Heraldo-Diario de Soria

ENTREVISTA / SONIA ALMAJANO PEÑA

«En este momento me puede la vida, no queda otra. Mi batalla es la de la vida»

Acatar las derrotas es resistir y en ocasiones ésa es la victoria. Dice Sonia que le puede la vida, mientras recompone a dura tristeza un trisquel hecho añicos. Ardua tarea la de reconquistar los símbolos del báculo (cuerpo, mente y espíritu, dice la cultura celta). Numancia resurge cada año. Ella emprende batalla todos los días.  

Sonia Almajano.-MARIO TEJEDOR

Sonia Almajano.-MARIO TEJEDOR

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– ¿Qué hace usted con las derrotas?

Respuesta.– Acatarlas. No queda otra. Acatarlas, pero también sales más fuerte.

P.– A veces nos gana la comodidad, la vida o hasta la muerte... ¿Qué le gana a Sonia?

R.– Me gana la vida. En este momento de mi vida me puede la vida, el salir adelante... Eso es lo que me mueve ahora mismo. Hay que seguir adelante.

P.– Sabe lo que es ganar y perder batallas. ¿De cuáles ha aprendido más?

R.– He aprendido más de perder batallas. Se aprende más de las pérdidas, porque te das cuenta de lo que pierdes, evidentemente.

P.– ¿Qué ve en el trisquel numantino que sirve de estandarte de Tierraquemada?

R.– Con el corazón, en el trisquel numantino veo la figura de mi marido (falleció hace algo más de un año), porque ha sido durante muchos años quien llevaba el estandarte. Personalmente y con el corazón. Como numantina, veo el símbolo que identificaba a los numantinos, con el sol, que era lo que les protegía.

P.– ¿Qué tiene de mujer celtíbera?

R.– Entiendo que la fortaleza que tenían ellas para afrontar lo que se les vino encima. Creo que si hubiera nacido en aquella época, por mi forma de ser no sería una mujer guerrera. Sería una mujer tranquila que me dedicaría al hogar, a la familia, al ganado, como se comenta que hacían las mujeres cuando los hombres iban a la guerra. Nada díscola, ni de enfrentarme a las opiniones de los ancianos que en ese momento eran los que tomaban las decisiones. Sería una mujer de mi casa, de mi familia y de mi hogar. Y también transmisora de la valentía de los guerreros, transmisora a los niños de esa cultura de guerra de sus antepasados.

P.– ¿Qué le transmite el mito de Numancia?

R.– Resistencia y lealtad a su pueblo. Y la búsqueda de la independencia y la libertad.

P.– Retroceda algunos siglos. Año 133. ¿Qué numantina es, dónde se encuentra y qué está haciendo? Año 2022. Sábado 6 de agosto. ¿Qué numantina es, dónde se encuentra y qué está haciendo?

R.– En el 133 sería una mujer celtíbera tranquila, estaría en mi casa, cuidando mi hogar, mi marido sería guerrero y estaría en la guerra. Tendría preocupación por él y porque se viera atacado mi hogar. (¿Hoy?). Hoy podría ser más guerrera por mis hija. Me falta el papel de mi marido y sería más guerrera por ellas para sacarlas adelante. Por eso. Porque ahora soy padre y madre.

P.– ¿Cómo es volver a sentir Numancia después de dos años?

R.– (Silencio). Para mí muy duro. Supongo que en cierto modo, después de la pandemia y lo que hemos vivido, para todo el mundo un poco duro, sí. Por un lado alegría, por volver a vivir lo que es caracterizarse de numantino y volver a sentir la adrenalina de la representación, el desfile de la mañana. Eso es alegría. Pero a mí me da muchísima pena. Me puede la pena a la alegría. Yo no me quería vestir, pero mis hijas dijeron que sí, que querían vestirse de numantinas, y por ellas lo hice. Pensé que qué mejor homenaje le podría hacer a mi marido fallecido que vestirme de numantina para la recreación. Él amaba esta cultura, su tierra y eso le encantaba. Es eso, pero aún así me puede la pena.

P.– ¿Qué le aporta Tierraquemada a Garray?

