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ANIMALADAS

‘Patrimonio’ de la capital y fotografía del turista

La ardilla se ha convertido en parte del paisaje urbano del corazón de la ciudad, donde campa a sus anchas en la Dehesa para deleite del soriano y sorpresa del turista

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Publicado por
P. P. S.
Soria

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Inherentes al corazón de la ciudad. Tanto, que forman parte del paisaje urbano más paseado de Soria que es la Dehesa. Aquí tienen su reino propio, que en ocasiones expanden al cercano Museo Numantino o incluso a la zona de Los Royales. Imposible saber a ciencia cierta la población de ardillas que habita en esta céntrica morada, lugar abierto a la ciudadanía y a cuantas especies encuentren aquí acomodo. De todas ellas, la ardilla es el mayor mamífero que desde hace décadas vive en el parque. ¿Cuántas? Hay quien ha llegado a contar 16 a un tiempo. Otros, más expertos en su diferenciación sitúan la población en más de 20 animales.

El comentario popular cuenta que subieron del río y que, antes que en la dehesa, se las veía con frecuencia por Los Royales. Nada tan seguro, hoy, como el hecho de que las ardillas se han convertido en el elemento más fotografiado por los turistas en el parque y, mutatis mutandi, compiten en atractivo con el Gerardo Diego de bronce, a la altura del Casino, que tanto gusta al visitante. Ellas no permanecen tan estáticas como el escritor, tienen su horario y las primeras horas de la mañana son las mejores para encontrarlas correteando por la dehesa, especialmente en la zona alta.

Para guarecerse tienen donde elegir. El parque alberga, según fuentes municipales, hasta 127 muestras entre árboles y arbustos, pero sólo hace su casa en los primeros, los que tienen tronco consistente y ramas por las que va saltando. De entre las 78 especies de árboles, prefiere los pinos.

La ardilla gusta de temperaturas cálidas. Huye de los inviernos fríos, lo que llama la atención en Soria donde, incluso con un manto de nieve en el suelo es posible ver alguna atrevida ardilla. Ni en esa situación ni en clima propicio, le falta alimento a la ardilla. Cacahuetes, nueces, avellanas, almendras, piñones... Cualquier fruto seco le resulta plato apetecible, mucho mejor que galletas a las que no hacen ascos, pero no se aconsejan.

Su convivencia con el humano la han hecho cercana en el trato, aunque sabe guardar la distancia y corretear rápidamente para escabullirse ante cualquier movimiento. Con un poco de paciencia, es fácil observar su pequeño cuerpo de roedor y su peluda cola a pocos centímetros de la mano que le da de comer. No pueden quejarse: en la Dehesa tienen camareros diarios que les nutren de provisiones. A primera hora de la mañana dos o tres personas acostumbran a dar de comer a las ardillas de la dehesa.

Frente a la mano amiga, los perros han sido en alguna ocasión enemigo mortal de las ardillas de la dehesa cuando han ido sueltos. Casos puntuales, que suele encender la ira de paseantes. En la primera del pasado año, dos ejemplares de ardilla aparecieron muertos en la zona alta de la dehesa, aunque sus cuerpos no mostraban señales de agresión animal. Este pequeño roedor puede llegar a pesar 1,3 kilos y su longevidad se sitúa entre los tres y 10 años. Insectos y pequeños reptiles completan su dieta, rica en frutos secos que a veces entierran para tiempos peores.