DESPOBLACIÓN
La lucha de un pueblo para evitar su muerte
Desde 1980 han pasado por la localidad más de 190 personas, de las que se han quedado un 10%
La localidad de Arenillas cuenta en la actualidad con 51 habitantes, uno más que en 1980. Y pocos municipios pueden afirmar que cuentan con más vecinos ahora que los que estaban empadronados hace casi cuatro décadas. Por eso Arenillas y sus vecinos son un ejemplo en un medio rural despoblado en el que la sangría vecinal ha ido haciéndose fuerte. La lucha de sus pobladores y el tesón de los representantes municipales y de la Asociación Sociocultural Comunidad de Vecinos de Arenillas ha hecho que lo que parecía un sueño se haya convertido en una realidad, en un ejemplo a seguir, en una manera de demostrar que si se trabaja unidos todo es posible.
A Arenillas han llegado varios vecinos en los últimos años que tras asentarse en el municipio han comenzado a trabajar como albañiles, desempeñando su labor por toda la comarca.
Un 20% de los vecinos de la localidad son menores de edad y la media de esos diez niños es de siete años, una auténtica excepción en el medio rural soriano. Algo que también se repite cuando se habla de los adultos, cuya media es de 45 años.
Para una mejor socialización, las familias decidieron que los niños más pequeños, cinco, se desplazaran con el transporte escolar al Colegio de Educación Infantil de Berlanga de Duero en lugar de mantener abierta la escuela en la localidad. En cuanto a los mayores, acuden al Instituto de Educación Secundaria de El Burgo de Osma.
Los habitantes de Arenillas han buscado el mantenimiento de las tradiciones del pueblo, como la destilación de plantas aromáticas, como el espliego o la lavanda, para obtener perfumes y han conseguido que la mayor parte de las casas estén arregladas y no hundidas como ocurre en otros muchos pueblos de similares características poblacionales.
También se han mantenido explotaciones tradicionales de ganado ovino.
El secreto de la consolidación del municipio, según Luis Gismera, presidente de la asociación sociocultural de la localidad, que cuenta con 110 socios, es «apostar decididamente por ofrecer buenas condiciones a las personas que decidieron cambiar radicalmente su forma de vida y asentarse en un pequeño pueblo de la provincia de Soria». «Tenemos viviendas municipales en régimen de alquiler muy favorable y hay oferta de trabajo suficiente para los que deciden dar el paso», aseguró.
Gismera no pudo ayer contener las lágrimas al ver cómo todo el trabajo realizado desde hace años para mantener el número de vecinos da sus frutos. «Estoy muy emocionado de ver el plantel de políticos que hemos podido reunir y de que nos tomen como ejemplo», indicó.
En los últimos años han llegado vecinos tanto extranjeros, de la República Dominicana o Armenia, como españoles. Los últimos, de Cataluña. «Hay una familia marroquí, dos rumanas y hace poco ha llegado una de Sigüenza; todos ellos suman niños», comentó.
Y es que en la localidad están acostumbrados a acoger con los brazos a todo el que llega. «Desde 1980 han pasado unas 190 personas por el pueblo, de los que estimamos que se han quedado en torno a un 10%. Otros no se hicieron a la vida de aquí y decidieron marcharse», explicó Gismera.
Aunque la calidad de vida es «buena», según comentaron tanto Gismera como el alcalde de la localidad, José María Andrés, los vecinos sí sufren algunas carencias notables que «de subsanarse, permitirían incluso seguir creciendo». En este sentido hicieron referencia a la mejora de las comunicaciones viarias y también al bajo grado de cobertura de telefonía móvil y de conectividad con velocidad suficiente a internet. «Hay una familia que quería venirse a vivir pero el padre trabaja desde casa y necesita internet, así que ahora se lo está pensando», lamentó Gismera.