Sociedad
«Para vivir con alegría hay que perseguir sueños, rodearnos de personas bellas y reír, reír mucho»
La coach Ana Arnáiz, descendiente de Covaleda y afincada en Madrid, disfruta del éxito de su último libro ‘Claves para vivir con alegría’. Asegura que para ser feliz hay que «darse cuenta de lo que uno tiene, ser agradecido, y construir momentos»
Decía Cantinflas que «la primera obligación de todo ser humano es ser feliz y la segunda es hacer feliz a los demás». Sin duda, mucho sobre esta inteligente cita del actor mexicano sabe Ana Arnáiz, descendiente de la localidad de Covaleda, que decidió dejar su trabajo de 28 años como educadora infantil en Madrid para dedicarse en cuerpo y alma a los demás, a ser feliz y a enseñar las claves para poder lograr este estado de ánimo que todos los seres humanos perseguimos desde que nacemos y que en muchas ocasiones parece ‘escaparse’ de nuestro alcance.
A sus 51 años es autora de numerosos libros. Recalca esta coach que no da claves para vivir felices, «sino para vivir con alegría. La diferencia está en pensar: a pesar de lo que me está pasando, decido aprender de esto y disfrutar de la vida. La felicidad para mí es una construcción de momentos felices, de darte cuenta de lo que tienes, ser agradecido, y de construir tú los momentos. ¿Qué te hace feliz? Pues haz más de eso», señala Arnáiz.
Ha escrito varios libros con mensajes de inteligencia emocional dedicados al público infantil como ‘El Chupete de Gino’, ‘La Bella y el hada del bosque’, y ‘Vitto y el dragón colorado’ y su último trabajo, para un público adulto con ganas de crecer personalmente: ‘Claves para vivir con alegría’, que es el resultado de dos años de dedicación y que está ilustrado con las pinturas de la artista Ana Sanz.
Una de las claves de vivir con alegría está «en decidir que quieres ser feliz y preguntarte ¿qué quieres en la vida y cuál es tu objetivo? Y a por él, perseguir sueños, vivir el aquí y el ahora y rodearnos de personas bellas y reír, reír mucho», explica la escritora, apuntando que no le gusta dar consejos, «yo te doy recomendaciones y que luego cada uno haga lo que quiera o pueda. Creo que hace mucho mal a la gente decirle lo que debe hacer, yo te cuento lo que he vivido, lo que a mí me ha funcionado y si a ti te sirve pues genial»
Este libro, -del que ya se han vendido más de 350 ejemplares y que ya va por su cuarta edición-, le está dando anécdotas que llevará para siempre en su corazón. «En la feria de emprendimiento femenino de San Leonardo de Yagüe, mis lectoras más jóvenes -que yo sepa- se lo compraron a medias con su dinerito. Que dos chavalas de 14 y 16 años juntaran su dinero para comprar mi libro me hizo muy feliz».
En cuanto a si cree Ana que la sociedad actual es feliz y cuáles son las mayores preocupaciones de la gente, la coach explica que «hay de todo, personas que son muy felices y personas que deciden, recalco deciden, vivir en la tristeza y el victimismo. Lo que más preocupa a la gente creo que es la salud, aunque lo que creo que más infelices nos hace es el qué dirán, la culpa y las creencias limitantes».
Aclara Ana que un coach no interviene cuando la persona está diagnosticada de depresión, «para eso están otros profesionales como los psicólogos y psiquiatras. Nosotros estamos para prevenir, para actuar antes de que llegue la depresión, podemos acompañar en una pérdida, motivar a alcanzar metas, a identificar que necesitas y a dónde quieres ir, etc. Cuando la persona está en depresión, igual pequeñas que grandes, hay que ser coherentes y éticos y derivarla, con todo el cariño, a otro profesional».
Su vinculación con Covaleda le llega por las mujeres de su familia, «mi bisabuela, mi abuela, madre y tías, hasta donde sé, las mujeres de mi familia son de Covaleda. Para mí Covaleda son raíces, infancia, adolescencia, pinar, peñas, fiestas, San Lorenzo, libertad, verano… En el libro le dedico un capítulo y hay varias fotos del entorno. De pequeña solo iba en verano, porque teníamos un bar en Coslada, -por cierto, también se llama Covaleda-, pues mi padre también adoraba el pueblo, aunque él no era de allí. Llegábamos unos días antes de las fiestas de agosto y nos íbamos el catorce, habitualmente llorando, porque no me quería ir».
Confiesa Ana que cuando fue creciendo ya pudo ir sola a Covaleda con más asiduidad. «Empecé a ir con más frecuencia, en puentes, fines de semana… He llevado a todos los grupos de amigos y compañeros de trabajo que he ido teniendo, siempre con mucho orgullo de enseñar mi tierra. Por suerte mi marido y mis hijos también están enamorados y les encanta ir. Seguimos yendo a la casa que fue de mis abuelos, esa casa es uno de mis sueños», concluye.