La tienda
En enero de 1983 José Luis y Leo, nuestros padres, abrieron “Droguería - Perfumería Leonor” en San Esteban de Gormaz. Aquella joven pareja apostaba así por el comercio rural como medio de vida y sostén familiar y por el pueblo para establecer su proyecto de vida. En 2024, 40 años después, la tienda cierra por jubilación y, con ello, se cierra un ciclo y se abre otro.
Se abre un merecidísimo descanso, después de muchos años de servicio y trabajo sin apenas tregua. Y nos alegramos por ello, por nuestros padres, porque ganan tiempo para disfrutar de otras dedicaciones y otras actividades, de amigos y familia. Pero también nos produce cierta melancolía que la tienda, ese espacio de trabajo y mucho más, ponga su fin.
Porque la tienda es mucho más que un negocio. Nuestros padres, dicharacheros, generosos y dispuestos, han hecho de la tienda un lugar de encuentro y una puerta abierta. Una puerta abierta a clientes, con los que hemos generado vínculos, que en muchos casos se han convertido en amistad, o a vecinos que vienen a contarnos y cuidarnos; un lugar de encuentro con parientes que pasan a visitar o con viejos conocidos que se dejan ver después de años.
Por eso, para nosotras la tienda ha sido mucho más que el trabajo de nuestros padres.
Ha sido ese espacio de encuentro y también una escuela práctica para la vida, un lugar de afectos, experiencias y aprendizajes. Hemos aprendido a hacer las cuentas en papel de estraza (sin calculadora por empeño de nuestro padre), a usar el metro para medir manteles, a rellenar perfumes o a pesar en la báscula mecánica cuando aún se vendía a granel; a atender y escuchar sin prisa, cuando todavía había mostradores en los que se pedían los productos.
Hemos oído consejos de limpieza, remedios para las viñas o el campo, refranes populares y saberes rurales o pareceres sobre cosas del pueblo y del mundo mundial. Nuestras inquietudes profesionales han seguido otros derroteros, aparentemente distintos, pero la tienda, en toda su amplitud, nos ha formado y conformado, y permanecerá siempre en lo que somos.
En estos 40 años la tienda ha sobrevivido a crisis económicas, a cambios drásticos en los hábitos de consumo, a la expansión de grandes superficies o a las compras por internet.
Ha habido que intentar adaptarse, cambiar el espacio, introducir tecnología o ampliar productos. Pero, con todo, nuestros padres han tratado de mantener su espíritu de comercio de proximidad y su visión de atención y servicio al cliente. Ha resistido también a baches personales y de salud con el apoyo de familia y amigos, esa otra forma de familia, como ocurre en las pequeñas empresas familiares. A todos ellos les agradecemos su apoyo (especialmente a Mª Luisa, tía Ana, Nuri y los primos) como también a los muchos clientes que han frecuentado la tienda, sosteniendo así esta forma de hacer. Clientes de San Esteban y de todos los pueblos de la comarca, que han sido muy importantes en este largo recorrido profesional y vital para nuestros padres y para nosotras. Clientes que venían, además de a comprar, buscando consejo, trayendo noticias, al encuentro de charla y compañía, y brindándonos tantas cosas.
Con estas palabras simplemente queríamos reconocer públicamente el esfuerzo de nuestros padres, agradecer el apoyo de clientes, familia y amigos y, también, poner de manifiesto la importancia humana y social del comercio rural de proximidad, por contribuir al sostenimiento de vínculos comunitarios y relaciones de cercanía, de la vitalidad de las calles, de la calidad del producto y del cuidado medioambiental.
Este periódico, en el que se publica esta carta, probablemente sea de los últimos a la venta en la tienda de “el Catalina” y “la Leo”. Pero, los vínculos permanecen y seguirán trazando su camino. Así que, un adiós feliz al trabajo de nuestros padres para que la vida siga y de manera más libre, y un hasta ahora a clientes y amigos, ahora más, nos vemos en los bares, en las plazas o en los montes.