Entrevista. Laura Virto Romera
«La vida te da un cambio brusco de la noche a la mañana y te encuentras con un trastorno mental»
Dice Laura que cuando comenzó a trabajar con enfermos mentales se le abrió un mundo y se le cayeron errores. Y habla también de la negativa imagen que la salud mental despierta en la sociedad. No le falta razón a esta trabajadora de Asovica, ni razones a la entidad en su propósito de ‘dar el cante’ en una gala consolidada. Ahora bien, nada como una conversación así -titular incluido- para quitar estigmas, tabúes y miedos.
P. Cuénteme, ¿por qué volvemos ahora los ojos a la salud mental?
R. A raíz de la pandemia nos hemos hecho eco de la salud mental que no deja de ser un problema que convivía entre nosotros y al que no se le daba apenas bombo. Creo que fue un punto de inflexión en el que empezaron a surgir casos y surgió una mayor conciencia de cómo se estaba tratando la salud mental en nuestro país. Por eso hay tanto foco ahora. Después está el tema de la nuevas tecnologías, todos estos cambios que se están produciendo con ellas influyen en el aislamiento. Se me ocurren muchos caminos en los que tirar por esta pregunta. Depende del colectivo hacia el que lo enfoques. En los adolescentes, por ejemplo, el tema de las tecnologías está influyendo mucho; es un beneficio pero juega también en contra. Si nos vamos al ámbito de personas mayores y el medio rural, la despoblación y la soledad también. Y si nos paramos hacia una franja intermedia, la impresión que tengo es que la sociedad en que vivimos muchas veces nos impone o nos exige ser algo que no somos. Hay mucha autoexigencia en ocasiones y eso lleva a un deterioro de la salud mental, a no cuidar tu propia salud mental.
P. ¿Por dónde ha de empezar el cuidado?
R. Por uno mismo.
P. ¿Tan fácil como parece?
R. Creo que desde pequeños nos tienen que enseñar mucho a trabajar el autoconcepto, a saber quiénes somos, qué queremos, hacia dónde vamos, porque al final ése es el camino para que puedas determinar los límites que pones en tu vida. Muchas veces no cuidamos nuestra salud mental porque estamos en ámbitos muy autoexigentes en los que no sabemos frenar; damos mucho de nosotros y no sabemos determinar cuándo nos sobrepasa una situación. Creo que hay que conocerse a sí mismo y trabajar en el autocuidado de una misma. Te hablo en femenino porque estoy hablando en primera persona. Rectificar, saber quién eres y qué necesitas en tu vida.
P. ¿Qué hacemos cuando una enfermedad no se cura?
R. Aprender a vivir con ella. ¿Te refieres a un problema de salud mental que al final es una enfermedad cronificada en el tiempo? (Sí). Al final lo primero que tenemos que buscar es entenderlo. Pero también necesitamos que quienes están a nuestro alrededor lo entiendan. No hacemos nada con luchar y luchar si no tenemos una sociedad que nos está acompañando en ese proceso. Yo puedo entender que tengo un trastorno bipolar, pero si mi familia no lo entiende y los profesionales a los que acudo tampoco, y me siguen estigmatizando, pues no salimos de ese hoyo. Todo el mundo, si empezáramos a rascar, tendríamos algo. Hay que saber convivir con ello y buscar las mejores soluciones para tener una calidad de vida lo mejor posible.
P. Lleva cinco o seis años en Asovica. ¿En qué le ha cambiado a usted trabajar con enfermos mentales?
R. Cuando llegué a cuarto de la carrera, teníamos que elegir ya dónde queríamos hacer las prácticas. Me dieron dos opciones: salud mental y trabajar en un Ceas. A mí la palabra salud mental me frenaba mucho. La imagen que tenía de este colectivo es la que muchas veces se da a conocer y es errónea: se asocia mucho a la agresividad y es erróneo. En mi cabeza -y eso suena muy mal- era un pasillo largo y gente con camisas de fuerza. Era un ámbito que no me creaba rechazo, pero al no conocer me daba miedo no saber enfrentar como profesional las demandas que ese colectivo pudiera tener. Cuando entré a trabajar aquí primero lo hice de voluntaria y se me abrió un mundo. No era para nada lo que me había imaginado, la imagen que tenía cambió por completo. Son personas como tú y como yo, como cualquier otra. Tienen un problema de salud mental contra el que luchan día a día, pero no hay que ponerles una etiqueta de nada.
Y otra de las cosas que saco en conclusión después de años trabajando aquí es que en esta situación nos podemos ver cualquiera. De la noche a la mañana la vida te puede dar un cambio brutal y te encuentras con un trastorno mental. Es que todos somos personas.
P. Echan por tierra ustedes el refrán: quien canta algún sentido le falta.
R. Mi abuelo decía quien come y canta algún sentido le falta. (Sí, exacto, así es). La gala Vamos a dar el cante es un poco una reivindicación de que se nos vea como colectivo. Es un colectivo muy estigmatizado y olvidado. No porque uno coma y cante tiene que estar loco... Es que esta palaba además está muy mal usada.
P. Me ha quitado la pregunta, le iba a preguntar por la palabra loco.
R. Es fácil estar en una conversación y decir 'chica, es que estás loca'. Si te paras a pensar, con la palabra loco puedes hacer mucho daño; la usamos muy habitualmente en nuestro vocabulario y no somos conscientes de la carga que conlleva. Creo que no utilizamos bien esa palabra.
