SOCIEDAD
Oda a la boina
Diariodesoria.es
Teresa Ordinas se encargó de que la boina de su marido, Avelino Hernández, viajará desde Selva hasta su casa familiar en Valdegeña. Cuelga ahora la magnética chapela negra en el vestíbulo de una vieja casona de piedra, que rezuma historia y letras. El hermano del escritor Ricardo Hernández la muestra orgulloso al tiempo que se la prueba; así recuerda sus consejos, su pluma libre, que reivindicaba la cultura rural, esa que se extingue a marchas forzadas.
«Sé que a mi hermano estaría de acuerdo con hacer un homenaje a la boina, una prenda imprescindible de la esencia rural soriana y por ende castellana», destaca Ricardo, el alcalde de esta pintoresca localidad soriana a la que le rodea bellos quejigares y encinares de la Sierra del Madero.
El Ayuntamiento de Valdegeña, localidad natal de Avelino Hernández y su familia, prevé colocar en el Barrio Alto de la localidad el monumento a la boina, una escultura del artista del hierro Isidoro Saenz, con la que se pretende reivindicar el uso de esta prenda tradicional, no sólo por los ancianos sino por las generaciones venideras que quieran enraizar con la cultura de su tierra.
Ricardo cuenta que se pone la boina en septiembre y se la quita en abril, «pues en verano molesta». Rememora los tiempos en que la anticuada prenda pululaba por las cabezas de la mayoría de los jóvenes y adultos de las localidades sorianas, y apunta que ya cuando cumplían los 14 o 15 años formaba parte del atuendo habitual. «En mi casa la usaron el abuelo de mi padre, mi abuelo, mi padre y después mi hermano Avelino y yo», indica a Ical.
Ante la desaparición del uso de la boina, este regidor de conversación pausada y silencios que hablan ha decidido erigir el monumento, con el propósito de que no caiga en el olvido. «Moisés e Isidoro Ciriano, que protagonizaron el vídeo ‘Se veía venir,’ que vaticinaba la crisis económica, portaban boina. Ahora ya es difícil ver quién la luzca a pesar de ser tan nuestra», insiste.
Además, del monumento Ricardo promueve su uso como símbolo de la identidad cultural del medio rural, y así no duda en regalar chapelas a aquellos alumnos que siguiendo la huella literaria de Avelino Hernández visitan Valdegeña. «Hace poco regalé una boina a un chico catalán que decía que su abuelo la usaba», cuenta.
El etnógrafo soriano, Enrique Borobio, lamenta que esta prenda «tan de Castilla» este asociada al ‘paletismo’ a consecuencia de algunos humoristas que «en tiempos modernos» decidieron vincularla a la incultura. «Cuando los habitantes del medio rural iban a las ciudades se les hacía el chiste de desenroscarse la boina. Paco Martínez Soria, ‘Marianico el Corto’ fueron algunos humoristas que vincularon la prenda a la ruralidad más inculta cuando en muchos sitios era utilizada por intelectuales», apostilla.
Borobio incide en que fue a principios del siglo XX cuando comenzó a popularizarse el uso de la prenda, que hacía la misma función que la montera o el sombrero de ala ancha pero con un precio mucho menor. En las ciudades se tomó como una prenda del medio rural, pero realmente llegó al pueblo de los ambientes industriales, pues era una incorporación moderna a la moda popular.
«Cuando la boina se incorporó al medio rural el traje popular ya estaba de capa caída, solo los más viejos vestían a la manera tradicional», asegura para agregar que en Berlanga de Duero, el último hombre que vistió de corto con el traje tradicional soriano fue el tío Pata y en 1880 vestía con pañuelo en días de fiestas, por lo que es la boina era algo mucho más moderno y se comenzó a utilizar de forma masiva a principios de siglo.
No es por tanto, una prenda típica de la indumentaria popular, sino que se incorporó al pueblo en una moda reciente, que hoy está totalmente diluida.
Este etnógrafo soriano pone de relevancia en el hecho de que la boina se identifique con la ruralidad y tenga un significado peyorativo cuando algunos intelectuales sorianos como Avelino Hernández o Miguel Moreno no dejaran de lucirla a lo largo de su existencia. «Desde los requetés hasta el Ché Guevara pasando por los bohemios franceses, la boina siempre ha estado presente hasta ahora en nuestra forma de vestir».
En opinión de Borobio, a la boina le pasó como a la capa que cayó en desuso porque fueron desbancadas por prendas más cómodas como la viera y el abrigo, respectivamente.
También la Asociación Socio-Cultural Castilla reivindica el uso de la boina, al considerarla el símbolo más puro de la identidad cultural de esta tierra, que liga a los antepasados con sus tradiciones. «Es una manifestación de orgullo por nuestros orígenes», asegura uno de los miembros de la Junta Directiva, Javier de Miguel Sánchez.
El origen de la boina, según investigaciones del colectivo, se puede remontar a la Edad Media en varios lugares de Europa, sin embargo, en Castilla ya se hallaron miniaturas de hombres con boina-y con rabillo- ilustrando las Cantigas de Alfonso X el Sabio (siglo XIII). Además, también en el Hospital del Rey de Burgos se encuentran esculturas de caminantes con boinas adornando sus puertas (siglo XVI).
Es una prenda ligada al ambiente rural, al trabajador del campo o al pastor, que protegía con ella su cabeza del frío del invierno y de los rigores del sol en verano en la Meseta. En el siglo XIX era, según Javier de Miguel, una prenda difundida e imprescindible para el campesino castellano. «Castilla comparte junto a Navarra y País Vasco origen en España de esta prenda, desde donde se extendió a buena parte del resto del país».
Durante principios del siglo XX, la boina saltó del campo a la ciudad (claramente por influencia francesa) y se convirtió en un símbolo urbano de intelectualidad y bohemia.
«Ese ambiente liberal desapareció tras la Guerra Civil y con ella cae en desuso esa estética. La boina se queda recluida en su ámbito original campesino. Poco después, con la llegada del desarrollismo y los anhelos modernistas, se instala en nuestra sociedad un menosprecio hacia todo lo rural y lo tradicional, llegándose a denostar la prenda por representar justamente todo ello», argumenta.
La puntilla a la boina llegó con la revolución agrícola, la mecanización del campo trajo nuevos aires y aparecieron las gorras visera, una prenda que muchas veces era promocional y gratuita, más barata que la boina, que caló entre los agricultores jóvenes. «Hoy en día solo las personas mayores siguen usando su boina de siempre, llevados por el más puro sentimiento de tradición», apostilla.
Enrique Borobio cree que solo los diseñadores o influencer de la moda pueden volver a poner en uso esta prenda, mientras que la Asociación Cultural Castilla anima a que el próximo 23 de abril los hombres de la región tapen sus cerebros con esta pieza etnológica.