Entrevista. Luis Ángel del Rincón
«Si mi negocio estuviera en la Castellana, sin problema; pero no sería El Motores de San Pedro»
Dice este hombre que a veces se le encoge el futuro, prometedor pese a todo. Habla desde el corazón de Tierras Altas, donde el silencio es lo que más se escucha diez meses de doce. Desde su condado del Motores, recordamos el burro de aquel Amancio Ortega soriano que fue su padre; los 1.500 millones de pesetas que repartió el bar en 1987 y qué pasaría si San Pedro declara mañana su independencia fiscal. También nos descubre su mayor orgullo.
Pregunta.– ¿Qué tiene de misterio vender en Tierras Altas? Al frente de un negocio -El condado del Motores- fundado en 1950 algo sabrá del asunto.
R. El estar y vivir en Tierras Altas ya de por sí es un misterio, aunque más que misterio es un riesgo. En todos los negocios lo importante es que fluya la gente. Y si no hay gente, pues imagínate, el panorama es muy crudo. Hay que intentar que venga esa gente para acá, igual con algunos productos estrella o dando un poquito más de servicio personalizado al cliente.
P. Una frente al pesimismo. Un pronóstico sin miedo al error para su vida y la de sus vecinos.
R. Según anda todo este panorama, en el que te hablan mucho de la España Vaciada, me parece que el futuro se te encoge un poquito ¿no? Yo llevo años aquí y veo que va cambiando la sociedad: hay mucha gente que viene, emigrante, y la forma de vivir del emigrante es distinta a la nuestra. Nos tenemos que adaptar a sus platos, sus costumbres, a intentar integrarlos en nuestro hábitat. Y eso sí que es un riesgo tremendo porque vienen de otras culturas. Pero puede ser un bastante prometedor.
P. De todos modos, no me creo que a un sampedrano como usted se le encoja el futuro.
R. Bueno, lo de encogerse el futuro lo decía por la edad. Te voy a contar un secretito a voces: el día 21 de agosto cumplo 65 años. (Pero si tiene la voz de alguien de 35). (Ríe). Y el espíritu también, pero todo llega. El tiempo corre y yo también quiero disfrutar un poquito de la vida mientras haya salud.
No sé si mi chaval, que ahora está conmigo al frente, tirará del carro. Aquí el panorama que tenemos peor es el de la mano de obra.
Ahora estoy haciendo unos papeles que ya he metido en Extranjería para traer a gente de Santo Domingo, a tres personas, porque aquí es imposible. Aquí no viene nadie a trabajar y yo tengo que traer a tres, porque así es imposible. No viene nadie a trabajar y he de amoldarme a lo que sea.
P. ¿Qué premio le hace falta a San Pedro Manrique? ¿Cuál le concedería usted?
R. El premio que se le puede dar es el de la hospitalidad, porque es increíble tanta y tanta gente como viene, igual turistas que gente a trabajadora, y vuelve de nuevo.
P. ¿Qué pasó y dónde fueron los millones de la lotería? Aquellos del siglo pasado. Tiene usted que saber algo.
R. Sí, nosotros repartimos el segundo premio de Navidad en 1987, que entonces era mucho dinero. (Y tanto, la friolera de 1.500 millones de pesetas). Hubo gente que lo dejó un poquito en ahorros, otros transformaron sus viviendas, cambiaron de coche. Siempre hay la riqueza, ¿me entiendes? (A usted también le toco, entiendo). Sí, pero en aquella época no se jugaba tanto como ahora. A raíz de aquello que tocó, la gente jugó más. Yo he estado vendiendo tres números de lotería para Navidad y tres para el Niño todos los años; enteros. Ahora ya no puedo hacer eso porque he puesto una máquina de Primitivas y me han prohibido vender lotería. Y hace unos cinco años dimos otro cercano al gordo.
P. ¿Se considera un hombre afortunado?
R. Afortunado siempre. No me puedo quejar en la vida, aunque siempre te da bofetadas también.
P. Puestos a cambiar... ¿Por qué cambiaría San Pedro o Tierras Altas?
R. ¿De mi negocio? Si mi negocio estuviera en la Castellana a la hora de cumplir los 65 no tendría ningún problema, pero eso es un poco egoísta por un lado. Y no sería el Motores de San Pedro. ¿Qué cambiaría? No sé, estamos muy a gusto también. (¿Pero cambiaría su negocio por estar en la Castellana?). No, vamos a ver, te he dicho eso, pero como un comentario normal. ¿Qué hago ahora?, ¿sigo con él, lo alquilo estando en un pueblecito? Si estuviera en la Castellana, en Madrid, sería muy goloso y no tendría problema. Aquí no hay descanso semanal.
Uno pasa etapas en la vida, hay competencia, vas subsistiendo. Aquí se han cerrado negocios, la panadería cerrada por jubilación; se jubiló el del estanco, adiós estanco; se jubiló el cartero, ya dependemos del cartero que venga de fuera. Eso crea una impotencia... Esto es muy duro ¿eh? Y del nombre no se come.