R.– Le aporta mucho en cuanto a la difusión de la cultura celtibérica y la cultura de Numancia. Y a nivel económico atrae mucho turismo. Luego, como socios, hay muchísimo compañerismo; hay mucha voluntad y muchas ganas de trabajar.  El interés que tenemos y la implicación en difundir la cultura numantina es mucho.

P.– ¿Qué batalla necesita librar Soria?

R.– La de intentar desarrollarse. Cualquier cosa que intentamos hacer somos nosotros mismos los que le ponemos trabas, a nivel de industria, de desarrollo, de economía... 

P.– ¿Y en cuál está envuelta ahora?

R.– Mi batalla es la de la vida. Vivir, seguir adelante como te he dicho, aunque hay días en que no te apetece. Pero no te queda otra que vivir. Seguir por mis hijas. (Y por uno mismo). Sí, sí, sí. Pero en este momento no pienso en mí misma.  Mi cabeza me lleva a pensar solo en mis hijas.

P.– ¿Qué conquistas son las mejores?

R.– Las que uno se propone y llega a conseguir. Lograr lo que te propones siempre es gratificante. Si a nivel personal te marcas una meta y la consigues, has conquistado ese terreno que querías. Cualquier meta que consigas es una buena conquista.

P.– ¿Cómo se imagina que sería el último día de Numancia?

R.– Muy triste. (Lo repite hasta en cuatro ocasiones). Ver cómo la gente se moría delante de ti... Yo en la representación soy esclava, se me llevan a Roma los romanos y me pongo en ese papel. Cuando ensayamos me da una pena tremenda y unas ganas de llorar... Bueno, incluso lloro. Cuando la gente delante de nosotros se quita la vida, te despides antes de que lo hagan, y se queda solo el pequeño grupo de esclavos ante los romanos que se nos llevan. 

Sería un día tremendamente triste. Por lo que suponía de pérdida final, después de 20 años de lucha para intentar acabar con el Ejército romano. Y se acaba todo. Tu vida, tu pueblo, tus raíces. Todo.

Quizá otras representaciones no sean tan así,  pero la Caída de Numancia, este año, es sensible y yo lo estoy tanto, que me meto aún más en el papel.

P.– ¿Y qué fuerza tiene el mito para volver a él una y otra vez?

R.– Los últimos días sí serían tristes, pero en los 20 años anteriores no. El espíritu sería de fuerza, de lucha, de ver que cada batalla se ganaba al todopoderoso Ejército romano. El mito es la lucha por su independencia y su libertad. La resistencia y la lucha de un pueblo por esas razones. 

P.– ¿A quién debemos más y por qué, a los numantinos o a los romanos?

R.– Es un poco complicada esta pregunta. De corazón diría que a los numantinos; pero con la cabeza diría que a los romanos. Todo empezó por Roma. En el corazón llevamos siempre a los numantinos, aunque serían los romanos quienes repoblarían estas tierras.

P.– ¿Qué le dice el discurrir del Duero?

R.– El paso del tiempo, el ciclo de la vida, desde el nacimiento hasta la desembocadura... El tiempo. El Duero es un puntal muy importante en la localidad en todos los aspectos. 

P.– ¿Qué tiene que copiar Soria hoy del pueblo numantino?

R.– Las ganas de defender lo suyo y de no dejarse vencer por el enemigo. La residencia y el espíritu numantino al fin y al cabo. (Resistencia es no avanzar). Resistir quizá no sea suficiente, está bien, pero también tienes que ir más allá, intentar crecer.  En Soria no crecemos porque a veces nosotros mismos lo impedimos. Y a nivel personal la resistencia tampoco es suficiente, te acomodas a sobrevivir y hay que intentar avanzar, conquistar metas. Y eso no se hace solo resistiendo, sino yendo más allá.

P.– ¿Ante qué hay que rendirse?

R.– Ante nada. Ante nada, pero luego la vida te da palos, con los que puedes estar como rendida. Pero en la vida no te puedes rendir, eso está claro. Para eso hemos venido aquí, para vivirla. 

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