LAS OTRAS CONSECUENCIAS DEL TEMPORAL
"Comen todos los días", también cuando hay borrasca
Filomena cerró aeropuertos, carreteras, calles y colegios pero no logró poner puertas al campo, adonde la llegada del ganadero ha sido en estos días más necesaria que nunca. Con apenas forraje natural con que alimentarse, los bichos “comen todos los días” y no poco. Como ejemplo, los espectaculares bueyes de la raza serrana negra que aparecen en las imágenes que ilustran esta información. Una de las muestras de cómo el temporal tampoco ha pasado inadvertido para el sector primario de la provincia.
“Están acostumbrados a vivir en el campo, son rústicos… Y claro que comen todos los días. Lo difícil está siendo llegar hasta ellos”. A estos animales la nieve les afecta lo justo, pero quien se ocupa de ellos ha tenido que sortear kilómetros con una buena altura de nieve los primeros días del temporal; y en los siguientes el hielo. Son de la explotación de Enrique Rubio y durante la borrasca han permanecido en su lugar de costumbre, las dehesas de Aguilera y Andaluz, cerca de Berlanga. Un total de 25 animales, semisalvajes, de capa negra brillante y uniforme (una joya plástica con el fondo inmaculado de la nieve), que saben protegerse muy bien buscando refugios naturales debajo de los árboles. “Llegar hasta allí es una odisea, con cadenas desde Berlanga y por carreteras donde soy la única persona que ha pasado”, comenta el ganadero, concejal en esta localidad y diputado provincial.
“Comen forraje, algo de proteína y pienso” y el agua la tienen asegurada en las dos zonas de pasto, con el Duero en una de ellas, y a través de un manantial en la otra, de donde sale agua constantemente. Los bueyes tienen entre año y medio y seis años y los hay que pesan 1.000 kilos. Los más pequeños están en 350 kilos. La atención es diaria especialmente en invierno y se comen un menú de 4 kilos cada uno.
Los de Enrique Rubio son los únicos bueyes de serrana negra que hay en la provincia, una raza considerada en peligro de extinción que cuenta en Soria con unas 500 madres en otras explotaciones. “Hay que intentar sacar del peligro de extinción a esta raza, en una provincia que casi también lo está”, ironiza Rubio, que pone el foco más en lo cualitativo que cuantitativo. “En un principio no es el número lo que más nos gustaría, sino la pureza de la raza y que se ponga en valor las cualidades gastronómicas de su carne.
Enrique Rubio alude en este sentido a las características de una raza que no es de producción cárnica sino de trabajo, lo que conlleva “una forma de infiltrar la grasa que es más interesante desde el punto de vista culinario”. Y en ésas estaba él y la asociación de criadores de Soria, trabajando en fomentar esta carne en el sector hostelero, hasta que llegó la pandemia. Con empuje también desde la Diputación a los ganaderos de esta raza a través de una convocatoria de ayudas en la que él se queda fuera por estar en la corporación provincial. “En cinco años no he podido vender un animal y con la crisis, los que estaban apalabrados con la hostelería tampoco saldrán”, lamenta. Así que si la pandemia no ha podido con la explotación y menos con el ánimo de empujarla, tampoco lo hará una borrasca.