Patrimonio
La Junta declara BIC los Tolmos de Caracena tras 43 años de espera
Ocupa 4,9 hectáreas sobre las pendientes de un meandro del río en el estrecho desfiladero y en sus excavaciones se identificaron asentamientos de la Edad de Bronce, época tardorromana y medieval
El Consejo de Gobierno de la Junta aprobó este jueves la declaración de Los Tolmos de Caracena como Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica. Con esta catalogación se resuelve un expediente incoado en 1980, es decir, llevaba 43 años en el cajón. Con esta nueva incorporación, y tras las declaraciones realizadas el pasado 23 de noviembre del palacio de Ágreda y la iglesia de Santo Tomás de Chavaler, todavía quedan dos pendientes de resolverse: la iglesia de San Bonifacio (Espejo de Tera) cuyo expediente data de julio de 1982 y la Torre de la Senda en Alcubilla de las Peñas cuyo mandato se producía en septiembre de 1983.
Atendiendo a la distribución y dispersión de los materiales arqueológicos, se delimita el área comprendida en su entorno visual y ambiental inmediato como Zona Arqueológica, un ámbito espacial necesario para encauzar jurídica y materialmente la protección del yacimiento, garantizando su protección, contemplación y estudio.
El yacimiento arqueológico de Los Tolmos se encuentra al sur de la localidad de Caracena, en el municipio del mismo nombre, situado en el extremo suroeste de la provincia de Soria, ocupando 4,9 hectáreas sobre las pendientes de un meandro del río en el estrecho desfiladero en el que destacan dos pequeñas mesetas pétreas o tolmos que le dan el nombre.
Esta localización resguardada, junto con unas características favorables al cultivo, deben ser la explicación de la sucesión de ocupaciones humanas del lugar. Las excavaciones arqueológicas realizadas entre finales de los años 70 e inicios de los años 80 del siglo XX permitieron reconocer e investigar asentamientos de la etapa media de la Edad del Bronce, época tardorromana y medieval.
Tal vez sea la primera de las ocupaciones la más reconocida de Los Tolmos, desarrollada hacia la mitad del II milenio a.C., de la que se conocen dos cabañas de planta rectangular y esquinas redondeadas, así como algunos enterramientos en fosa, uno de ellos junto a una de las cabañas y otro, esta vez triple.
Los análisis polínicos pusieron de manifiesto que, durante la Edad del Bronce, en el lugar predominaba la pradera, con presencia de bosque abierto, un entorno que ofreció buenas posibilidades para el desarrollo de una economía ganadera basada en ovicápridos, bóvidos y caballos, de tipo pastoril, si bien se sostiene que el grupo que ocupó Los Tolmos debió hacerlo sobre todo en primavera-verano, dada la presencia de hogares fuera de los lugares de habitación, lo que viene a demostrar que las cabañas, por su reducido espacio, sólo se utilizaron como protección nocturna. La temporalidad parece también confirmada por las investigaciones sobre las especies animales encontradas y las fechas de matanza de éstas. Su economía se veía completada por la actividad cinegética y por la existencia de pequeños cultivos cerca del yacimiento.
En cuanto a la cultura material, se hallaron las típicas producciones cerámicas de la época en la meseta, junto a elementos metálicos encontrados de cobre prácticamente puro, así como útiles en hueso y material lítico menos variado y más escaso.
Dos milenios después, volvió a ser ocupado el lugar en época tardorromana, probablemente a finales del siglo IV d.C. A este momento corresponden suelos de habitación, realizados con tierra apisonada o con empedrados de pequeños cantos de río. En un sector diferente al de estas estructuras de habitación, superpuesta también a la inhumación triple de la Edad del Bronce, apareció una tumba infantil de época romana. Existen evidencias de una última ocupación, de época probablemente medieval, a la que se adscribirían algunas estructuras constructivas, aterrazamientos y viales, que siguen siendo visibles a día de hoy.
Las características favorables del emplazamiento y la existencia de un poblamiento humano a lo largo de casi 4000 años, en el que destaca, por su antigüedad y tipología, el asentamiento estacional de gentes que levantaron y habitaron cabañas de entramado vegetal, realizaron fuegos al exterior y de las que se reconocen varias inhumaciones del Bronce Medio, datadas en la primera mitad del II milenio a. C., hacen de este uno de los yacimientos arqueológicos más señeros de la época reconocidos e investigados en el oriente de la Meseta Norte.