De la gala puedo decirte que hay mucho trabajo detrás. Y existe una línea muy fina entre reivindicar algo y que se tenga lástima. Es otra de las cosas que también he aprendido en este trabajo. Tú no tienes que tratar a la gente con lástima: si directamente les pones esa etiqueta les estás estigmatizando tú como profesional. Hay muchísimo trabajo detrás para que se nos escuche, para que se vea esa reivindicación, para que se dé voz a las personas con un problema de salud mental y también a los profesionales que trabajan en este ámbito, que aún es muy desconocido. Hay todavía mucho estigma, mucho tabú. Hablas con alguien y le dices que vas al psicólogo y te miran raro.
En la gala se implican profesionales, familiares, usuarios. Es un evento anual muy importante, es un poco reivindicar eso.
P. Una certeza inamovible en su vida.
R. Todo pasa por algo. Es como una ley universal: todo pasa por algo.
P. ¿Cómo es la realidad diaria del trabajador social ante el enfermo mental?
R. Te tienes que enfocar no hacia donde quieres llegar, tener tus objetivos claros, pero al final trabajamos por y para las personas. Creo que la intervención que llevamos a cabo se tiene que basar mucho en lo importante de cada persona. Y evidentemente hay muchas veces que es complicado, que das cinco pasos y retrocedes 10. Depende de la persona con la que trabajas. Cada persona es única y tiene una historia de vida distinta y con cada una vas a conseguir distintas cosas. No hay un criterio fijo que marque nuestra intervención.
P. ¿La conciencia de Soria es un día y dos sesiones de cante o todo el año?
R. Uff, ¡madre mía! No hay todavía mucha conciencia. Creo que no. Muchas veces hablo de mi trabajo y la gente tiene una imagen muy negativa de la salud mental. Solamente tienes que ver cómo está el área de psiquiatría en Soria. No tenemos psiquiatras, psicólogos, se ha cerrado una de las áreas de rehabilitación... No hay conciencia. Y a nivel social, del ciudadano, se estigmatiza mucho todavía. Es un día...
P. ¿Hasta qué punto influye la despoblación, si es que lo hace, en la labor que hacen en Asovica, que también trabaja en el medio rural?
R. A nosotros como profesionales nos cuesta llegar a todo el territorio. Ahora estamos llevando a cabo un proyecto que trabaja con el medio rural: desde Asovica también se hace un trabajo de ayuda a domicilio en el que una trabajadora social y una psicóloga van a pueblos con personas que forman parte del movimiento asociativo para hacer un seguimiento. Pero cuesta mucho llegar al medio rural porque el tema de la salud mental en una ciudad es algo más sonado, pero en el medio rural es complicado. Nadie quiere hablar de salud mental, nadie tiene problemas y todo está bien.. Eso sí lo hemos visto. Hemos hecho talleres con mujeres y hay muchos secretismo al respecto. Cuesta mucho llegar.
P. ¿Qué tiene que aclarar siempre al respecto de la salud mental?
R. Hay una cosa que me repatea mucho. Y es que siempre tengo que matizar, o acuñar, que son personas, como tú y como yo, iguales, con otras capacidades, con otras diferencias, como las tengo yo o las tienes tú. Eso siempre.
P. Dígame aquella vez que un usuario le preguntó algo y no supo cómo salir.
R. Me ha pasado muchas veces. Tienen inquietudes y nosotros tampoco tenemos la varita mágica que resuelva todos los problemas. Hay situaciones en las que ellos buscan algo de alivio en nosotros o que esperan que haya alguna persona que les resuelva. Pero el camino no es ése: tenemos que facilitar el empoderamiento para que ellos sean capaces de resolver con apoyos sus propios problemas.
P. La situación más dura que ha vivido.
R. El fallecimiento de una usuaria a la que le cogí mucho cariño. Me convertí un poco en su cuidadora...
P. ¿Y quién le cuida a usted en esos momentos?
R. Es una muy buena pregunta. Esa carga nos la llevamos a casa y a veces la compartes y otras no exteriorizas. También es importante que a nosotros como trabajadores se nos cuide, se nos dé soporte.
P. A la trabajadora social. ¿Qué plus tiene esta profesión que no tengan otras?
R. Creo que el trabajo social te permite conocer muchos ámbitos de intervención y trabajar con colectivos diferentes. Tiene un abanico muy amplio de actuación. Puedes llegar a mucha gente relacionadas con el ámbito social. Una de las cosas que me gusta mucho es que te permite trabajar de manera directa con las personas, de tú a tú, en horizontalidad.
P. ¿Hasta dónde pueden llegar asociaciones y colectivos como Asovica cuando la prestación pública no es suficiente frente a la enfermedad mental?
R. Tenemos que buscar el complemento entre lo que ya existe y a lo que no llegamos. Evidentemente hay muchas situaciones en las que no se puede llegar a todo. Como profesionales y movimiento asociativo llegamos hasta donde llegamos, pero no podemos abarcar más de lo que hacemos.
P. Cuénteme qué noticia le gustaría dar mañana.
R. ¡Qué difícil! Cualquier noticia en positivo sobre la violencia de género, que ya no hace falta que salgamos a reivindicar ni decir nada porque no la hay.
P. ¿Qué le parece terminar con la cordura de la que hablaba Labordeta? "Todo el mundo está cuerdo, terrible, horriblemente cuerdo".
R. No estamos cuerdos. Siempre hay algún momento en que perdemos la cordura. Es muy difícil, aunque es mi opinión, estar siempre manteniendo el tipo.