la decisión de esta joven de 28 años que quiere ser resinera. Sí, ese oficio otrora con pujanza en la provincia y venido a menos hasta su completa desaparición, hasta que hace un par de años se comienza a ver como un yacimiento de empleo con posibilidades de futuro.
La experiencia de algunos municipios como Tardelcuende los dos últimos años (la temporada de la resina suele ir de marzo a noviembre) ha hecho que ayuntamientos de otras localidades se interesen por el asunto y la actividad resinera se vea atractiva y no tanto como un ‘oficio para el recuerdo’. Si a eso añadimos una situación económica actual con uno de cada tres jóvenes sorianos en el paro aparece la explicación de por qué hay jóvenes que están empezando a apostar por la resinación como forma de ganarse la vida o, al menos, como una renta complementaria. Es el caso de Verena Garijo Gómez, que puede hablar a los pinos en francés, inglés y algo de alemán, pero que se dirigirá a ellos en el idioma del despizorrado y el pote, esto es, el castellano.
La crisis no entiende de idiomas y esta joven de Matamala, técnico de alojamientos turísticos y técnico también de actividades físicas y deportivas, se quedó en el paro, que no parada.
La joven, natural del pueblo aunque residente en la capital, confiesa que no tiene experiencia en el sector pero oyéndola hablar parece que lleva de resinera media vida. Verena es una de las tres personas que han respondido a la convocatoria del Ayuntamiento de Matamala de Almazán, que esta próxima campaña se estrena en el adjudicado a pinos a una destilería segoviana, que a su vez adquiere la resina a particulares, interesada en el potencial de los pinares sorianos. Éste no es el primer año que la sociedad Resinas Naturales aterriza en Soria: ya lo hizo en temporadas anteriores en otros municipios. Es una forma de apostar por el monte, pero especialmente «en estos momentos por el empleo. Si se crean dos o tres puestos de trabajo, ahí están», apunta el alcalde de Matamala, Mariano Hernández.
La teoría es la siguiente: los ayuntamientos alquilan un número determinado de pies a la citada sociedad por el dinero que acuerden y ésta compra la miera que obtengan los particulares del árbol, quienes tienen que darse de alta como autónomos y pagar al Ayuntamiento en cuestión 20 céntimos por cada pino que exploten. En el caso de Verena serán 1.000 euros, puesto que tiene pensado hacerse con 5.000 pinos. El precio por pie lo marca la Consejería de Medio Ambiente y es el mismo para toda Castilla y León.
«Para empezar, me quedo con estos. Me decidí a intentarlo y espero seguir hasta el final», cuenta Verona. La joven se quedó en el paro después de estar más de dos años trabajando en un hotel, y tras un problema de rodilla que la tuvo cuatro meses sin poder hacer nada, decidió enrolarse en la resina, un trabajo que reconoce que es «duro al principio». Es consciente de que el despizorrado inicial será lo más complicado. Uno a uno tendrá que devastar sola 5000 pinos, esto es, quitar la corteza en la zona donde después se picará. «También se llama desroñar».
El trabajo se acompaña de algunas herramientas específicas pero en esta parte como en otras siguientes también es necesaria la fuerza.... y una pequeña inversión. La joven calcula en no más de 300 euros el material necesario: un barrasco para despizorrar; un trazador, herramienta que sirve para marcar la anchura por donde se resinará; una uve, que hará una hendidura con forma de tal en el tronco; un azuela o gubia; una escoda, para dar las picas; un hacha; una media luna para hacer la hendidura en forma de arco en el tronco donde se colocara la grapa; un pote (recipiente de barro cocido o de plástico para recoger la resina. «Hay dos formas de hacer la herida, a rayón y a escoda. Si esto son los 12 centímetros, vas cortando la madera hasta el junge», explica la mujer acompañándose de gestos con las manos. «Ahí clavarás la media luna para que luego caiga la resina por donde tiene que deslizarse», añade. También hay que disponer de un carretillo para transportar la resina hasta los bidones que la empresa deja en el monte. En un principio, la resina que recoge el pote se vacía a unos bidones de menor tamaño que los anteriores, de uso particular, desde el cual se echa a los grandes, que tendrán en torno a los 200 litros.
También conoce de cerca los riesgos iniciales del oficio el alcalde de Matamala. Aunque no de forma directa, Hernández sabe lo supone porque sus abuelos fueron resineros. «Te embarcas en algo que no sabes cómo va a funcionar», afirma el responsable municipal, quien sostiene que la gente que comienza debería tener «ayuda» por parte de las Administraciones a la hora de comprar al menos las herramientas.
Los árboles adjudicados por Matamala a la citada empresa Segoviana, de Cuéllar, se cifran en unos 10.000 y se encuentran en el monte número 64.
Verena confía en poder comenzar pronto el quehacer de la resina. Antes tendrá que ser citada por la empresa que impartirá un pequeño curso con lecciones prácticas sobre cómo aprender a resinar, al menos los prolegómenos, lo cual tendrá lugar en breve según sus noticias, aunque todavía no conoce el día.