ENTREVISTA / CARLOS AYLLÓN CABRERIZO
«La mayoría de los ‘anticaza’ no ha pisado nunca el monte y no distingue el trigo de la cebada»
A los 10 ó 12 años ya había visto amanecer en el monte muchas veces. Conocía la caza, el medio, el animal. Se confiesa cazador conservacionista y, aunque no es dado a teorizar, mantiene que la caza es un modo de vida y anima a quienes la practican a implicarse en su defensa. ¿Cómo? Recogiendo datos. «Hay que perder el miedo a contar lo que se ve en el monte»
Pregunta.– ¿Por qué cazamos, Carlos?
Respuesta.– Se caza porque es necesario para el control de las poblaciones y para que sigan existiendo la mayoría de las especies. (¿Solo por eso?). Por eso, por la afición que tenemos y porque se ha cazado desde siempre.
P.– ¿Por qué lo hace usted?
R.– Para mí es un modo de vida y una vía de escape. Estás en el campo, te liberas de todo, estás en contacto con la naturaleza y, bueno, un modo de vida.
P.– ¿Y cuántos modos de cazar conoce?
R.– Yo solo conozco un modo de cazar, que es siempre el mismo. (Sí, vale, pero quizá el cazador de Extremadura que viene a cazar a Soria no tenga el mismo modo que usted). No entiendo otro modo de caza que no sea el de salir a cazar con el fin de disfrutar cuando estás en el monte.
Entiendo que el resto también lo hace como yo. Llevo tiempo colaborando en proyectos de la becada y la codorniz. En este sentido, sí echo de menos más implicación en ello porque es la única manera de que la caza sea sostenible y se siga viendo qué especies se pueden cazar y las que no. Son los datos que aportamos los propios cazadores a pie de campo con los que luego se dice si es cazable por la población, el buen proceso de reproducción… Yo llevo años haciéndolo y doy por hecho que el resto también.
Es necesario que la gente se quite el miedo de contar los datos y decir lo que se ve en el campo, cuando vas o cuando no vas de caza. Esos datos son los que valdrán a la hora de defender el sector y rebatir los datos que presentan los ecologistas, que los hacen a su manera. Hay que perder el miedo a contar lo que se ve en el monte.
P.– ¿Qué es lo primero que debatiría sobre el mundo cinegético?
R.– Que no se critique la acción de la caza si no se conoce, que primero la gente se informe y se asesore bien antes de colgarnos las medallas que nos cuelgan a muchos cazadores. (¿Medallas?). En las redes sociales nos tildan de asesinos, maltratadores y la gente desconoce el mundo de la caza. Como en otras cuestiones, no se debe hablar si no lo conoces, como de cualquier cosa en la vida.
P.– A este paso el corzo no va a tener en Soria quien lo cace. Exagero pero las licencias van menguando.
R.– El relevo generacional en la caza no está bien, a la gente joven le cuesta seguir. Si no ha tenido algún referente en la familia, le cuesta más hacerse cazadores que en otros deportes u otras aficiones. Aquí en Soria por lo menos veo bastante gente, incluso cada vez se ven más mujeres y más chicas jóvenes cazando. Es importante que la mujer tome parte del mundo de la caza.
P.– ¿Cuál es la causa, por qué cada vez hay menos afición?
R.– Ahora mismo la gente joven está en otra cosa. Si no se ha salido a acompañar a los padres o familiares cuando tenía 10 ó 14 años ya es muy difícil que con 19 ó 20 años se inicie en el mundo de la caza. Cada vez hay más trabas burocráticas, la gente mayor ya no sigue. Es un conjunto de cosas que lo hacen más difícil.
P.– La caza debe aspirar a un consenso, un respeto… ¿a qué?
R.– Como en todo, el consenso y el respeto tiene que ser por todas las partes y en todos los ámbitos. Pero eso, por todas las partes.
P.– ¿Qué certidumbres alcanza cuando se va a cazar?
R.– Cuando voy y cuando vengo estoy seguro de haber estado haciendo lo que me gusta, de haber estado haciendo una actividad reglada y regulada y de haber disfrutado en el monte de lo que al fin y al cabo buscamos todos los cazadores.
P.– Dibújeme el escenario de una Soria con la mitad de cazadores en unas décadas.
R.– Lo primero que no me lo planteo. Yo no veo el fin de la caza, así que si no hay gente de Soria, vendrá gente de fuera a cazar aquí.
P.– Lo que está claro es que el potencial que tiene no se ve en ocasiones.
R.– Eso es lo que hay que hacer ver a la gente, que en muchos ayuntamientos de la provincia a lo mejor es el único ingreso que perciben. Y luego indirectamente la gente que viene y nos visita, alojamientos, gasolineras… todo eso no se ve. Pero la gente de los pueblos sí lo sabe.
P.– ¿Qué debatiría usted con alguien anticaza en estos momentos?
R.– La verdad es que tendría pocas cosas que debatir. Lo primero que escuchen y salgan de detrás de los ordenadores. La mayoría de esta gente no pisa el monte en su vida y hablan desde detrás de una pantalla o en un sillón sin tener conocimiento de nada y sin distinguir ni saber lo que hay en el campo, porque la mayoría no lo ha pisado, ni distinguen una especie de otra. No saben distinguir lo que es el trigo de la cebada. Les diría que se asesoren primero y que pisen monte en todas las épocas. Sin más, que pisen monte, porque hablan desde las grandes ciudades y no tienen ni idea de lo que hay en él.
P.– ¿Ante qué cierra los ojos?
R.– No suelo cerrar los ojos. Veo de cara.
P.– ¿Incluso a las piezas a las que mata?
R.– Incluso a las piezas a las que cazo. (¿Y qué ve?). Pues veo un final digno para cualquier animal del campo.
P.– ¿Qué no imaginamos que es la caza para el medio rural de la provincia?
R.– La caza en el medio rural supone vida, sin más; sin caza la poca vida que hay en el medio rural acabaría desapareciendo.
P.– ¿Es posible inventar otra caza?
R.– Creo que no es posible inventar otra caza porque así se lleva practicando así un montón de años. Dejarlo como está tampoco porque las poblaciones cambian y esto no es ciencia cierta. Hay que salir al campo para saber lo que hay. Hay que regularla y a lo mejor hay que modificar algo, dependiendo de cómo esté en ese momento el campo, las especies y todo. Creo que no se puede inventar otro tipo de caza.
P.– Teorizando sobre el particular, ¿cuál es la primera conclusión que saca?
R.– Que la caza es un modo de vida. Y cada uno disfruta de ese momento y que sea consecuente con lo que haga. Y que lo haga disfrutando, siempre.
P.– Oiga, ¿y si al final es verdad que los animales sufren?
R.– No sé si sufren. También sufren los del matadero cuando los matan, pero de esos no se queja esta gente, porque llegan envasados a la estantería del supermercado.