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De Venezuela a Espeja de San Marcelino

Fredy Contreras y Clara Morales regentan desde hace unas semanas el bar del municipio, que les ha brindado una cálida acogida. «Allí era imposible seguir. Toda mi familia está desmembrada», dice él sobre la situación de su país

Fredy y Clara, en el bar de Espeja,.-MARIO TEJEDOR

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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La bandera de Espeja de San Marcelino tiene desde hace unas semanas tintes venezolanos. Fredy y Clara son dos de los miles de habitantes del país latino que han tenido que abandonarlo por la situación que sufre Venezuela debido al régimen de Maduro. El salto ha sido grande y en el destino -después de seis meses en Teruel y un tiempo en la capital soriana- ponía Espeja de San Marcelino. Allí arribaron a comienzos de abril para regentar el bar de la  Asociación de Amigos y el Ayuntamiento que dirige Roberto Llorente. Desde el día siguiente a la llegada son, por derecho, dos vecinos más del pueblo, en el que se han empadronado y para el que tienen palabras de agradecimiento por la buena acogida y el trato. 

La pareja llegó a la provincia en septiembre del pasado año a través de una ong ligada a Cruz Roja, la cual les facilitó un piso en la capital que compartieron hasta este año con otros dos compatriotas. «Uno de ellos tenía una hija en SanLeonardo» y a través de este contacto supo de Espeja, explica Fredy Antonio Contreras Maldonado, junto a Clara   Josefina Morales de Contreras.  «En mi país casi todo el mundo tiene dos nombres», comenta. 

La decisión de partir no fue fácil. «No podíamos ni sobrevivir, ni siquiera para lo más básico y cada día era peor», cuenta el hombre, que acudía a manifestaciones y marchas   con su familia.  «Ella tuvo que salir antes porque ya le habían puesto el ojo», dice en referencia a la hija, que reside en Teruel desde hace un par de años. «Mi país lo tomaron unos políticos malvados y han acabado con todo», añade.

Fredy recuerda la desazón que produce no poder sobrevivir aun teniendo trabajo, en su caso, los dos: el trabajaba en la hostelería y ella en la docencia.

Sus familiares están repartidos por distintos países, como Argentina, Estados Unidos, Colombia y México, ya que la mayoría han salido de Venezuela o están a punto de hacerlo. Por lo que se refiere a su hija, Jésica, continúa estudiando en Teruel, pero tiene pensado trasladarse a Soria.

Hablar de Espeja le resulta bastante más  gratificante. Dentro y fuera del establecimiento, en la vivienda o en los caminos por los que suelen salir a pasear... «Esto es un paraíso. Aquí hay gente linda, desde el alcalde a la secretaria en el Ayuntamiento o cualquier vecino. Aquí uno se siente protegido y arropado», dice.

La pareja abre el bar en torno a las 13 horas y hasta las 15 horas. «Antes vamos haciendo los deberes», que de momento, y debido a la situación sanitaria, no son muchos en lo que se refiere a preparativos. Eso sí, las amplias instalaciones del bar, que se calientan con una estufa de leña, están a punto y con gel hidroalcohólico cerca de la puerta. No faltan tampoco los carteles alusivos a las medidas higiénicas, en barra y paredes. El horario se amplía por la tarde, de 19 a 22 horas «aunque ahora ya podemos hasta las 12 de la noche», agrega Fredy, con la confianza en que la situación mejorará de cara al verano. Será entonces hora de poner en práctica sus nociones culinarias como chef a la hora de hacer tapas y otras viandas aunque, a priori, no se servirán comidas, aunque sí alimentos envasados.

La pareja ocupa una vivienda municipal por la que paga un módico precio de 300 euros «en bienes a la casa. Le faltaba algo de cariño, pero ahora ya tiene calor de hogar». El que ha encontrado «en  este pueblo de la España Vaciada», como él dice.