MUNDO RURAL
La tercera generación del pan nuestro de cada día
Fernando de Juan Ovejero regenta la panadería de Espejón, donde la jefa repostera es Isabel Alcalde
Es la tercera generación, y posiblemente la última, de una saga de panaderos de Espejón que empezó con su abuelo, Anastasio, y siguió con su padre, Benjamín. Hoy está él, Fernando de Juan Ovejero, ante el establecimiento más gustoso de la zona. Una panadería que ya no conserva el horno moruno que utilizaba su padre y en la que la jornada comienza poco después de las seis de la mañana. «Se atizaba la lumbre, se barría, se colocaba el pan… Luego, con el tiempo, se fueron haciendo cambios, claro…», cuenta el panadero, que trabaja en el establecimiento codo con codo con Isabel Alcalde, su esposa. Ambos forman un equipo con las tareas bien repartidas.
Él se encarga de la panadería; ella se ocupa del amplio surtido de repostería que hay en el comercio. El abanico de posibilidades es amplio y su punto justo dulce para no vencer la tentación. Magdalenas, pañoletas, sobadillos, bizcochos, mantecados de limón y las conocidas como tortas de Brezales. «Unas tortas de azúcar que antes se hacían sólo en los días de la fiesta pero gustan mucho y ahora las hacemos todas las semanas», comenta Fernando. El producto coge el nombre de la Virgen que da nombre la ermita del pueblo, donde en septiembre se celebra la romería de los Brezales.
El producto «estrella» no está entre los citados. Merece por derecho propio un punto y aparte y un paladar exquisito. Se trata de un bizcocho de calabaza de receta propia del matrimonio. «Aquí no se miran recetas de Internet. Todo lo hemos ido haciendo y probando nosotros». Bueno, no todo… Las magdalenas las hacía ya su madre, Emilia.
Con más de un cuarto de siglo al frente de la panadería, Fernando acumula recuerdos y vivencias de estos 25 años y más atrás aún. Como ver a su padre ir a repartir en un carro tirando por dos mulos o el par de ocasiones en que, siendo un crío, fue él solo a repartir «sin tener aún carné».
Al día a día de hoy tampoco le faltan curiosidades. Fernando de Juan reparte en el municipio de Espeja de San Marcelino, con cinco núcleos de población, además de en Muñecas, donde en ocasiones lo mismo corta un tronco de leña, que mueve de habitación un televisor o lleva una medicina. «Aquí somos como una familia... y si hay que echar una mano, pues para eso estamos», comenta el panadero, buen conocedor de la realidad rural. Esta realidad es la que dibuja tener que dejar solo una barra de pan en un pueblo o la sensación de que «las Administraciones venden humo. Yo no veo por ningún lado las ayudas al mundo rural. Y encima ponen el transporte a la demanda cuando aquí tenemos todos los servicios, incluso farmacia y médico». Lo dice alguien que «jamás» ha dejado de repartir pan en los pueblos, «ni siquiera por la nieve. ¿Tú sabes lo que es dar vueltas por un pueblo y no encontrarte a nadie?», pregunta Fernando. «Pan se vende poco, repostería mucho más... Si no fuera por agosto», añade, aludiendo al mes en que la población en muchas localidades se triplica. El horno familiar sigue haciendo las tradicionales hogazas que «están mucho mejor de un día para otro».
El reparto del panadero de Espejón llega a Aranda de Duero y también a la capital soriana, concretamente a la cafetería Enjoy, donde la mayor parte de la repostería es de Espejón. Pese al «desamparo» que asegura sentir en ocasiones, este panadero de vocación volverá a levantarse mañana cuando amanezca. Posiblemente no lo harán sus hijos el día de mañana. Pero Isabel y él se mancharán las manos de harina una jornada más, tan seguro como el pan nuestro de cada día.