La esperanza del campo mira al cielo
Las organizaciones agrarias ponen a la lluvia un plazo de dos semanas para evitar una «catástrofe» en el cereal / El problema de la sequía se extrapola al resto de cultivos y al ganado
A nadie se le escapa lo atípica que está siendo la climatología de este año. Nada de agua y mucho calor. Un coctel molotov ante el que los agricultores y ganaderos de la Comunidad ya se han encomendado a la Virgen de la Cueva. Sus cultivos y pastos necesitan, con urgencia, que caiga un chaparrón.
«Estamos en una situación muy mala». Esta frase reverbera en los campos de cereal castellanos y leoneses que ya están inmersos en la cuenta atrás de un plazo máximo de dos semanas. El remanente de las últimas lluvias hace resistente, entre comillas, a la zona norte de la región. Pero el color amarillento que ya viste el centro y el sur activa todas las alarmas. «Si en diez o quince días cae algo de agua, aquellos lugares que de momento están aguantando podrían tener unas perspectivas normales», explica el responsable de Agricultura e Innovación de Urcacyl para añadir que en el resto «llegaría muy tarde». José María Santos recuerda que «no ha llovido nada desde diciembre» y asegura que esta situación «se agrava con las temperaturas» que rozan los 20 grados al mediodía. «Esto se traduce en más consumo de agua aun, porque la poca que hay se evapora», concreta.
El presidente autonómico de Asaja advierte que, en caso de cumplirse los pronósticos meteorológicos que descartan la lluvia durante la primavera, «será un año tan catastrófico para el cereal como 2017». Sin embargo, Donaciano Dujo aboga por una espera optimista. «La experiencia en este sector nos dice que las previsiones muchas veces se equivocan», asevera antes de puntualizar que «los principios malos» de la campaña pasada terminaron con buenos resultados.
Para el coordinador de la alianza UPA-COAG, la situación es mucho más alarmante. «Las tierras más flojas ya presentan daños que en algunos casos son irreversibles», sentencia tras apreciar que el contraste de las «altas temperaturas durante el día con las bajas de la noche no está ayudando mucho». Aurelio González apunta que precisamente lo que hoy se ansía «perjudicó» la siembra del cereal, pues el exceso de lluvias en octubre y noviembre la retrasó. «Ahora tenemos unas plantas muy pequeñas que están intentando aguantar. Miedo da que se empiecen a encañar con el calor y nos quedemos sin cosecha», apunta para descartar la opción de repetir la tendencia de la temporada pasada: «Nos llevamos las manos a la cabeza con la sequía y luego estuvo lloviendo toda la primavera. Pero este año parece que va al revés».
Por su parte, el coordinador de la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL) pide «a los que sean creyentes que recen, aunque ni eso vaya a funcionar». Jesús Manuel González Palacín es claro: «Si llueve en los próximos 20 días es salvable en un porcentaje muy alto; si tarda más, cada jornada que pase se perderán hectáreas irrecuperables». Una reflexión a la que añade el matiz de que las previsiones no son nada halagüeñas. «Esto se traduciría en una rebaja del 1 o 1,5% del PIB regional y en un palo tremendo, muy difícil de aguantar, para los agricultores sin seguro», concluye.
PROBLEMA GENERAL
La sequía no plantea una problemática exclusiva al cereal, sino que es extrapolable al resto de cultivos. El responsable de Agricultura e Innovación de Urcacyl pone como ejemplo el girasol. «La siembra debería llevarse a cabo a finales de abril. Primero necesita tempero en la tierra, y está seca. Luego exige que cuando la raíz vaya entrado encuentre algo de agua, y no hay», concreta para después añadir la colza, la berza y las leguminosas.
No ha llovido, pero tampoco ha nevado. Y esto, para José María Santos, es preocupante de cara al verano. «El maíz o remolacha atraviesan esta estación», ejemplifica para después recordar que hace un par de años el agua para el riego no pasó de la mitad de la campaña. «No hubo forma de salvarlo, fue un desastre», sentencia.
El coordinador de la alianza UPA-COAG puntualiza, en este sentido, que las dotaciones están garantizadas pero gracias al remanente del año anterior. «Si no cambia el panorama, se van a agotar las reservas y vamos a tener serios problemas», alerta.
Las organizaciones agrarias coinciden en poner el acento en la ganadería. La sequía, acompañada por las heladas, ha hecho mella en los pastos. La consecuencia directa es «un perjuicio económico muy importante para el sector que al final tiene que alimentar al ganado a base de piensos y productos comprados», concreta el presidente regional de Asaja.
Para el responsable de la UCCL, «la falta de pastos puede agravar, aun más, la crisis que tiene el sector ganadero y las preocupaciones que ya lo caracterizan».
La mirada de los agricultores y ganaderos está puesta en el cielo –y en la pantalla del móvil esperando las actualizaciones del tiempo– con la esperanza de una primavera que, contra todo pronóstico, les permita salir airosos.