Los invasores con alas se triplican
Los bomberos realizan más de un centenar de intervenciones para retirar colmenas y nidos en diferentes puntos de la ciudad. Conviene diferenciar a las abejas y a las avispas, las primeras se capturan y se entregan a apicultores mientras que las segundas se neutralizan
La temporada alta de las avispas y las abejas es el verano. Y este año van a hacer el agosto. Las lluvias de hace unas semanas han provocado la proliferación de flores, su sustento. Con el estómago lleno campan a sus anchas y buscan pisos para disfrutar todas juntas, pero no revueltas, de unos meses repletos de buenos momentos. Las zonas más codiciadas para fijar sus colmenas y nidos son las oquedades, lejos de miradas indiscretas, si bien cualquier balcón con vistas les sirve: árboles, terrazas, persianas, farolas, canalones, cajas de instalaciones eléctricas, áticos, bancos, paredes, repisas de ventanas, entre otros.
Las avispas son más mediterráneas para establecer su hogar y se decantan por lugares soleados. Las obreras recolectan papel y fibra de madera, lo transportan en sus bocas y la saliva sirve de cemento para hacer realidad sus chalés estivales. Las abejas son más elitistas en la construcción y realizan auténticas obras de ingeniería. Montan sus panales con celdas con la forma de prisma hexagonal para colocar a sus larvas y almacenar la miel.
Dos visiones diferentes que en ocasiones toman sitios equivocados. La ciudad no es para estos invasores con alas. Y mucho menos las viviendas. Allí, se convierten en inquilinos indeseados. Sus dueños quieren acabar con ellos lo antes posible. El primer paso si se topa tanto con un avispero como con una colmena o un enjambre es llamar a Emergencias. A partir de ese momento los bomberos se ponen en marcha para retirarlo.
Desde el pasado mes de mayo, han efectuado más de un centenar de intervenciones en Valladolid relacionadas con estos animales, una cifra que «triplica» a las de los últimos 20 años, reconoce Javier Reinoso, jefe del ServicioMunicipal de Bomberos, antes de exponer que las actuaciones se llevan a cabo, si no hay peligro para la población, «muy temprano o por la noche», ya que tanto las avispas como las abejas se desplazan en conjunto y a esas horas es más fácil encontrarlas reunidas.
El procedimiento es diferente y también marca el rumbo de la intervención. «Normalmente acuden al rescate dos o tres miembros del Cuerpo, pero si es más complicado de retirarlo o se precisa un vehículo de altura, pues acude una dotación formada por un conductor, un mando y cuatro bomberos». En este sentido, comenta que las abejas se guardan en cajas que introducen con un cepillo. No se recomienda ahuyentarlas por ningún medio –ni con agua–. El siguiente paso es entregarlas a apicultores o soltarlas en una zona al aire libre, donde no haya ningún peligro para las personas.
En los casos más complicados, como sucedió en la intervención en la iglesia de San Felipe Neri el pasado 20 de julio, donde había panales gigantes en un falso techo del templo que tuvieron que cortar con una herramienta especial para poder llegar a ellos, se utiliza humo para provocar su salida, ya que calienta el lugar en el que se encuentran. También se puede sellar con silicona la entrada y la salida de las colmenas, aunque los insectos son muy listos y siempre pueden encontrar una vía de escape, como otro conducto.
Las avispas, por su parte, se eliminan de un lugar en el que no son bienvenidas, neutralizándolas, es decir, matándolas. Y es que son «mucho más agresivas», incluso con las abejas. Si se encuentran acorraladas pican y la cuestión es que no mueren y pueden ser letales si pican más de 50 veces a una misma persona. Sus concentraciones de veneno son moderadas, no obstante, puede llegar a ser «muy peligrosas» si se produce mucha inflamación, que se puede trasladar al riñón y provocar una insuficiencia renal. Cabe destacar que uno de sus alimentos favoritos es el atún, así que un suculento bocata de este producto del mar hace sus delicias hasta acabar en la boca y provocar la muerte del comensal. «A veces los niños se asustan, abren mucho la boca y la avispa pica en la lengua y si la hinchazón es muy grande puede acabar con su vida», subraya para, a continuación, añadir que muchas personas no saben que son alérgicas.
Javier Reinoso señala que el tiempo que tardan en retirar las colmenas y los avisperos depende de la dificultad de la operación. La intervención que llevaron a cabo en la iglesia de San Felipe Neri duró alrededor de una hora y media. La cuestión, tal y como manifiesta, es que las abejas habían hecho del falso techo su hogar. «Al no ser una vivienda, nadie se percató de su presencia hasta que la miel escurría por todos los lados». Lo normal es utilizar un buzo como el de los apicultores, un atuendo que no siempre les hace inmunes. «Alguno que otro picotazo sí que nos hemos llevado», admite. En aquellos casos que lo requieren cuentan con un traje especial.
El procedimiento para actuar ha sido diseñado por dos bomberos vallisoletanos que en sus ratos libres son apicultores. Ellos instruyeron al resto de compañeros en estas lides que durante los meses de verano se van a repetir más de lo que quisieran. «La naturaleza es así», indica resignado. Sin embargo, tira de optimismo y, aunque parece que estos imparables insectos harán de las suyas, los incendios estarán más tranquilos. «Menos porque el terreno está húmedo gracias a las lluvias», precisa Javier Reinoso antes de agregar que la pasajera ola de calor eleva el riesgo.
¿QUÉ HACER SI ESTOS INSECTOS SE CONVIERTEN EN INQUILINOS DE SU HOGAR?
Llamar a Emergencias. Si se topan con un enjambre o un nido, lo mejor es retirarse, no molestar a estos animales con alas y llamar al teléfono de emergencias 112 para que los expertos intervengan.
No hacer aspavientos. Los movimientos bruscos ponen en jaque a estos insectos. Se sienten amenazados y atacan. Si la presencia es masiva, lo mejor es salir corriendo.
Picaduras. Aunque se suelen meter en el mismo saco, no son lo mismo las abejas que las avispas. Las primeras al picar mueren, sin embargo, las segundas permanecen vivas y pueden seguir depositando veneno. Las dos picaduras son peligrosas. No sólo para los alérgicos –muchos ni lo saben– sino porque su embiste puede producirse en lugares como la lengua que puede inflamarse hasta el punto de cortar la respiración. En estos casos, hay que acudir de forma inmediata a Urgencias. También si la hinchazón es superior a los diez centímetros de diámetro o si se tienen mareos, vómitos, diarrea o disminución del nivel de conciencia. En los demás casos, hay que actuar con rapidez. Primero, lavándola con agua y jabón para evitar infecciones. Segundo, aplicando hielo para reducir el dolor y la inflamación. Otro aliado importante es la pomada de corticoides.