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ENTREVISTA / ROGELIO PEÑA GARCÍA

«Los museos son seguros, te llevan a otro tiempo, muestran belleza y son económicos»

No se viste las joyas que custodia, pero sí embebe la historia que destilan. Ni cuenta el Museo del Traje de Morón, antes bien una tierra que ya no existe. Aprehenderla y empaparse de cultura es una necesidad intrínseca a la persona, dice. Experto en turismo, Rogelio deja un mensaje importante: la crucial labor de la gente que queda en los pueblos, vigilantes del paisaje, productores de servicios de los que otros dependen.  

Rogelio Peña.-HDS

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– Larga vida a la cultura.

Respuesta.– Larga vida, sí. En el mundo rural, ahora empieza a despertar el turismo cultural y creo que es una forma de ir llenando esta España Vaciada. Si algo nos sobra en nuestra provincia son iglesias románicas, edificios, costumbres, que se pueden explotar turísticamente y atraer al público.

P.– ¿Y qué augura usted?, ¿habrá espacio en los fondos de reconstrucción para la cultura?

R.– La cultura es necesaria y la gente la demanda. Es cierto que una cosa es recibir visitantes y otra atraer o mantener una población. Puede ser uno de los caminos.

P.– ¿Somos totalmente rurales o solo de boquilla y luego nos empadronamos en la ciudad?

R.– Muchas veces lo somos de boquilla. Yo trabajé en una gran ciudad, 14 años en Barcelona y luego decidí volverme a Soria, a mi provincia. La gente me decía 'qué envidia, lo bien que se está, fresquito'. Pero claro, el verano es el verano. Aquí hay muchos meses de invierno, el año es largo y no es solo lo que se ve en vacaciones. Suena muy ideal vivir y trabajar desde casa, con el teletrabajo ahora, pero es duro. Mucha gente tendría que probar un poquito más antes de hablar.

P.– La emergencia nacional empieza en el medio rural. 

R.– Sí. Yo estoy muy por la labor de que en el mundo rural se consigan las comodidades que que en el siglo XXI se pueden esperar. Es cierto que en las ciudades, al ser más población, se necesitan servicios con más prestaciones, quizá, pero poco a poco tienen que llegar también al campo y al medio rural. Y en estas fechas tendríamos que estar ya a la par.

P.– Dígame una señal inequívoca de que sin pueblos no hay nada.

R.– ¿Una señal inequívoca? Creo que los pueblos cumplen una labor importante. Fueron los focos de donde partió mucha población a las ciudades. Desde el campo se nutrieron las ciudades en la época industrial. Y la gente que ha quedado en los pueblos tiene una labor muy importante y con la poca que queda casi no pueden llevarla a cabo: es mantener un paisaje, unos servicios primarios de lo que depende la población. El campo no se puede dejar. (¿Está diciendo que el campo tiene que creer más en sí mismo?). Exactamente. Pienso que las pocas personas que quedan en los pueblos tienen una gran responsabilidad y no se merecen cargar con estas tareas, de vigilancia... La gente que vive en los pueblos vive con la sensación de que tienen que estar vigilantes y tienen una carga extra, desde luego.

P.– Como fundador de una de las empresas de gestión cultural más veteranas, SoriamuseuM, otra señal de que sin cultura ni turismo tampoco hay nada.

R.– Es intrínseco a cualquier persona, además de satisfacer las necesidades básica como trabajar y tener una vivienda, también tener ocio y apreciar lo hecho anteriormente. Eso es cultura. Escuchar música, ir al cine... es también cultura; aprender de nuestro pasado, ver los vestigios de nuestra historia. Es algo intrínseco a la persona. No entiendo el ser humano sin el aspecto cultural. Si no, seríamos animales irracionales.

P.– ¿Qué le da pereza mental?

R.– Muchas veces los momentos de inactividad, como una pescadilla que se muerde la cola: cuando no haces nada, no tienes ganas de hacer nada y cada vez uno se siente más perezoso.

P.– ¿Dónde encuentra Soria en estado puro?

R.– Me gusta visitar lugares deshabitados en la Zona de Tierras Altas y pienso cuántas familias vivieron, disfrutaron, pasaron penalidades. Soria es Soria en estado puro.  

P.– La cultura si no se 'vende' ¿no es cultura?

R.– Si le ponemos precio a la cultura se aprecia más. En los museos cobramos una entrada simbólica de dos euros, pero un día de la semana, en que la entrada es gratuita, la gente entra sabiendo que no tiene que pagar y a los diez minutos sale. En el de Morón, no es que sea grande, pero perfectamente tienes para pasar un ratito como mínimo de media hora. Creo que la gente que paga lo aprecia más. Y ocurre igual con los conciertos. Que todo sea gratuito hace que la gente pierda un poco el concepto del valor de la cultura.

P.– ¿De qué es Soria un museo o puede serlo?

R.– Somos un museo de naturaleza y un museo etnográfico. Si queremos ver el aspecto positivo del abandono que ha habido de las instituciones en estas tierras, con la falta de vías de comunicación, es que han dejado unos paisajes prácticamente intactos durante tiempo. Y etnográfico, porque somos una provincia donde se conservan muchas tradiciones y fiestas. Y en los pueblos se conservan además las formas de vida de hace 100 años.

P.– ¿Qué nos enseña un Museo del Traje Popular más allá de lo obvio?

R.– Que Soria es una provincia de personas sensatas, austeras, que se preocuparon principalmente del trabajo y sus formas de vestir  reflejan también cómo disfrutaron de las fiestas. Una forma de vida, en una economía en que mucha gente no era pudiente.

P.– ¿Cómo se gestiona la cultura de forma sostenible?

R.– Haciendo encaje de bolillos. Se trata de poner en valor lo que tenemos y que a los propios lugareños no les parece nada extraordinario. Sin embargo, cuando viene alguien de fuera le  llama la atención. Hay que buscar los detalles de otros lugares que, a lo mejor, lo saben vender mejor.

P.– Los dos museos están hechos de memoria soriana. ¿Con cuál se queda y por qué?

R.– Aquí sí que no me voy a mojar. Son cosas muy diferentes. Estamos hablando de cultura pasada, una cercana y con materiales frágiles como es la vestimenta, que ahora cambia con muchísima rapidez y para nuestros antepasados la cosa no fue así. Poco a poco fueron llegando las influencias, pero durante tiempo se vestía de la misma manera. Y cuando vemos los vestigios de culturas de hace 2.000 años, la cosa es muy diferente. Tenemos que pensar de una forma más global.

P.– ¿El mundo rural hoy crece, decrece, resiste... cuál es el verbo?

R.– En estos tiempos el mundo rural subsiste a duras penas. Hay breves repuntes en poblaciones  de nuevos habitantes pero la cosa está complicada. Creo que el mundo rural acabará siendo un destino de veraneo, lamentablemente. 

P.– ¿Por qué ir a museos en este momento?

R.– Porque en un museo la mente se evade y uno se olvida de la pandemia. Son lugares seguros que te transportan a otros tiempos, que muestran belleza, que son económicos. Pagar por visitar un museo creo que se lo puede permitir casi todo el mundo. Y porque se aprenden cosas y esto es una necesidad intrínseca a la persona.

P.– ¿Qué reencuentro en ellos?

R.– Ir a un museo es como leer un libro. Durante el rato que dure la visita, la lectura, la visión de una película es un rato en el que la mente se abstrae. Te reconforta. Hace falta abstraerse y ver las historias de otras gentes, otras culturas. Y eso lo dan también los museos.