P. ¿Qué hay en las Tierras Altas de Soria para conservar, amar y lo que quiera?
R. Es complicado. Esto hay que vivirlo. Mi mujer es dominicana y te soy sincero, no le gusta tanta soledad viniendo de allí. Quienes somos autóctonos igual lo vemos con otra lupa, con un cristal igual más limpio. Pero la gente de fuera no lo ve así. Aquí hay que sufrir mucho ¿eh?, aquí hay mucho silencio. En julio y agosto hay alegría, pero a partir de septiembre hay sol y pájaros. Son cosas que, bueno, hay que saber compaginar un poco.
P. Cuénteme aquella vez que se planteó cerrar el chiringuito, como aquel que dice.
R. La gente que estamos de cara al público tenemos que tener cierto don de gentes. Yo vivo en el mismo edificio de mi negocio, arriba, y a veces no salgo en todo el día. Y eso muchas veces... No siempre tenemos el mismo carácter. Estar de cara al público es duro y te cambia el carácter. Tienes la sonrisa de oreja a oreja, pero por dentro van tus sentimientos. Como yo, todos los comerciantes, los hosteleros, porque a la definitiva lo que queremos es que la caja funcione.
P. La España vacía, vaciada y demás ¿tiene más de certeza in situ, de excusa política, o de ninguna de las dos cosas? Cuénteme.
R. Verdaderamente es una realidad lo que pasa aquí. Pero luego políticos, ya sabes, se montan al carro, lo lanzan, lo dejan ahí... Es cierto, estamos en la España vaciada. Hoy (por el miércoles 30 de julio) no nos va bien Internet, pero eso ocurre muy a menudo; la fibra óptica que iba a poner, aún no la han puesto. Y encima ponían de ejemplo a Soria... Aquí no se nota nada. Es Vaciada porque estamos olvidados; vienen las elecciones, pero como no somos votos, no estamos en la balanza, ni la inclinamos con nuestros votos, pues nada.
P. Dígame, ¿cómo es el frío de San Pedro Manrique, pese al fuego de la noche de San Juan?
R. A mí dame mejor el frío, porque lo que estamos pasando de calor... Con el frío yo me arropo y no pasa nada, pero con el calor ya te puedes quitar toda la ropa de encima, que sigue.
P. ¿De dónde saca el motores su gasolina?
R. Pues todo del trabajo, hija mía. Todo es trabajar y trabajar y por eso llega un momento en que considero que soy como los de antes. Si los hijos no terminan sus estudios, el único medio para trabajar es la empresa de La Hoguera.
P. Pero con negocios como el suyo también se hace pueblo.
R. ¿Sabes cuando empieza a acabarse el pueblo? Cuando cierran el bar. Hay muchos pueblos pequeñitos por aquí, que lo ofrecen con casa gratis y todo. Porque tienen lo que se llama el centro social y el bar es el punto de encuentro.
P. ¿Qué ve cuando se vuelve a mirar atrás?
R. A mi mujer siempre se lo digo. Por las mañanas, cuando me levanto y me miro al espejo, veo a mi padre. Uno se va pareciendo más a su padre cuando va entrando en años. Con eso ya te digo todo. Veo el paso del tiempo. Y a nivel de trabajo es todo tan distinto, está cambiando todo tanto. Todo tan deprisa.
P. ¿De qué se siente más orgulloso?
R. De haber podido crear una familia aquí, en Tierras Altas. Yo tengo tres hijos. Me casé con una chica dominicana que tenía dos hijos pequeñitos y tuvimos otro, una niña. ¿Cómo no se va a sentir uno orgulloso de tener una familia, aquí en una tierra tan fría, tan árida? Hemos salido adelante, todo a base del bar.
P. ¿De quién es el mayor mérito de un negocio de casi 75 años, fundado en 1950?
R. Mi mujer, quienes te echan una mano, pero tiene que haber alguien que dirija.
P. ¿Seguro que aquel patriarca del que se habla en la web del Motores iba en burro y no en dinosaurio, de pueblo en pueblo?
R. Hay quien habla de un Amancio Ortega, de Isidoro, el del Corte Ingles. Y yo digo 'pero si mi padre en aquella época ya iba con el borriquillo, por los caminos de herradura por los pueblecillos’. Allí les dejaba los productos, para que luego, cuando él no estuviera, la gente se suministrara. O sea que fíjate. Era una forma de fidelizar al cliente. Ya sabes que antes se funcionaba con el trueque. Moneda no había y así lo hacían.
P. ¿Nos quejamos lo justo o demasiado de la financiación catalana?
R. Tengo muchos clientes catalanes y... no sé. Creo que la gran mayoría de los independentistas se están meando fuera del tiesto, si me permites la expresión. No es correcto que estén pidiendo cosas... Fíjate ahora todos los pactos que están haciendo. Claro, tenemos un presidente que les da todo, así que ancha es Castilla.
P. Ahora que está de moda, y ya terminamos, ¿qué pasaría si Tierras Altas declara mañana su independencia fiscal?
R. ¿Y eso qué conlleva?, ¿de qué íbamos a comer nosotros, aquí en Castilla y León? El principio más fundamental para tener una España unida es la solidaridad. Si en una capital, por ejemplo, Madrid, va todo bien, pues vale. Pero en un San Pedro Manrique en Soria, que tiene 40.000 habitantes, imagínate, comemos piedras. Tenemos que ser solidarios totalmente. Ahí es donde se ve la sangre española. Y la solidaridad.