ANIMALADA
La grulla escandinava se sorianiza en invierno
Vuelo firme, en escuadrón. Cuello y patas totalmente estirados. Y un cuerpo gris ceniza. Vienen las grullas huyendo del frío. Ya están aquí. Oigamos su trompeteo.
La mayoría lleva a sus espaldas miles de kilómetros. Luchando contra las bajas temperaturas, las heladas y cualquier inclemencia que se ponga en su camino. Proceden de los países escandinavos y van camino de las dehesas extremeñas pero hacen parada obligada en el pantano de Monteagudo de las Vicarías, entre otros lugares en que reposan. Este humedal acoge por estas fechas a una considerable población de grullas, a las que es posible ver en dos puntos de observación cercanos y un mirador situado en zona alta.
Fácilmente reconocibles, las grullas llegan en torno al mes de octubre a España, en busca de un lugar cálido donde pasar el invierno, aunque este año han llegado más tarde por la bonanza del clima. Aquí permanecen hasta el mes de marzo.
Con una envergadura de más de dos metros, vuelan con una llamativa formación en V, en bandada que son muy fácil de reconocer desde tierra. La grulla pertenece a la familia de las gruiformes y su envergadura es de 1,80 hasta 2,22 metros, según fuentes de la organización Seo Birdlife.
Esta ave vuela con el cuello y las patas estirados y resulta inconfundible. Es muy esbelta y tiene una coloración general gris ceniza, más oscura por la punta de las alas. Los machos tienen plumas colgantes a modo de cola. Y en la cabeza, de color negro, destaca una pequeña zona roja y franjas blanquecinas en los dos lados.
Durante los meses de invierno encuentran alimento en dehesas y en campos de cultivos que al caer la tarde abandonan de forma ruidosa, pero siempre en formaciones simétricas, camino del espadañal o la zona en que hayan hecho su dormidero.
Su canto es de lo más característico: un trompeteo que la grulla emite, posible a través de una larga tráquea, alojada en la cavidad torácica, que actúa a modo de caja de resonancia, según fuentes de la citada organización. Sin salir al campo, en otoño es posible escucharlas incluso cuando pasan por la capital. Los ejemplares jóvenes producen silbidos en pleno vuelo cuando siguen a los adultos.
La principal amenaza de la grulla común es la degradación de sus hábitats de cría tanto en Europa como en Rusia, donde también habita. En la península también se ve amenazada, si bien en este caso por alteraciones del hábitat debido a roturaciones de las dehesas de encimas o a la puesta en marcha de campos de regadío. No es el caso de Monteagudo de las Vicarías, lugar de la provincia con más población de grullas estos meses de invierno, que estos días presenta una bonita estampa. Lástima que no se vea ni admire tanto como debería, como lamenta el alcalde de Monteagudo, Carlos González, partidario de impulsar el turismo ornitológico en la provincia, a través de rutas y actividades.